Respuesta a Emir Sader //
Verónica Gago (tomado de http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar )
He firmado el manifiesto impulsado contra el despojo de la comunidad Shuar. Verónica Gafo da una respuesta contundente a Emir Sader quien no solo nos desacredita si no que además nos indilga cuestiones de las que no hemos participado. Esta respuesta concierne a la actualidad de México por las formas que la izquierda, en particular Morena, la ha respondido y le responde a una interesante propuesta del EZLN sobre proponer una candidata mujer e indígena. Se trata de responder a cómo la llamada izquierda legalizada, de cómo esa izquierda electoral tratar de acusar, de desacreditar a aquellos que se movilizan por fuera del sistema pues saben que en ese sistema no encajan, estos movimientos son una anomalía que el sistema trata de extirpar.
Respuesta a Emir Sader por Verónica Gago
La acusación de Emir Sader (https://www.pagina12.com.ar/11094-a-los-intelectuales-latinoamericanos) a quienes firmamos el manifiesto impulsado contra el despojo de la
comunidad Shuar a manos de proyectos de minería megaextractiva y la persecución
de lxs militantes de Acción Ecológica es útil: explicita muchas de las razones
que contribuyen a lo que él dice querer evitar: la debilidad –envuelta en
soberbia– de lo que fueron o son los llamados “gobiernos progresistas” y de
muchos de los intelectuales que se consideran orgánicos a ellos. Veamos los
puntos:
1) El lugar en el que ubica a las luchas
sociales por el territorio y por la vida. Él dice: “Más allá de la justicia o
no del reclamo, más allá de la mayor o menor importancia del tema”. El
menosprecio que implica ese “más allá de la justicia” y el lugar en el que intelectuales
como Sader creen ocupar para marcar ese más allá, que no es más ni menos que el
lugar del calendario electoral ubicado como instancia superior, reitera una vez
más cómo los conflictos y las luchas concretas sólo son nombradas o convocadas
cuando refrendan la legitimidad de un gobierno. Y cuando no contribuyen a tal
propósito, además de poner en duda su “justicia” o de relativizar el peso de
esa “justicia” con relación a una escena supuestamente “mayor”, son reducidas a
un mero “tema”. De nuevo: el desprecio a las luchas concretas no es más que una
pirueta para no discutir la articulación de los gobiernos con la trama de
negocios con las multinacionales y el modo en que eso se traduce en violencias
concretas para comunidades concretas. No se pide un purismo a los gobiernos
llamados progresistas, sino un balance político sobre los efectos concretos que
se esconden una y otra vez en nombre de la “soberanía nacional”.
2) El tiempo en el que ubica a las luchas
sociales por el territorio y por la vida. Dice Sader que en las inminentes
elecciones presidenciales en Ecuador de lo que “se trata es del futuro del
país”. ¿Debemos entender que las luchas que piden un acompañamiento y un
pronunciamiento público complotan contra el futuro? La culpabilización a los
movimientos y a las organizaciones que no se cuadran es bien jodido: justifica
su criminalización en nombre de una soberanía abstracta y a futuro, justifica
en el presente la avanzada neoextractiva depredadora. Pero aún de modo más
irónico, Sader dice que la eventual victoria del candidato opositor al
oficialismo representará “la devastación de la Amazonia y de los pueblos que la
habitan”. Es llamativo cómo ese “tema” le interesa sólo a futuro y como
argumento a favor del voto del candidato que apoya Correa (es gracioso incluso
que advierta sobre la amenaza que viene con la palabra “desmonte” de todo lo
conquistado).
3) La acusación a la construcción de alianzas y
redes de apoyo. Sader habla a los intelectuales (en masculino, por supuesto).
Con eso, primero desprecia a las organizaciones y luchas que son las impulsoras
del manifiesto. Luego, explica que lxs firmantes o estamos engañadxs o tenemos
mala fé o somos hipócritas porque la ecuación es simple: apoyar a las luchas en
los territorios es hacerle el juego a la derecha y debilitar al gobierno (a
escala regional). En América latina, ese binarismo logró congelar durante
bastantes años las posibilidades de discusión, imposibilitó a muchas luchas
tener un lugar sin quedar subsumidas en si estaban a favor o en contra de los
gobiernos. La ofensiva conservadora y neoliberal de la región que estamos
presenciando se debe en parte al modo en que esos espacios de debate internos,
de escucha a los movimientos, de crítica no canalla fueron desconocidos,
despreciados y, en muchos casos, perseguidos. Al modo en que se disciplinó
desde arriba toda crítica a las articulaciones problemáticas entre
neodesarrollismo, neoliberalismo y neoextractivismo. Que ahora se insista de
nuevo en culpabilizar a la crítica de las derrotas electorales es, ni más ni
menos, lo que permite una vez más quedar a salvo y dejar intocado un modo de
pensamiento político que ya mostró sus límites.
4) La “ultraizquierda” como causa de la derrota
progresista. Este argumento, que acusa de complot y de instrumentalismo a las
alianzas entre movimientos e intelectuales críticxs, con el sólo propósito de
una posición “aventurera” que busca conseguir un lugar en el campo político, no
sólo es mezquina (se atribuye la famosa hegemonía del espacio político), sino
que sobre todo pone a la crítica como “causante” de un amplio rechazo –que aún
no se termina de discutir a fondo- de la legitimidad de los gobiernos
progresistas, evitando así problematizar en serio las causas de las sucesivas
“derrotas”. Esto implica no sólo la infantilización del electorado de distintas
clases sociales, sino también el desconocimiento de cómo operan fuerzas
bastante más complejas: las iglesias contra la llamada “ideología de género”,
las finanzas como formas de explotación a las economías populares, las
concesiones a las multinacionales como expropiaciones directas a las
comunidades, etc.
5) Lo que Sader llama “la disputa
mayor del continente” es claramente el modo retórico de defensa abstracta a
algunos gobiernos. Que para hacerlo tenga que despreciar a las luchas concretas
y atribuirse el “ser de izquierda” (en este caso como sinónimo de defender el
oficialismo en Ecuador) revela uno de los mayores problemas del progresismo: el
desprecio a las fuerzas sociales que no se encuadran y que cuestionan los
cimientos neoliberales que el progresismo en el poder no se animó a confrontar.
El texto de Sader revela un modo de argumentar más amplio que es incapaz de dar
lugar a una verdadera discusión sobre los efectos perversos y violentos de las
formas de articulación entre capital y Estado en el ciclo de los gobiernos
llamados progresistas. Este cierre revela bastante de sus recientes derrotas.
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