El colapso interminable por Franco "Bifo" Berardi
El centésimo aniversario de la
Revolución Soviética coincidirá
probablemente con el colapso global. La recuperación anunciada con
frecuencia no llega, y una ola derechista con trasfondo racista está en
ascenso.
El colapso del capitalismo será
interminable y enormemente destructivo, siempre y cuando no emerja una nueva
subjetividad y no se desarrolle un modelo social diferente. La subjetividad que
en el siglo XX fue expresada por los movimientos de los trabajadores, hoy
aparece tan desintegrada que no podemos imaginar ninguna recomposición posible
en un futuro próximo.
Los levantamientos anti
financieros de 2011 no lograron revertir la ruta del saqueo financiero, y los
partidos de izquierda europeos aceptaron las políticas de austeridad, aunque
esta traición sea probablemente la que provoque su derrota final.
Las dinámicas que condujeron al
ascenso del nazismo y luego a la Segunda Guerra Mundial están atrás. Los
partidos nacionalistas contemporáneos se hacen eco de lo que Hitler les dijo a
los empobrecidos trabajadores alemanes: ustedes no son trabajadores derrotados
y explotados, ustedes son guerreros y ganarán. No ganaron, pero destruyeron
Europa. No ganarán tampoco ahora, pero están a punto de destruir el mundo.
El progresivo empobrecimiento de
la sociedad no es una necesidad natural sino la consecuencia de las políticas
de acumulación de las finanzas. El modelo neoliberal se implementa a sí mismo
por fuerza del automatismo, mientras el consenso se va derritiendo. La edición
de The Economist de julio de 2016 contenía una nota, “Anarquía en el Reino
Unido”, donde admitía la bancarrota de la globalización neoliberal. Los
síntomas son visibles: estancamiento, sobreproducción y luego deflación;
recesión al acecho.
Las fuentes del estancamiento y
del desempleo –saturación del mercado y como consecuencia la reducción
necesaria del tiempo de trabajo- no son tendencias inherentemente negativas en
sí mismas. Por el contrario, desde la perspectiva de la utilidad social esto
prueba que la era de la escasez ha terminado y que es inminente la emancipación
del tiempo humano del trabajo alienante. El fundamento material ahora
existe por la gente que consagra su
tiempo al cuidado de los otros, el cuidado de sí mismo, la educación, y otras
actividades fuera del mercado.
El capitalismo, sin embargo, es
semióticamente incapaz de implementar las potencialidades inherentes al
conocimiento y a la tecnología: su dinámica tiende de hecho a contener esas
potencialidades dentro de las viejas infraestructuras de crecimiento y acumulación.
En consecuencia, transforma las potencialidades de conocimiento y tecnología en
factores de escasez y destrucción.
Esta distorsión ha empobrecido a
la sociedad europea y está dando rienda suelta a una reacción antiglobal que
está alimentando resentimiento, fascismo y guerra. ¿Qué sucederá después?
1917 no sucederá otra vez
El Palacio de Invierno está vacío
en la era del poder bioinfopolítico. Pero debemos reconsiderar 1917, porque la
Revolución soviética estableció el paradigma que presidió el panorama político
de los últimos cien años: la clase obrera organizada por la vía de los partidos
políticos como parte de una vanguardia social, que busca la toma por la fuerza
del poder central y para volcarlo en contra de la clase capitalista. La visión
que Lenin expresó en sus escritos (en particular en ¿Qué hacer?): una
estrategia militar para la lucha de clases. Este movimiento táctico permitió al
partido bolchevique tomar el poder por la fuerza, pero este fue también el
error estratégico de Lenin, y quizás su crimen. El partido leninista dio
nacimiento a un Estado y a un ejército, pero la determinación de Lenin
convirtió a la lucha de clases en guerras, sofocando de ese modo los procesos
de autonomía revolucionaria en Alemania, en Italia, e inclusive en los Estados
Unidos, donde la IWW (Industrial Workers of the World) estaba expandiendo su
organización social.
Con el propósito de ganar la
guerra desatada por la revolución leninista, el capitalismo occidental fomentó
el fascismo en contra de la clase obrera.
Sabemos la historia de lo que
pasó: el comunismo soviético y el capitalismo angloamericano fueron forzados a
aliarse. Y luego la democracia derrotó a la Unión Soviética. En la segunda
mitad del siglo pasado, la democracia emergió como la mitología ganadora, pero
su triunfo no fue el último. La reforma
neoliberal arrancó cancelando la democracia en Chile, el 11 de septiembre de
1973, y siguió anulando la democracia en todo el mundo (incluyendo a Grecia en
julio de 2015). La dictadura de la abstracción por encima de la vida concreta
emergió bajo la etiqueta de la gobernanza neoliberal, la cual se instaló más o
menos pacíficamente hasta los comienzos de los años noventa. A partir de la
crisis de la burbuja en marzo de 2000 y el nuevo 11 de septiembre en el primer año
del nuevo siglo, el panorama internacional se ha fragmentado en innumerables
identidades en conflicto que ahora están a punto de explotar en una guerra
civil global.
Colonialismo e internacionalismo
Zbigniew Brzezinski, consultor
del presidente norteamericano Jimmy Carter, escribió libros importantes sobre
el panorama de la política mundial. En 1993, publicó Fuera de control:
Confusión mundial en vísperas del siglo XXI, un libro en el que subvierte el
optimismo prevaleciente en este período y predice una proliferación
incontrolable de conflictos de identidades.
En una reciente edición de The
American Interest, Brzezinski publicó un ensayo titulado “Hacia un
realineamiento global”. No obstante el insípido título, el artículo contiene
una consideración dramática que puede ser resumida como sigue: después de
siglos de dominación y violencia colonial, las antiguas colonias demandan la
restitución moral y económica a lo que Occidente se muestra renuente e incapaz
de pagar. La deuda histórica concreta que tenemos con aquellos que hemos
explotado no puede ser pagada porque estamos obligados a pagar nuestras deudas
financieras abstractas.
El ensayo de Brzezinski tiene un
estilo elegante, pero sus palabras son terribles e inequívocas. Amerita ser citado con detalle:
La atención especial debería
estar focalizada en las masas impulsadas políticamente de modo reciente desde
el mundo no occidental. La memoria de las largas políticas represivas está
alimentando, en gran parte, a un repentino y muy explosivo despertar energizado
por los extremistas islámicos de Medio Oriente, pero lo que está sucediendo hoy
en Medio Oriente puede ser el comienzo de un fenómeno más amplio que surge de
África, Asia, y también de los pueblos precoloniales del hemisferio Este.
Las masacres periódicas de sus no
tan lejanos ancestros a manos de colonizadores y de sus socios buscadores de
riquezas, en gran medida provenientes de Europa occidental (países que hoy son,
aun tentativamente, mucho más abiertos a la cohabitación multiétnica), dentro
de los pasados dos o muchos más siglos, consistieron en la masacre de pueblos
colonizados en una escala comparable con los crímenes de la Segunda Guerra
Mundial Nazi: literalmente comprende a cientos de miles y hasta millones de
víctimas. La autoafirmación política, marcada por el ultraje retardado y el
dolor, es una fuerza poderosa que ahora está apareciendo, sedienta de venganza,
no solo en el Medio Oriente islámico sino también, es probable, más allá de
estos territorios.
Durante el siglo XVI, debido
principalmente a las enfermedades traídas por los conquistadores españoles, la
población del imperio azteca –el actual territorio mexicano- disminuyó de 25
millones a aproximadamente un millón de habitantes. De modo similar, en América
del Norte se estima que el 90 por ciento de la población nativa murió durante
los primeros cinco años en contacto con los colonos europeos, principalmente
como consecuencia de las enfermedades. En el siglo XIX, varias guerras y
reasentamientos forzados mataron a 100 mil personas. En la India, entre 1857 y
1867, se sospecha que han matado más de un millón de civiles como furiosa
represalia por la rebelión india de 1857. La Compañía Británica de las Indias
Orientales utilizó la agricultura de la India para cultivar opio, forzando en consecuencia
como resultado en la China la muerte prematura de millones, sin incluir las
bajas chinas impuestas directamente en la Primera y Segunda Guerra del Opio. En
el Congo, donde estaban los bienes personales de Leopoldo II, el rey de
Bélgica, 10 y 15 millones de personas fueron asesinadas entre 1890 y 1910. En
Vietnam, investigaciones recientes indicarían que entre uno y tres millones de
civiles fueron asesinados desde 1955 hasta 1975.
Así como los musulmanes del
Cáucaso, desde 1864 y 1867, el 90 por ciento de la población circasiana fue
violentamente expulsada de su territorio y entre 300.000 y 1.5 millones también
muertos por hambruna o fueron asesinados. Entre 1916 y 1918, decenas de miles
de musulmanes fueron ejecutados cuando 300.000 musulmanes turcos fueron
obligados por las autoridades rusas a atravesar las montañas de Asia Central y
China. En Indonesia, entre 1835 y 1840, los ocupantes holandeses mataron
alrededor de 300.000 civiles. En Argelia, a lo largo de los 15 años de guerra
civil, entre 1830 y 1845, la brutalidad francesa, el hambre y las enfermedades
mataron 1,5 millones de argelinos, casi la mitad de la población. En la vecina
Libia, los italianos enviaron a cirenaicos por la fuerza a campos de
concentración, donde se estima que han muerto de 80.000 a 500.000 personas
entre 1927 y 1934.
Más recientemente, en Afganistán,
entre 1979 y 1989, se estima que la Unión Soviética debe haber matado alrededor
de un millón de civiles; dos décadas más tarde, los Estados Unidos han matado
26.000 civiles durante sus 15 años de guerra en Afganistán. En Irak, 165.000
civiles han sido asesinados por los Estados Unidos y sus aliados en los últimos
13 años. (La disparidad entre los números reportados de muertes infligidas por
los colonizadores europeos, comparados con los de los Estados Unidos y sus
aliados en Irak y Afganistán, pueden deberse en parte a los avances
tecnológicos que resultaron en un uso más productivo de la fuerza y en parte
también como un cambio en el clima normatizado mundial.) Tan chocante como la
escala de estas atrocidades es cuán rápido Occidente se olvidó de ellas.
Estoy de acuerdo con el
diagnóstico de Brzezinski, pero olvida decir que en el siglo XX surgió el
internacionalismo como un camino de advertencia sobre las características del
conflicto global que describe. Solamente el sentimiento internacionalista de
los obreros podría evitar un baño de sangre internacional. Pero el comunismo ha
sido derrotado, y el camino internacionalista fue disuelto. Enfrentamos ahora
una guerra de todos contra todos para el beneficio de nada.
Subjetividad deprimida
Después de la disolución del
comunismo, la mitología de la competencia y las grandes ganancias sin límites
sacó ventaja. Pero después de 30 años,
esta mitología cayó totalmente en bancarrota. La subjetividad de Occidente está
furiosamente deprimida, y Jonathan Frazen explica el porqué:
La gente viene a este país por
algo de dinero y de libertad. Si usted no tiene dinero, usted aferra a sus
libertades toda su furia. Aún si fumar lo mata, aún si usted no puede mantener
a sus niños, aún si sus niños son derribados por maníacos armados con rifles de
asalto. Usted puede ser pobre, pero la única cosa que nadie puede sacarle es la
libertad de joderse la vida por cualquiera sea el camino que usted quiera. Esto es lo que Clinton dilucidó, que nosotros
no podemos ganar las elecciones marchando en contra de las libertades
individuales. Especialmente no contra las armas, en realidad.
La promesa del éxito económico se
cumplió solo para una pequeña parte de la sociedad. Para los perdedores
significó precarización, neuro-explotación, baja de los salarios y más trabajo.
Pero los perdedores están reclamando sus libertades personales, y en los
Estados Unidos esto significa, primero y por encima de todo, la libertad para
guardar armas y resistir con ellas.
Con la disolución de la visión
internacionalista, cada uno regresa al clan, étnico o virtual, y cada uno se
prepara para protegerse a sí mismo contra la próxima invasión. Después del
abandono del horizonte universal de la modernidad iluminada, las subjetividades
en conflicto ahora se mantienen unidas por la fe en sus pertenencias.
Programa
Mientras que la actividad mental
es capturada por la economía, y el grueso del trabajo actual es semiótico, la
reflexión es absorbida y asimilada y reducida a trabajar. En el pasado, el
obrero no estaba mentalmente comprometido en sus tareas de modo directo. Los
semio-trabajadores actuales, sin embargo, están obligados a comprometer sus
facultades mentales en los procesos automáticos de producción.
Solo una fractura en el
sometimiento de la conciencia cognitiva sobre el paradigma de la competencia
puede abrir ahora un proceso liderado por una auto-organización de trabajo
cognitivo autónoma. La emancipación del conocimiento-fuerza representa la única
oportunidad de derrotar el sistema neuro-totalitario en su producción.
La tarea del futuro es reinventar
el proceso de subjetivación. Esta reinvención debe partir desde las extendidas
condiciones de padecimientos mentales, y desde el descubrimiento de niveles
nuevos de acción política. El concepto de programa ha estado mucho tiempo
instalado en el núcleo de la acción política. La palabra “programa”, en el
siglo pasado, se refería a un conjunto orgánico de proyectos que imponían las
políticas al cuerpo social. Ahora, deberíamos pensar en un “programa” en
términos de un software social: un algoritmo basado en las necesidades sociales
y dirigido al bienestar social, en oposición al algoritmo financiero
prevaleciente en la actualidad. Solamente un algoritmo por la emancipación
puede reemplazar al actual algoritmo de la explotación financiera.
La programación (en el sentido de
un software para el proceso productivo) es la actividad específica de los
trabajadores cognitivos. La autonomía de las prácticas de programación es el
proyecto político que debemos perseguir. Pero sabemos que la autonomía de las
prácticas presupone la autonomía del sujeto.
En Silicon Valley global,
millones de trabajadores cognitivos están diseminados mundialmente: esta es la
subjetividad que puede subvertir la dictadura financiera.
Nosotros debemos ver en Silicon
Valley global lo mismo que vio Lenin en la fábrica Putilov en 1917, lo mismo
que vieron los rebeldes del movimiento autónomo italiano en la planta Mirafiori
de Fiat , en la década de 1970: en el núcleo del proceso de producción, en el
lugar donde se ejerce el máximo nivel de explotación, es donde puede
desencadenarse el más elevado potencial transformador.
Mientras las políticas actuales
son impotentes y los Estados-nación no pueden controlar los flujos
semio-financieros, Silicon Valley global ha reinstalado a los gobiernos del
pasado. Sin embargo, Silicon Valley global no es un lugar sin conflictos: en
sus plantas desterritorializadas, millones de trabajadores cognitivos pueden
desarrollar una nueva forma de concientización y una nueva dinámica social
basada en la reducción del tiempo de trabajo, en la recuperación de los
salarios y en la implementación completa de la tecnología y la automatización.
El desafío es crear esta
concientización entre los trabajadores cognitivos: desde sus padecimientos
mentales puede surgir un despertar ético. Y en el despertar ético de millones
de ingenieros, artistas y científicos yace la única posibilidad de advertir una
regresión aterradora, cuyos contornos entrevemos a nuestro alrededor.
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