El primer debate presidencial no cambió de manera significativa las preferencias electorales, pero sí causó un problema muy serio para Andrés Manuel López Obrador: le dio esperanza a los panistas.
Y es que como AMLO prácticamente no se defendió de las mentiras de Ricardo Anaya (ni de las de Meade, ni de las de Zavala, ni de las del Bronco), para los panistas las mentiras de Anaya les dio esperanza de que a lo mejor Anaya podría ganar.
Nosotros sabemos que lo que dijo Anaya fueron mentiras. Lo saben también los panistas. Pero eso no les importa. Les importa que Anaya tenga manera de ganarle al Peje.
Y ese es el problema que ahora tiene AMLO. Si los panistas creen que Anaya tiene manera de ganarle a AMLO, saldrán a votar. Y si salen a votar, y una fracción de los seguidores de AMLO no votan pensando que le van a ganar, Anaya podría cerrar el margen de ventaja de AMLO y ganar con un fraude.
Hay sólo una solución para esto: AMLO no puede repetir en el segundo debate los errores que cometió en el primero. Punto.
No puede:
1. Hablar lento.
2. Repetir las mismas cantaletas que lleva repitiendo desde 2006.
3. No responder a ataques.
4. No señalar las raterías de Anaya (vamos, lo cuestionaron más las moderadoras).
5. No presentar sus propuestas de manera concreta y de manera sencilla.
6. No prepararse.
Si AMLO corrige esos errores, Anaya muerde el polvo a dos meses de las elecciones y su campaña se hunde. Pero si no corrige, se consolida la idea entre los panistas de que Anaya puede ganar y la campaña de AMLO queda en serios problemas.
A ver si hace caso AMLO por una vez aunque sea, porque si cree que la tiene ganada se equivoca. Y a estas alturas lo único que podrá hacer que pierda (por fraude si quieren) es sus propios errores.
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