domingo, 15 de enero de 2017

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO (FABULA)

LA GALLINA DE LOS HUEVOS DE ORO (FABULA)



Chiquillos y Chiquillas:

Érase una vez, en una tierra llamada Campeche, provincia de un reino llamado México, que una familia de pescadores de nombre Cantarell se quejaban a cada rato que sus redes salían del mar todas enchapopotadas.  Toco se lo mencionaron a un sabio que pasaba y que era entendido de lo que ocurría en las tierras que el mar cubría y este les dijo “son afluentes naturales, no se puede hacer nada”. 

El caso es que la noticia eventualmente llego a otros sabios que se llamaban “ingenieros petroleros” y que laboraban en menesteres de la cábala y alquimia en una hermandad llamada PEMEX.  Estos sabios  investigaron.  Después de mucho estudio y encantamientos y de verificar con el mismo diablo sobre lo que le había heredado al reino (según cantaba un poeta), más algunos pozos de exploración los sabios concluyeron que había una gallina milagrosa bajo el mar que cagaba chapopote y cuyos huevos eran de oro.  En honor a los pescadores, bautizaron la gallinita como Cantarell.

Eso fue en los sesentas.  Los sabios descubridores decidieron NO decirle a los gobernantes del reino sobre esta gallina pues sabían que estos eran puro ratero y pendejo.  Se guardaron el secreto por varios años.  Pero un día al reino se lo llevo la chingada (ocurría en cada final del sexenio que la moneda se convertía en mierda).  Los gobernantes tomaban medidas desesperadas para que “no nos volvieran a saquear” (a veces hasta lloraban en público y pedían perdón por ser tan pendejos y rateros). 

Ante tal situación, los sabios decidieron que tenían que revelarle el secreto a los rateros y pendejos gobernantes del reino. El rey entonces, un idiota llamado Jolopo I, celebro y hasta afirmo que “había que aprender a administrar la riqueza”, pues aunque cagaba chapopote, la milagrosa gallina también ponía huevos de oro.  Los habitantes del reino también celebraban y, por pendejos, decían “¡ya somos ricos!”

El descubrimiento de tal gallina atrajo la atención de los vecinos del norte de tal reino.  Estos eran unos pillos también que siempre deseaban explotar la riqueza del rico reino que estaba al sur.  Estos elucubraron mil maneras de hacerse de la gallina. 

Una solución es darle crédito ilimitado a los gobernantes del reino “al fin que los podéis pagar con huevos de la gallina”.  Y estos gobernantes del sur, predecían los del norte, son unos vulgares rateros que en su triste vida habían comido con manteca, se endeudarían a lo pendejo y no sabrían “administrar la riqueza”.  En efecto los brutos y rateros gobernantes del reino gastaron a lo pendejo y se enriquecieron usando el dinero que con mucho gusto les prestaban los del norte.

Eventualmente, al reino se lo volvió a llevar la chingada, la moneda se volvió mierda otra vez, y no podía ni pagar los intereses de sus deudas.  El gobernante mando a negociar la deuda a un archiduque de la selva (Silva = Selva y Herzog = archiduque) que, por lo prieto tenia de todo menos de austriaco y por lo bruto si parecía un chango bajado de un cerro enselvado. 

Y este fulano se presentó de rodillas ante el gobernante del norte besándole el escroto y le pidió que fuera buena gente y les ayudara a torear con la deuda la cual no podían pagar aunque la gallinita seguía en chinga.  Por supuesto que el del norte estaba dispuesto a ayudar, pero, lo que se tendría que hipotecar serían los huevos de la gallina.  Con tal de salir del hoyo se hipotecaron los huevos que la gallina ni siquiera había puesto todavía.

Entonces empezaron a joder a la gallina.  El rey (más bien reina) era un tal DelaMadrid y su gran chambelán era un enano pelón y orejón llamado el conde de Chupacabras.  Con tal de pagarle a los del norte el conde de Chupacabras (que era el que realmente gobernaba) ordeno hacer poner a ritmo salvaje a la gallinita.  Por “órdenes del pelón” la infeliz gallina tenía que poner hasta dos o tres huevos diarios o iba a acabar en sopa, amenazaba el pelón, el cual era conocido por ser muy asesino y bruto. 

El caso es que la gallina empezó a sufrir.  En cualquier momento se le atoraba el huevo en la cloaca o estos tenían la cascara rete delgada, no gruesita y de 18 quilates como eran al principio.  Pero ni así cedió el inmisericorde pelón orejón.  Había que satisfacer a los patroncitos güeritos chulos del norte, alegaba, y además esa riqueza no debería pertenecer a un país de indios jodidos decía el conde de Chupacabras.  La gallinita cada día estaba más débil.

Se llamaron a varios sabios.  Unos, extranjeros de una tierra llamada la Holanda, recomendaron que se le inyectara nitrógeno a la infeliz gallina, quesque ansina saldrían con más fuerza los huevos.  Otro, un sabio mexicano, el ingeniero Francisco Garaicoechea Pretinera, también diagnostico a la gallinita y dijo:

“Lo que pasa es que están forzando la producción…lo que hay que hacer es recuperar el gas natural que ella se pedorrea cada que pone un huevito…ese gas nomas se está quemando a lo pendejo y es un carajal… si se instalan unas compresoras en las plataformas arriba del nido de la gallina y se lo reinyectáremos a la gallinita esta pondrá mejor…y si, y denle tantita oportunidad de que se recupere…no la hagan poner tanto…hay que chiquearla y seguirá poniendo por décadas”

Pero no, los gobernantes no iban a oír a un mexicano (“¿Que puede saber más de petróleo y de gallinas un infeliz indio que un güerito holandés?”), no importa si el mexicano era Premio Nacional de Ingeniería Petrolera 1997, y decidieron irse con las recomendaciones de los holandeses güeritos y chulos. 

El caso es que para inyectarle nitrógeno tuvieron que hacer una plantota en la orilla que costo un carajal (le pidieron otro préstamo a los del norte para hacerla.  A los Cantarell les expropiaron su bohío con todo y papayas, coyoles, etc.  Y en esas tierras, antes paradisiacas, se construyó esa planta.

El caso es que los güeritos chulos que recomendaron la inyección de nitrógeno resultaron (con todo el respeto que se merecen estos patroncitos) ser puro pendejo.  El nitrógeno, cuya molécula (cuentan los sabios entendidos de la alquimia) es diferente a la del CH4 (gas natural) y jodio el yacimiento y además contamino el gas que salía.  Nunca se podría industrializar ese gas y no tenían más remedio que quemarlo a lo pendejo…como había advertido el sabio mexicano.  Pero eso sí, el sabio mexicano fue olvidado pues el gobierno de ese reino no quería reconocer que la había cagado prefiriendo a los güeritos chulos.

Como los habitantes del reino se preocupaban más por su panbol y rosa de Guadalupe que por la gallinita nunca se enteraron de como esos holandeses habían jodido a México.  Y como los habitantes del reino eran puro coyón pos México no le declarara la guerra a Holanda, por mandar a México puro pendejo.

La infeliz gallina siguió poniendo heroicamente.  Y los huevos que ponía, irremediablemente acababan en manos de los del norte pues los mandatarios de ese triste reino lo habían endeudado a lo pendejo.  Mientras, el pueblo de ese reino seguía todo dormido viendo su panbol y su rosa de Guadalumpen.  Y era además tan cobarde que nunca le reclamaría a sus gobernantes como torturaban a la gallinita, la cual con sus huevitos evitaba que los banqueros del norte cerraran todo el congal.

Pronto hasta el riquísimo yacimiento gasero de Burgos, el más grande de Norteamérica, lo entrego a los extranjeros un rey entoloachado y bruto llamado Burro Parado I.  La riqueza de Burgos  provenía de una milagrosa totola o guajolota subterránea que solía poner unos huevotes de platino.  Y los extranjeros en cuestión, unos baturros o probablemente gallegos por lo pendejo, también explotaron a lo bruto a la guajolota y se la acabaron.

¿Y qué paso con la gallinita?  Pues poco a poco la gallinita dejo de poner.  Un buen día puso un huevito, chiquito, de cascara muy delgada, e hizo cloc cloc unas cuantas veces y soltó una lagrimita y misericordiosamente murió.  Tristemente, el pueblo para el cual la gallinita heroicamente ponía fue tan idiota que nuca le intereso su salud y menos el hecho de que había muerto.  Y no faltaba el idiota que afirmaba "a mí la gallina esa nunca me dio ni un triste huevo" a pesar de que era ella la que mantenía a flote el congal.

Por supuesto, el día que un nuevo rey, Enrique el Rebuznante, anuncio que la gallinita había muerto y que ello era el pretexto para empobrecer más a sus súbditos entonces si esa bola de pendejos comenzó a chillar..

Colorin Colorado y este cuento se ha acabado.

Moraleja: los países que cuentan con grandes yacimientos y reservas probadas de pendejos inevitablemente acaban en el
des-Peña-dero. 


Mario Quijano Pavón


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