Marco Teruggi
¿Qué significa para Venezuela y
qué significa para América Latina el proceso de la Asamblea Nacional
Constituyente convocado por el gobierno de Nicolás Maduro, y específicamente la
jornada del 30 de julio?
Bien, creo que para entender el
momento actual que está digamos en una fase de agudización de la confrontación,
hay que poner varios elementos en perspectiva para entender cómo es que se
llega a esta situación y por qué el domingo se va a votar para la Asamblea
Nacional Constituyente. Creo que lo primero a entender es que desde que asumió
Nicolás Maduro hace cuatro años acá, ha habido un proceso permanente de
desestabilización que se ha dado en todos los planos, a veces con más prioridad
en uno y a veces simultáneo. Entonces desde hace cuatro años tenemos una ataque
sobre el frente económico, un ataque sobre el frente comunicacional, un ataque
en términos de violencia (para decirlo en términos sencillos), un ataque en el
plano diplomático, un ataque en el plano cívico, de la población. Todo eso se
va combinando en permanencia, y el que es permanente es el ataque económico, es
como el factor que más trabaja sobre el desgaste de la población.
Entonces, regularmente la derecha
ha intentado episodios insurreccionales para sacar al gobierno de Nicolás
Maduro por la fuerza. El primer episodio fue el mismo día que ganó el
presidente en abril del 2013, día en que Capriles Radonski llamó a la gente a
las calles y terminó con once muertos. El segundo episodio fue en 2014, de
febrero a abril; esa vez lo atravesó Leopoldo López y el saldo final fueron 43
muertos. Y éste que estamos viviendo ahora sería el tercer intento de salida
por la fuerza.
¿Cuál es el cálculo que hacen?,
bueno, la situación económica más el desgaste provocado por las dificultades
para conseguir medicamentos, los precios que aumentan, la presión
internacional, los ataques comunicacionales sobre el gobierno, hacen que haya
una condición madura para intentar convocar a la gente a por la fuerza sacar al
gobierno de Nicolás Maduro. Eso comenzó a principios de abril, y ese conflicto
ha ido evolucionando, es decir, cuando comenzó el mes de abril, centralmente
había un esquema conocido para lo que es la lógica del conflicto venezolano:
había trancas de calle, había ataques con bombas molotov, había asesinatos de
personas en manifestaciones, pero digamos, algo que en lo que es la lógica del
conflicto de cómo la derecha trabaja el escenario casero. No era nuevo. A
partir de digamos el 20 de abril hasta esta fecha, hemos tenido una evolución
de ese cuadro, marcado por varias etapas muy fuertes. Lo primero es que han
empezado a aparecer ataques de tipo militar, centralmente ataques a los
cuarteles militares, ataques a las comisarías, ataques armados sobre los
cuerpos de Seguridad del Estado, o sea, una bomba detonada a distancia; bueno,
hace pocos días se vio a una persona con un fusil R15 en plena Caracas
asaltando una estación de policía. Eso es lo nuevo, y una agudización en
permanencia de esa escalada, mezclada a su vez con intentos de mantener varios
puntos del país bajo asedios de una violencia muy fuerte durante dos o tres
días. En diez o quince ciudades venezolanas han habido esos ataques que duran
dos o tres días, los pueden encabezar grupos paramilitares, o los pueden
encabezar grupos de choque entrenados para eso. Esas son cosas que hacia afuera
no se saben mucho, pero cuando uno recorre el país se da cuenta que esa
estructura armada que tiene consolidada la derecha está operando con mucha
fuerza y sería, para decirlo en términos clásicos, su brazo armado, que es el
que trabaja en las sombras y el que no se muestra comunicacionalmente.
Es lo que quería que
puntualizaras para la gente de acá que no conoce el escenario venezolano:
¿Quién es la derecha?, ¿cuál es su estructura?
Hay diferentes niveles de la
derecha. Tenemos a la gran burguesía agrupada en cámaras, a la oligarquía,
sobre todo la Federación Nacional de Ganaderos, la cúpula eclesial, los
partidos de derecha que a su vez en su interior tienen diferencias, no es lo
mismo la derecha como Unidad Democrática que dirige Henry Ramos Allup, que la derecha
más nueva como Unidad Popular o Primero Justicia, que son las de Leopoldo López
y Henrique Capriles Radonski.
Después tenemos la base social
histórica de la derecha, que es una base centralmente de clases medias, medias
altas, que es la que permanentemente se ha opuesto al chavismo en todo el
tiempo que ha estado el gobierno desde 1999, que son los que han acompañado al
golpe de Estado en 2002, que han odiado a todo lo que se parezca al chavismo
esa es su base social, y a su vez han desarrollado digamos formaciones para
confrontar en la calle.
Entonces, hay niveles que se ven
y niveles que no se ven. ¿Qué es lo que se ve en la calle y se muestra
comunicacionalmente?: a los dirigentes de la derecha, a su base social
histórica movilizada y poco a poco se empiezan a mostrar a los que ellos llaman
“los escuderos”, que son las primeras líneas de choque -que se ve muy fuerte en
las cámaras-, que es esta gente que está preparada con escudos, que remiten a
la edad media -no es un azar que así sea-, que ya los reivindican como si
fueran héroes; esos son los primeros niveles y hasta ahí llegan las cámaras, y
evidentemente siempre los presentan como siendo víctimas de las agresiones del
Estado. Esos escuderos tienen un abanico de formas de confrontar: las bombas molotov,
los morteros en sus diferentes expresiones, las guayas, que son alambres con
los cuales trancan las carreteras, aceite para que resbalen las motos,
etcétera; un abanico de capacidades para confrontar en las calles.
Y a su vez están los otros niveles
que son estos hilos que nadie nombra, que son niveles que tienen capacidad, por
ejemplo, de asaltar cuarteles militares, de asaltar comisarías, de someter a
una población con armas largas, armas cortas, al asedio total, que son los que
operan cuando la derecha se arma un paro, entonces estos grupos aparecen y
obligan a los comerciantes a cerrar los negocios. Están en motos encapuchados,
con armas de fuego, prenden fuego a los autobuses que circulan para obligarlos
a frenar, y tienen que ver con un proceso que tiene muchos años en Venezuela,
digamos, unos diez años de enraizamiento del paramilitarismo en varios ejes
nacionales, en el estado Táchira, en el estado Barinas, ahí se ha ido
conformando una estructura paramilitar con logística, inteligencia y ligada a
los partidos de derecha, que es lo que empieza a emerger en este escenario de
conflicto.
Eso es lo que nadie muestra, lo
que nadie quiere nombrar y es lo que en realidad más preocupa porque es lo que
está emergiendo y acompaña desde la sombra todo lo que es el proceso de
movilización de la derecha.
Evidentemente la derecha no se
hace responsable de eso, no asume su propia existencia, pero uno los ve actuar
en los territorios y se encuentra con que efectivamente hay un brazo armado que
está operando.
Lo preocupante es que hay una
estructura comunicacional, internacional sobre todo, que legitima eso, digamos,
que le da un carácter épico, un carácter democrático, libertario; o sea,
presentan esta violencia como una violencia legítima y la bendicen. Digo, la
bendicen comunicacionalmente, pero la bendicen literalmente: se ha visto a
curas bendiciendo en la calle a estos sectores de choque antes de que asalten
un cuartel militar, se los ha visto bendiciendo guarimbas.
Ahora bien, nunca se van a hacer
responsables de los hechos que provocan. Por ejemplo, algo que ha sucedido
desde el principio del conflicto hasta hoy, es que han adoptado la metodología
de quemar gente en la calle; van más de 20 casos donde todos son o pobres o
negros o chavistas, que para ellos básicamente es lo mismo. Para la mirada
clasista de la derecha es lo mismo un negro que un pobre que un chavista. Todo
eso, para la derecha, es un error histórico que debe ser eliminado, y han
empezado a aplicar esa metodología de incendio de personas.
Entonces esa es la estructura
real de la protesta de la derecha que hacia afuera se sigue presentando como
democrática y no asume ninguno de sus actos, o sea, nunca va a reconocer qué es
lo que hace. Si uno le pregunta si hizo, por ejemplo, el golpe de Estado de
2002, que es algo que ha sido filmado, estudiado, demostrado, ninguno de los
dirigentes que son los que hicieron ese golpe han asumido que fueron parte de
ese proceso de fuerza de haber sacado a Hugo Chávez y se presentan a sí mismos
como demócratas y pacifistas.
¿Y cómo podrías darnos una idea
de cómo está la correlación de fuerzas en la calle, en la base social del
chavismo y de la derecha?, porque cualquiera pudiera preguntarse por qué no hay
una respuesta colectiva a esta violencia de la derecha, ¿cómo nos podrías
ilustrar eso?
El bloque de la derecha, como lo
describí anteriormente, tiene dos falencias principales para su estrategia de
hacer un golpe de Estado: la primera es que no tiene el apoyo de las Fuerzas
Armadas Nacionales Bolivarianas, o sea, no cuenta con el ejército para hacer un
golpe de Estado; y la segunda es la que tiene que ver con los sectores
populares, con los barrios. Ahí hay varios fenómenos juntos.
Evidentemente por la situación
económica muy compleja que atraviesa Venezuela, hay en los barrios populares
gente que se ha alejado del chavismo, gente que está desencantada, gente que
simplemente está inmersa en la resolución de sus problemas diarios que tienen
que ver con conseguir alimento, con conseguir medicamentos, productos de
higiene; gente que está más preocupada y envuelta en resolver la vida cotidiana
que en estar pensando en la batalla política. Y también en los barrios hay
gente opositora como siempre la ha habido.
Ahora bien, los barrios, los
sectores populares, igual con este cuadro de complejidad en el que uno no puede
decir “los barrios son chavistas” como algo monolítico, sino que adentro hay
diferentes miradas, los barrios no se han sumado a las protestas de la derecha.
Los epicentros del conflicto siguen estando en las zonas de clase media, media
alta de las principales ciudades, ahí es donde se desarrollan las trancas, los
escenarios de violencia, las quemas, etcétera. Para graficarlo: Caracas está
dividida centralmente en el Oeste y el Este, el Oeste vendría a ser la zona de
clase popular y el Este la zona de clase media y media alta, aunque en el Este
también hay unos barrios importantes, pero toda la zona de conflicto está
centralmente en el Este de Caracas. Yo vivo en el Oeste de la ciudad, todos los
días salgo, hago mis compras, camino, me tomo el autobús, el metro, y no
transcurre absolutamente ningún episodio de violencia, todo pasa de aquel lado
donde está la base social de la derecha.
Ahora bien, ellos saben que eso
es un problema porque no se puede sacar a un gobierno sin las fuerzas armadas,
ni tampoco sin el apoyo de las clases populares. ¿Qué es lo que han intentado
hacer y han venido ejecutando?, son incursiones nocturnas en los barrios
populares. Ahí tienen una alianza con algunos sectores de la delincuencia
organizada a los que hacen actuar generalmente cerca de las ocho, nueve, diez
de la noche en esos barrios para generar confrontaciones con la policía, poner
un cuadro de ataque a los comerciantes, etcétera, etcétera, e intentar mostrar
que en esa zona efectivamente hay suertes de rebeliones populares. Lo que hay
es un plan orquestado que se va moviendo por la ciudad como si fuera un mapa, y
dicen, “esta noche vamos a tal lugar, a tal lugar y a tal lugar”, y en
simultáneo que ocurren esas confrontaciones organizadas, en las redes sociales
se montan las tendencias, sobre todo en el Twitter, que intentan mostrar que
ahí hay un ensayo de violencia genuina y espontánea de la gente.
Ahora bien, esa es una
arquitectura del conflicto, es una estrategia para intentar construir una
realidad que no es.
En los hechos entonces, este es
un país que funciona con muchos tiempos a la vez. Está el tiempo que ellos
tienen en sus zonas donde plantean el conflicto, y después el resto del país
que transcurre con normalidad. Hoy (25 de julio de 2017) por ejemplo, que
estamos a un día antes de que inicie su nuevo “paro cívico” -que no va a ser un
paro cívico sino un ejercicio de violencia y apoyo empresarial- la ciudad está
en absoluta tranquilidad, uno la transcurre de arriba para abajo y no sucede
nada. Sólo sucede cuando ellos sacan sus sectores radicalizados a las calles, y
su base social.
Ahora, también es bueno notarlo:
tienen una cantidad de apoyo considerable, pero ese apoyo no ha aumentado en
estos más de cien días de violencia, y ese es un tema que también a ellos los
pone en un escenario complejo, porque significa que han logrado sí legitimar su
violencia en sectores convencidos, sobre todo también en el plano
internacional, pero adentro de la sociedad venezolana, por la dimensión de esos
focos de violencia que han hecho, que eso lo está llevando adelante la derecha
y la oposición, y eso les crea un desgaste; digamos, no es gratis prender fuego
a veinte personas en un país como Venezuela, se ve, es difícil decir que fue el
gobierno, aunque ellos nieguen todos los episodios. Por ejemplo, se vio hace
unas semanas que un agente del servicio de inteligencia ligado a ese universo
realizó un ataque con un helicóptero sobre el Tribunal Supremo de Justicia, la
derecha dice que fue un autoatentado del gobierno; bien, así hace con cada
hecho, no se hace responsable de ninguno y acusa al gobierno de hacer cada uno
de eso actos. Pero eso tiene un límite, después de cien días de conflicto la
gente evidencia evidentemente que es insostenible la hipótesis de una oposición
pacífica y democrática.
Entonces hay una tensión: la
violencia hay que legitimarla, hay que hacer verla como justa, eso quieren
hacer con su base social que está convencida de que es necesario matar a los
chavistas, y lo dicen, que si ven a un chavista en la calle lo linchan, y que
creen que el chavismo es un gran error histórico que hay que destruir de la faz
de Venezuela. Pero para el resto del país es difícil pensar que bajo el llamado
de la derecha a sacar el régimen, como ellos dicen, de Nicolás Maduro, haya
realmente un proyecto democrático, una solución posible para Venezuela.
Entonces están en una trampa, porque quieren sacar a Maduro por la fuerza pero
no tienen la correlación suficiente.
Y obviamente estos cien días de
violencia tienen como destino, digamos, el proceso de la Asamblea Nacional
Constituyente. ¿Nos pudieras explicar cómo encaja todo esto en la propuesta de
la Constituyente?
La propuesta de la Asamblea
Nacional Constituyente aparece el primero de mayo, cuando iba menos de un mes
del conflicto, pero ya el conflicto iba tomando proporciones novedosas. Cuando
se hace la convocatoria de la Asamblea Nacional Constituyente yo creo que hay
dos escenarios. El primero es de alguna manera traccionar (sic) a la derecha
para que regrese al terreno electoral democrático y de diálogo, o sea, plantea
un escenario que es ni más ni menos la discusión de las bases de una
constitución nacional, y con esa apertura hacer que la derecha se encuentre en
apuro, por así decirlo, entre mantener una agenda violenta o sumarse a un
proceso abierto de inscripción de candidatos y candidatas para la Asamblea
Nacional Constituyente. Ese era un plan que tiene que ver con crear ese espacio
posible en un plano de disputa común ante la elevación de la violencia, y por
otro lado tenía que ver con abrir nuevamente las compuertas al interior del
proceso revolucionario, porque se sabe que el proceso viene con dificultades
ligadas a la crisis económica, donde hay ataques de los grande empresarios pero
también hay falencias por parte de la misma dirección del chavismo; hay gente
que está desencantada por lógicas de la dirección política, en fin, hay una
serie de problemas que en la Constituyente se planteaba como abrir las puertas
al interior del país para que todo el mundo pudiera entrar, anotarse como
candidato y volver de alguna manera a reavivar el debate interno en Venezuela,
y volver a sumar mayorías al proyecto político.
¿Cuál es el problema que pasó que
era una posibilidad? Es que la derecha se negó de plano a participar de la
Asamblea Nacional Constituyente, y no solamente se negó -que esa era una
posibilidad, la de no anotar a sus candidatos-, sino que planteó que iba a
impedir que esa asamblea tuviera lugar; y ahí empieza a aparecer un escenario
de confrontación mucho mayor, porque lo que la derecha empieza a construir como
discurso, que la apoyan los Estados Unidos, la Unión Europea, los presidentes
de derecha de América Latina, los expresidentes, y todo ese bloque político,
todo eso embona en oponerse a esa Asamblea Nacional Constituyente.
Entonces todo se centra en la
disputa en torno a la fecha del 30, donde la derecha dice “No hagan
convocatoria”, y el gobierno dice “vamos a hacer la convocatoria democrática,
abierta para todo el país”.
Hay más de seis mil candidatos y
candidatas inscritos para el 30 de julio.
Entonces ahí es donde empieza a
generarse esta expectativa de confrontación alrededor de la Asamblea Nacional
Constituyente, que a su vez se ve alimentada por nuevos elementos que aparecen:
el principal es este plan de la derecha de ir conformando un Estado paralelo
que comenzó con nombrar nuevos magistrados al Tribunal Supremo de Justicia y
anunciar que van a elegir un nuevo presidente por elecciones primarias, lo que
de alguna manera es un escenario de gobierno paralelo que se ha visto en varios
conflictos como en algunos países de Medio Oriente. ¿Ese gobierno paralelo
tiene sentido? A nivel de Venezuela ninguno, porque no van a poner un gobierno
real sino que va a ser una suerte de nombramiento mediático, pero tiene sentido
a nivel internacional.
¿Cuál es la hipótesis posible?
Que una vez hechas las elecciones el domingo, que van a estar antecedidas de
oleajes de violencia muy fuertes, la oposición venezolana y la comunidad
internacional ya no reconozca, por ejemplo, al gobierno del presidente Nicolás
Maduro ni a la Asamblea Nacional Constituyente y pase a reconocer a este
gobierno paralelo y otorgarle financiamiento, diplomacia, armas, etcétera,
etcétera. Esa es una posibilidad que se está manejando. Eso implica un
conflicto de carácter prolongado, ellos se están preparando para eso.
Ahora. si bien en Venezuela el
día viernes se eligieron los magistrados al Tribunal Supremo de Justicia, eso
no tiene ningún efecto en Venezuela. Es decir, no basta con auto proclamarse
algo para que efectivamente suceda. El poder hay que poder ejercerlo y la
derecha no tiene fuerza para ejercer ese poder. Esa es su trampa, digamos:
nombran cosas que después no pueden sostener pero sí pueden trabajarlas a nivel
internacional.
Lo que se ve en estos cien días
de conflicto es que la única manera que tiene la derecha para lograr quebrar la
correlación de fuerza es a través de una acción mayor proveniente de la
comunidad internacional, es decir, de los Estados Unidos. Hoy a nivel nacional
no tienen fuerza para su plan.
¿El simulacro de plebiscito que
hizo la derecha en días pasados y ha tenido todo el respaldo posible de la
prensa internacional y de las oligarquías de todos lados, no es un anuncio en
ese sentido? ¿Qué nos puedes decir de este simulacro?, porque desde acá lo
vemos como una estrategia que fue exitosa en términos de la prensa
internacional que lo está validando. O sea, es como un aviso de lo que viene.
Primero que nada, en Venezuela la
derecha ha optado por salirse de la legalidad y eso es lo que vamos a ver de
aquí en adelante. Entonces, el plebiscito evidentemente legal no era, pero eso
ya no es el debate en Venezuela, el debate era que ellos necesitaban construir
una jornada para darle legitimidad a lo que iba a venir después. Lo que iba a
venir después, llámese la violencia y llámese el gobierno paralelo, para eso
fue el plebiscito, para decir luego: “Miren, nosotros tenemos tantos votos,
tantos millones de personas que están de acuerdo con lo que estamos haciendo”.
Nadie sabe cuántos votos fueron realmente, hay un desacuerdo sobre los números,
tienen fallas gigantescas para justificar la cantidad que han presentado; eso
no importa, lo que importa es que internacionalmente tienen la razón.
Además, si uno ve, ese día había
un proceso electoral para la Asamblea Nacional Constituyente, y nivel
internacional sólo existió el plebiscito, o sea, los millones de personas que ese
día hicieron un ensayo electoral para las elecciones que tendrán lugar este
domingo, fueron absolutamente invisibilizadas del mapa y en Venezuela sólo
existió un plebiscito. Cualquier persona que haya estado en Venezuela ese día,
era evidente que iba a haber las dos cosas, así como también es evidente que
los medios de comunicación han optado por contar la mitad del país, y esa mitad
del país, decirla de manera falsa.
Entonces ese plebiscito lo van a
utilizar como una carta de legitimidad de las acciones que van a llevar
adelante, para decir: “Nosotros ya hicimos un ejercicio de democracia inmenso,
con una participación gigantesca”, no importa que nadie sepa cuáles números
tienen porque la mediática internacional los apoya, y a partir de eso van a ir
desarrollando sus pasos. En ese plebiscito ya estaba el punto de nuevos poderes
públicos y un gobierno paralelo. Eso lo dice el plebiscito. Entonces ellos van
a usar eso para darse una suerte de prestigio democrático a partir de esa
consulta.
Dijiste que la única manera que
la derecha tiene para establecer su plan es con alguna suerte de apoyo externo,
¿de qué tipo será y de dónde vendrá ese apoyo?, lo suponemos, pero ¿qué papel
va a jugar específicamente Estados Unidos?, y pues ya hemos visto el penoso papel
que han jugado gobiernos como el de México y el de Colombia, por poner sólo dos
ejemplos, validando todos estos pasos de la derecha. ¿Qué nos puedes decir de
esos factores externos y qué papel van a jugar durante y después de la jornada
del 30 de julio?
Es llamativo que el día después
del plebiscito el mismo presidente Donald Trump haya amenazado a Venezuela con
sanciones económicas en caso de darse la Asamblea Nacional Constituyente. Es
llamativo porque puede interpretarse también como una señal de que el plan no
está desarrollándose tan claramente como ellos lo quieren; y yo creo que ese es
un mensaje que emergió del día 16 cuando se vio que hubo mucha gente que votó
en las filas del chavismo. Es decir, después de tantos años de estar
golpeándolo el chavismo sigue en pie y se manifestó el domingo.
Ellos ya están anunciando que van
a ir sobre las sanciones económicas, ese es un plano del ataque, y es el que
diplomáticamente pueden incluso ir justificando, así como justifican un bloqueo
económico a Cuba desde hace cincuenta años. Y ahí el objetivo es asfixiar a la
población, hacer que la economía nacional no tenga capacidad de solucionar los
problemas más graves del momento.
Yo creo que lo primero es
quitarnos la idea de la intervención es algo que un día aparece desde el aire y
aterrizan en el país una cantidad de marines diciendo “somos marines y venimos
a invadir a Venezuela”. Ese esquema yo creo que no va a pasar y si uno mira los
conflictos recientes, tomemos el caso de Siria, se da cuenta que en realidad,
los Estados Unidos, salvo la bomba que lanzó el gobierno de Trump hace pocos
meses, los Estados Unidos nunca ingresaron como tal al país, sino que fue una
guerra conducida desde afuera con grupos financiados adentro.
¿Cuál es la ventaja que tiene
Estados Unidos en este cuadro venezolano?, que al lado está Colombia. Al lado
está Colombia significa que hay bases militares, siete, que hay un ejército
colombiano dispuesto a apoyar a los Estados Unidos, que hay un desarrollo
inmenso del paramilitarismo en Colombia, que ha tomado más fuerza en las zonas
de frontera luego de la desmovilización de las FARC y que está ocupando esos
espacios fronterizos a Venezuela, y que de ahí se puede pensar un escenario de
conformación de una fuerza militar capaz de plantear un enfrentamiento mayor
con el Estado venezolano.
Yo creo que la intervención en
realidad ya ha comenzado, lo que pasa es que es suficiente para desestabilizar
al país, es suficiente para sellar ciudades, asesinar gente y todo este cuadro
que vemos ahora, pero no es suficiente para quebrar la correlación de fuerza.
La pregunta es: ¿Los Estados
Unidos estarían dispuestos a exponerse más y lanzar una ofensiva para generar
un enfrentamiento armado directo en la frontera con Colombia, de ofensivas
militares en el sur de la Amazonía donde se juntan Brasil con Perú y Colombia?,
digamos que hay un cuadro de pinza sobre Venezuela, con la Exxon Mobil que está
operando en la zona de la Guyana, que está en disputa con Venezuela. ¿Darán un
paso más?, ¿cómo será ese paso?, ¿lo financiarán de manera abierta los sectores
paramilitares internos?, ¿esos sectores tomarán una identidad?
Eso, por ejemplo, es interesante
porque se ha dado en las últimas semanas una tensión, donde existe la dirigencia
de la derecha que es la MUD, Mesa de Unidad Democrática, y algo que se llama
“La resistencia”, que han trabajado su identidad, que sería como los sectores
que ya no responden a la derecha, que se ven como una fuerza autónoma. ¿Esa
fuerza autónoma pueden desarrollarla como un brazo armado militar, que tuvo un
nombre, como fue en Medio Oriente; una suerte de fuerza rebelde operando en
territorio venezolano con el objetivo de liberar algunas zonas? Bueno, eso hay
que ir viéndolo. En los hechos, hoy, lo se sabe es que la derecha puede tener
una ventaja en la batalla de los sentidos, la batalla comunicacional, pero hoy
no tiene capacidad para sostener sus posiciones, es decir: hoy, hasta donde
sabemos, la derecha no puede por ejemplo, agarrar una cabecera de un estado o
municipio, ocuparlo por la fuerza y decir: “A partir de hoy esto es un
territorio liberado”, y por ejemplo, mudar un gobierno paralelo a esa zona. Eso
no parece posible hoy por el desarrollo de su fuerza territorial, material.
Es decir, es una guerra de nuevo
tipo, una guerra de los sentidos, pero que en un punto sigue teniendo un
elemento clásico de la guerra, que es que hace falta fuerza como tal. En Siria
tenían al ejército del Estado que se volteó y se quebró, tenían brazos
organizados con un gran poder militar; en Venezuela no tienen a la Fuerza
Armada Nacional Bolivariana, eso es bueno aclararlo, y lo que tienen hasta
ahora son unos grupos paramilitares que no parecen tener la suficiente fuerza.
Por eso insisto: sin los Estados Unidos en una escala mayor, es difícil que se
salga de este pantano.
Y ya de cara al 30 de julio, por
lo que dices, la derecha no tiene manera de detener este proceso. Entonces,
¿cuál es el escenario que tú ves para la consolidación de la Asamblea Nacional
Constituyente?
El escenario más probable de los
próximos días es que haya una escalada de violencia muy fuerte. No deberían
sorprendernos acciones militares de otro tipo y de otra envergadura, pero a
menos que tengan una carta debajo de la manga que todos desconozcamos, esas
acciones no van a ser capaces de impedir las elecciones del domingo.
Ahora bien, esas elecciones
seguramente se darán en un cuadro de conflicto muy grande. Una vez que eso se
dé, van a darse varios elementos a analizar: primero es cuánta gente habrá
votado para la Asamblea Nacional Constituyente, eso va a ser clave de cara a la
legitimidad de la Asamblea Nacional Constituyente. Cuanta más gente, más
legitimidad y más difícil para la derecha decir que es una Asamblea Nacional
Constituyente que no cuenta con ningún respaldo popular. Ahí entonces hay un
desafío vital para para el chavismo, para el gobierno.
Hasta hora no me animo a ningún
pronóstico porque es una situación compleja.
Hay que ver las repercusiones
internacionales, es decir, si efectivamente esta hipótesis de que los gobiernos
pasen a no reconocer a la Asamblea Nacional Constituyente y por ende al
presidente, y reconozcan al naciente gobierno paralelo. Si esto se da vamos a
tener un paso muy cercano que será la semana del 9 al 12 de agosto -si no me
equivoco en los días-, que es cuando se anotan los candidatos a gobernadores
para el mes de diciembre. Ahí vamos a ver si la derecha anota sus candidatos,
lo que significaría que están barajando una posibilidad de resolución electoral
del conflicto, aún manteniendo niveles de violencia muy altos, o si la derecha
renuncia a inscribir sus candidatos en el mes de agosto, es decir, renuncia y
se desentiende de la confrontación democrática para estar totalmente centrada
en un plano de confrontación violenta y salida por la fuerza del gobierno de
Maduro. Ese yo creo que va a ser un elemento clave. Insisto, si no anota a sus
candidatos, significa que estamos en un punto efectivamente de no retorno,
porque esto no se podrá dirimir según ellos, sino a través de una salida
violenta del gobierno. Si anota a sus candidatos significa que la puerta está
abierta para que se logre mantener esta suerte de empate, se aguanten los
ataques que lance la derecha recurrentemente, y se termine yendo a elecciones a
gobernadores y luego a elecciones presidenciales como está previsto por el
Consejo Nacional Electoral.
Entonces, estos elementos vamos a
ver cómo se van desarrollando. Pero es seguro que la derecha va a hacer el
viernes, sábado y domingo, todo lo que tenga en sus manos para intentar generar
un escenario de conmoción absoluta en Venezuela para que la gente no vaya a
votar, para que la gente tenga miedo de ejercer su voto, para que estén
entrancadas las calles. Ahí va a haber un ejercicio de fuerza. El gobierno
anunció por ejemplo que donde saboteen un centro electoral, van a abrir otro
centro electoral para que la gente pueda votar. Habrá un despliegue de
seguridad para garantizar la circulación en las vías. Será un ejercicio entre
las dos fuerzas para, por un lado garantizar las elecciones y por otro lado
para impedir que tengan lugar, o si tienen lugar hacer que sean bajo un estado
de conmoción nacional.
Y por último, tú como un
observador participante, directo de lo que está pasando en Venezuela, ¿qué le
dirías a quienes lean esta conversación?, ¿qué mensaje le darías a la población
de un país como México, que ha sido puesto por una organización inglesa como el
segundo país más violento del planeta después de Siria, un país en el que hay
fosas clandestinas en todo el territorio nacional, donde hay más de 30 mil
desaparecidos, un país como éste cuyo gobierno se atreve a llamar a cuentas al
gobierno Venezolano?, ¿qué mensaje le darías a la gente que acá está expuesta
solamente a la versión de Miami, a la versión de los medios de Estados Unidos,
salvo algunas excepciones?
Lo primero es desconfiar
sistemáticamente de lo que sale en las noticias y que busquen informarse por
otras vías porque los medios de comunicación son parte activa de lo que está
pasando en Venezuela. Sin el apoyo de los medios de comunicación no estaría
pasando esto. Entonces lo primero es desconfiar sistemáticamente. Desconfiar
por ejemplo cuando la derecha dice livianamente que hay más de cien muertos en
Venezuela en los conflictos y que los mató el gobierno, esto es mentira. De los
más de cien, por las investigaciones sabemos que aproximadamente diez han sido
asesinados por fuerzas de seguridad del Estado, hay detenidos por ello,
acusados, gente encarcelada. Y los otros noventa, es decir, la mayoría, fueron
muertos porque manipularon mal morteros, por ejemplo, porque murieron en una
barricada de la derecha, etcétera. De esos muertos, diez, que ya es demasiado
pero es bueno aclararlo, pero sólo diez fueron responsabilidad de las fuerzas de
seguridad del Estado. Entonces, cuando la derecha dice livianamente que hay
cien muertos por el conflicto, bueno, hay que analizar cada uno de los casos y
ver que hay ahí una mentira, una matriz que se construye para decir que el
gobierno ha asesinado a manifestantes.
Acá hay dos grandes bloques: un
bloque que es el del chavismo, que tiene muchos elementos en su interior. Tiene
el gobierno, tiene los barrios, tiene una organización popular, tiene un
partido, tiene los poderes estatales. Es el bloque que de alguna manera podemos
llamar de la revolución. Ese bloque tiene sectores absolutamente genuinos,
combativos, que están construyendo un proyecto de izquierda, sectores de gente
que está corrupta, hay gente que sigue el legado a rajatabla, hay gente que quiere
hacer acuerdos con los empresarios; es decir, hay una complejidad ahí, pero es
un bloque que ha llegado al poder por los votos desde 1999 hasta la fecha y que
está ahí por mandato del pueblo que lo ha votado y que ha aceptado, cuando ha
perdido una elección, que no la había ganado y no ha hecho ningún problema con
eso. Pasó cuando Chávez no ganó el cambio constitucional en 2007, y pasó en las
elecciones de 2015 cuando el gobierno reconoció haber perdido las elecciones.
Entonces, uno puede estar o no de
acuerdo con el proyecto del chavismo, le puede parecer que el proyecto es
bueno, es malo, es descabellado, es el acertado, es el correcto o no, pero es
un proyecto político que está ahí por los votos y como tal debe gobernar. Y
enfrente hay una derecha que desde que ese bloque chavista está en el gobierno,
intentó un golpe de Estado en 2002, intentó hacer insurrecciones en los últimos
cuatro años, se dedica a desabastecer a la gente, a esconder los medicamentos,
tiene el apoyo directo, el financiamiento de los Estados Unidos. El presidente
Donald Trump no tiene ningún interés en que este conflicto se resuelva por los
votos. Entonces, uno puede o no apoyar al gobierno de Nicolás Maduro, pero lo
que uno no puede es apoyar a lo que hay enfrente. Entonces en todo caso, bueno,
yo no estoy de acuerdo en lo que plantea Nicolás Maduro, pero no puedo estar de
acuerdo con una derecha que está planteando que la única forma de cambiar el
gobierno en Venezuela es mediante una insurrección armada que nos lleva a esta
cantidad de muertos, que quema gente en la calle, que ataca hospitales, que
ataca instituciones, que ataca cuarteles militares, que la defiende Estados
Unidos, que mete paramilitares. Uno no puede coincidir con eso.
Ante esto yo creo que, en la
lectura general del escenario del conflicto debemos saber que el imperialismo
no es un mito. Opera, actúa. México claramente está bajo esa influencia. Y ahí
tenemos que tener un ejercicio, digamos, un reflejo incluso, de cuando uno ve a
Donald Trump asumiendo la responsabilidad y anunciando que va a castigar al
pueblo venezolano, porque aplicar unas sanciones económicas no es castigar al
gobierno, es castigar a la gente, a los más humildes.
¿Qué es lo que uno puede apoyar
en ese sentido? Reconocer lo democrático del gobierno, que está ahí por los
votos, que va a hacer una Asamblea Nacional Constituyente, que me imagino yo
que muchos países de América Latina, como Argentina, desearían una oportunidad
como esta, de poder sentarse a debatir con sus vecinos cómo quiere que sea la
constitución. O sea, las constituciones de los demás países han sido elegidas
en pequeños grupos de personas encerradas en habitaciones que dijeron “bueno,
éstas son las reglas de este país”. Acá se debate por segunda vez, tercera vez
en los últimos 18 años, cómo es la constitución de un país, y eso está abierto
para cualquier venezolano o venezolana de a pie, el que quiso anotarse como
candidato se anotó. Me gustaría a mí que en Argentina tuviéramos la posibilidad
de poder debatir la constitución de nuestro país.
Entonces no nos dejemos engañar y
sepamos -lo digo como argentino, que hemos vivido una dictadura que nos dejó 30
mil desaparecidos, que fue un genocidio- que en Venezuela no hay una dictadura.
Y si queremos ponernos en términos crueles con los números, acá los muertos, la
gran mayoría los ha producido la derecha, y son cien en cien días de conflicto;
en Argentina hubo 30 mil desaparecidos por el aparato del Estado, en México hay
un proceso de desaparición, de fosas comunes, los 43 estudiantes de Ayotzinapa,
digamos una estructura de un Estado que avala esas muertes, esas desapariciones
en masa, y acá estamos en otro escenario. Y si no es así, preguntémonos por qué
en Venezuela hay más de cinco millones y medio de colombianos registrados y con
cédula de identidad viviendo en este país. Si tan mal están las cosas, ¿por qué
viene migrando la gente de Colombia a Venezuela? ¿Por qué hoy, por ejemplo, se
entrega la vivienda un millón 700 mil en seis años de gestión de la vivienda en
Venezuela?
Es decir, no nos dejemos engañar
y en todo caso, si uno no está de acuerdo con el gobierno de Nicolás Maduro,
bajo ningún punto de vista puede estar de acuerdo y apoyar al intento de un
golpe de Estado que lo único que trae es más violencia, pobreza y un escenario
catastrófico para Venezuela. Nada bueno se espera de un gobierno que asuma
luego del chavismo en Venezuela, y lo digo con toda la responsabilidad, acá lo
que se viene es una revancha, un intento de castigar a la gente por haber osado
soñar otro tipo de proyecto político, haber participado en un plan de país
soberano, independiente, socialista. Lo que se viene es un proceso de revancha
de las clases dominantes venezolanas: la oligarquía, la burguesía, el sector
financiero, los partidos políticos, sobre el pueblo porque cometió el pecado
histórico de haber dicho que no a un modelo de desarrollo desigual, de reparto
desigual, donde siempre se ocupaba un rol de pobreza. Eso es lo que vendría en
caso de ganar la derecha. Nosotros bajo ningún punto de vista podemos aceptar
eso.
***
MARCO TERUGGI
Periodista, cronista y sociólogo
licenciado en la Universidad Nacional de La Plata. Argentino nacido el 27 de
febrero de 1984 en la ciudad de París, Francia. Hijo de exiliados en tiempos de
la dictadura. Vive en Venezuela desde enero de 2013. Colabora con TeleSur,
Resumen Latinoamericano, www.notasperiodismopopular.com.ar, Revista Anfibia,
www.latabla.com, entre otros medios. Recoge gran parte de su trabajo en su blog
personal: www.hastaelnocau.wordpress.com.
Reportaje publicado en: http://www.cristinasada.com/primera/podemos-no-estar-de-acuerdo-con-maduro-pero-no-podemos-apoyar-a-una-derecha-violenta-entrevista-a-marco-teruggi/
Reportaje publicado en: http://www.cristinasada.com/primera/podemos-no-estar-de-acuerdo-con-maduro-pero-no-podemos-apoyar-a-una-derecha-violenta-entrevista-a-marco-teruggi/
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