El fiasco de la detención y liberación de Ovidio Guzmán López, hijo de El Chapo Guzmán, tiene como origen una historia secreta en la cual Alfonso Durazo pretendía pasarse la ley por abajo e inclusive mintió para hacerlo, dando como resultado un fuerte golpe contra la percepción del Presidente Andrés Manuel López Obrador y su gobierno.
La historia comienza con una petición que hizo el gobierno de Estados Unidos al gobierno mexicano para detener a Ovidio Guzmán. Las autoridades de Estados Unidos lo acusan de narcotráfico y lavado de dinero.
La Guardia Nacional mexicana habría detectado el domicilio de la novia de Ovidio Guzmán y el jueves 17 de octubre el gobierno de López Obrador, con Alfonso Durazo como titular de Seguridad Pública, ordenó enviar un convoy pequeño de elementos de la Guardia Nacional y del Ejército para detener a Guzmán.
Una vez que estuvo detenido el hijo del Chapo Guzmán, el gobierno mexicano, de nuevo bajo la batuta de Durazo, alegó que encontraron a Ovidio Guzmán de casualidad; que Guzmán y su gente había agredido a las fuerzas federales y que por eso lo habían detenido.
Pero eso era una mentira inventada por Durazo y la SEDENA. La realidad era que ni el ejército ni la Guardia Nacional llevaban una orden de arresto ni una orden de cateo para detener a Guzmán. La única manera de justificar su detención era inventando que Guzmán y su gente los habían atacado.
Es decir, Durazo y la SEDENA pretendieron violar el debido proceso.
Con lo que no contaban ni Durazo ni la Sedena era con el hecho de que el Cártel de Sinaloa respondería a la detención con toda su fuerza. Decenas de sicarios del Cártel de Sinaloa atacaron a los solados y a los elementos de la Guardia Nacional con armas de uso militar, además de que realizaron narcobloqueos y una fuga de reos en Sinaloa.
Cabe señalar que las armas que llevaban los sicarios del Cártel de Sinaloa no eran convencionales. Eran metralletas estilo torreta de uso militar de alto calibre. Exáctamente el tipo de arma que llega a México de contrabando desde Estados Unidos y que, hasta la fecha, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha querido frenar con operativos permanentes en la frontera, ya que los elementos de la Guardia Nacional que podrían usarse para frenar el tráfico de armas son usados para impedir el paso de migrantes en la frontera con Guatemala.
Al verse rebasados por el narco, Durazo y la Sedena tuvieron que doblar las manos. Nisiquiera tenían órdenes de arresto ni de cateo contra Guzmán. Inclusive si hubieran respondido a los ataques de los sicarios del Cártel del Pacífico, no había manera legal de detener a Ovidio Guzmán.
Esa fue la verdadera razón por la cual lo dejaron libre. No fue, como luego pretendió alegar Durazo, que lo soltaron para evitar un baño de sangre y para proteger vidas. Eso era una mentira de Durazo. Lo soltaron porque de inicio no tenían manera legal de detenerlo y su justificación para detenerlo --una supuesta agresión fortuita-- era también una mentira.
Si Durazo hubiera dicho la verdad, que ordenó un opertativo sin orden de arresto y violando el debido proceso, le hubiera costado su cargo sin mayor trámite, al quedar en evidencia que un alto funcionario del gobierno de AMLO, quien presume de honestidad, estaba actuando con la misma corrupción con la que siempre actuó el PRIAN.
Eso sugiere una de dos opciones: O que Durazo le mintió al Presidente para salvar su propio cargo como Secretario de Seguridad Pública, alegando que buscaban evitar muertes, o que Durazo le dijo la verdad a AMLO y AMLO se prestó a ser alcahuete de Durazo para no tener que despedirlo por corrupto.
Cualquiera que haya sido la razón, a la mañana siguiente, viernes 18 de octubre, López Obrador alegó en su conferencia mañanera que se buscaba evitar muertes. Es decir, AMLO mintió en público. Lo que queda por saber es si lo hizo a sabiendo que estaba mintiendo, o creyendo de buena fe en la mentira que le contó Alfonso Durazo.
Luego de eso Durazo hizo algo realmente mezquino. En una conferencia de prensa sobre lo ocurrido en Culiacán, pretendió culpar a los elementos de la Sedena y de la Guardia Nacional por el fiasco, alegando que fueron ellos los que se precipitaron a ir por Ovidio Guzmán.
La realidad era que sin órdenes directas de Durazo, los elementos de la Sedena y de la Guardia Nacional no hubieran podido actuar.
No sólo eso: al tratar de culpar a los elementos de la Sedena y Guardia Nacional que realizaron el operativo, Durazo estaba admitiendo sin darse cuenta de que la Guardia Nacional se le había salido de control y estaba actuando sin su consentimiento.
Lo cual, desde luego, no era el caso. Durazo sabía perfectamente lo que estaba haciendo la Guardia Nacional. Por eso mintió al decir que se toparon con Guzmán de manera "fortuita" (es decir, de casualidad) y sólo respondieron a ataques de Guzmán. La realidad era que Durazo pretendió violar el debido proceso, se le salió el operativo de las manos, tuvo que rendirse ante el narco, y para salvar su hueso en el gobierno federal inventó mentiras que terminaron llevándose entre las patas al Presidente.
¿Por qué mintió Durazo? Repito: Para salvar su cargo público. Lo que hizo Durazo careció de estrategia. Inteligencia sí había, puesto que sabían la ubicación exacta de Guzmán. Pero Durazo no fue capaz de diseñar una estrategia legal para poder capturarlo a sabiendas del poderío del narco en Sinaloa.
Durazo, cabe recordar, no es experto en seguridad pública. Nunca estuvo a cargo de ese rubro. Fue vocero de la presidencia con Vicente Fox y lambiscón de Andrés Manuel López Obrador por años. Su cargo siempre fue visto por no pocos como un simple pago político por haber usado a su pareja, Lilly Téllez, supuestamente para obtener más votos para Morena, lo cual nisiquiera ocurrió.
Es decir, Durazo es la persona menos indicada para estar al frente de la Secretaría de Serguridad federal y el fiasco de Culiacán lo dejó clarísimo.
Y Durazo lo sabe.
Hacia la tarde del viernes 18 de octubre al opinión pública exigía la renuncia de Durazo, pero quien tenía que lidiar con el costo político era Andrés Manuel López Obrador, quien ahora alega que fue una buena decisión liberar a Guzmán para que no hubiera matanzas a pesar de que cláramente no fue lo que ocurrió.
Fue tan grande el descontento de la opinión pública por el desastre que causó Alfonso Durazo que algunos integrantes del gabinete de AMLO de plano tuvieron que llamar a cerrar filas con el Presidente en Twitter. Pero era demasiado pedir. AMLO no estaba tomando acciones para resolver esta crisis. Como mínimo debió haber cesado inmediatamente a Alfonso Durazo. Otros integrantes del gabinete de AMLO han sido cesados por causas mucho menos graves que lo que hizo Durazo. Sin la renuncia de Durazo simplemente no era posible cerrar filas con López Obrador.
Ahora, el fiasco de Culiacán se convertirá en la Casa Blanca de López Obrador. Y mientras López Obrador no saque a Alfonso Durazo de su gabinete, no habrá manera de que AMLO logre recuperar la confianza de Millones de mexicanos.
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