Diario de Meargarrita Kamala de Calde-ron - 002
--¡Felipe! ¡Ya
ni la chingas! –le grite a mi marido que estaba durmiendo la mona borracho en
medio de un charco de orines en la sala de nuestro taunjaus en Boston.
Mi chaparrito ni contesto y seguía roncando. Exasperada, llame al general Balarrasa, el
encargo del piquete de EMP’s que nos custodia.
--General, por favor llévese al presidente al patio y
denle unos manguerazos. No lo quiero así
en mi cama.
--¿Va a querer que lo despertemos señora? Don Joaquín (Guzmán Loera) nos mandó talquito
del bueno, sin cortar.
--¿Ya lo probo general? –pregunte intrigada pues a
veces, sí, me gusta darme mis farolazos pues me pone jariosa.
--Pos sí, es cosa de seguridad, señora, usted
sabe. Los muchachos se zamparon bastante
pero todavía queda medio kilo. Alcanza
para despertar al señor presidente.
--No, general, nomás guárdeme tantito. Hoy hay nuevo capítulo de la rosa de
Guadalumpen y cada que lo veo me pongo rete sentimental y un poco de talquito
me ayuda a volver a estar ecuánime.
--Con todo respeto, señora, ¿usted extraña a México
verdad?
--No tanto a los mugrosos, general, pero si la casa de
mis padres en Ayapango. Felipe le metió
harto dinero del erario para mejorar el ranchito.
--No, pos si –contesto el general que bien sabía que
“el ranchito” hacia palidecer al rancho de Bush en Hellville, Texas.
Acto seguido los EMP’s arrastraron a mi marido al
patio para manguerearlo y me quede solita.
Me quede sola en la cocina tomando un café con piquete (ni modo, vivir
con borracho tanto tiempo me hizo que también me gustara el alcohol) y me puse
a revisar las cuentas de la casa, las cuales yo llevo. A Felipe el gobierno le paga, por sus
heroicos servicios a la nación, como un millón de pesos mensuales además de que
le cubren el costo de los EMP más los 120 parásitos que tiene como
“asesores”. El tanjaus este nos lo
compro Iberdrola y esos gachupines pagan el agua y la electricidad.
Boston es rete caro de por sí y en invierno cuesta un
ojo de la cara calentar este jacal. Yo
hubiera preferido que nos quedáramos en México, en Ayapango, pero Felipe
insistió en venirnos aquí:
--Si Jarvar me contrato es porque es en verdad una
universidad patito donde le dan título a puro pendejo si su papi puede pagar
las colegiaturas que son las más caras del planeta –explico Felipe--. Es por eso que es para ellos un gran honor
contar conmigo. Ya ves que soy un líder
reconocido y admirado mundialmente. Y si
estoy entre su facultad pues Jarvar puede cobrarle aún más a los padres de
familia.
--O sea, Felipe, ¿tú crees que los gringuitos vienen a
estudiar a Jarvar es porque saben que aquí das clases?
--Exacto mujer.
Eso me lo dijo el mismísimo presidente Bush así que no lo dudo.
Bueno, volví a mis cuentas y empecé a mentar
madres. Aun con la pensionsota y lo que
Felipe percibe de lo que se robó y metió a las Islas Caimán, las cosas no iban
a perdurar. Felipe se tomaba toda una
cantina a diario y nomas quería chupar fino.
Tenía que hacer algo, urgentemente.
Me zampe unas líneas que me dejo Balarrasa y me puse a cavilar.
Después de mucho pensar llegue a ciertas
conclusiones. Es un hecho que mi marido
ha de tener hígado de cosaco y no se va a morir pronto. De ahí que o bien le doy chicharrón y me
quedo yo solita con la pensionsota o bien busco que me elijan presidenta y así
me toca mi propia pensión.
Jijos, la magnitud de lo que contemplaba, matar a mi
marido, me dio ñañaras pero fue solo por un momento. Después de todo he tenido años limpiando
borracho. Es cosa de que me haga
justicia la revolución.
Seguí meditando sobre como matar a Felipe. Era obvio que los del EMP no iban a
cooperar. Ganan unos sueldotes por andar
zampándose talquito, echar la hueva, y manguerear borracho. Necesitaba un aliado. Inevitablemente, mi mano saco de mi bolsa el número
de cel de Cletus, el negro que me había mostrado su racimote en el subway.
--¡Hola mi morenote!
--Say what?
Decidí que tenía que hablarle en inglés.
--Aiyam Meargarrita.
Yu shou yur racim tu mi on da subway.
--Fuck bitch! I can’t understand you! Hey!
Wilson! You portorrican right? Talk to this bitch for me!
Oí como le paso el cel a un boricua.
--¿Alo? ¿Qué
desea?
--Ah, usted habla cristiano. Mire, quería hablar con Cletus, el moreno del
racimote.
--¿Está usted con calentura? Ya no suena niña. ¿Todavía aguanta?
--Bueno –me reí nerviosa—algo, aunque cada día estoy más
jamona.
--No importa, mientras usted tenga “cangrejera”.
--¿Y eso que es?
--¡Carajos!
Cangrejera es cuando una nena tiene control muscular allá abajo.
--¡Cómo se atreve!
¡Grosero! ¡Soy una mujer casada!
--¿Entonces para que llama a Cletus? Sepa que sí, el negro porta del 15, you know,
y hasta lo contratan para los rollos porno y puede hasta satisfacer hasta
yeguas. ¿Quiere que la folle Cletus en
un rollo triple equis?
--¡No, insolente!
¡Esto es asunto de negocios!
--Ah, ya entiendo. ¿A quién hay que matar?
--A mi marido.
--Le va a costar, ¿tiene plata?
--Puedo pagar un kilo de talquito, sin cortar.
--¿Sin cortar?
¿Nose candy sin cortar?
--No sé qué carajos es eso de nous candi. ¡Estoy hablando de talquito, la bruja blanca,
cocaína!
--Cállese palurda que la puta DEA nos vigila.
--¿Y bien, aceptan?
--Tenemos que hablar en persona, señora. ¿Su marido es de renombre?
--Pues sí. Es
por él que Jarvar cobra tan caro.
--¡Ay cabrón!
Pues que entonces sean dos, perdón, cinco kilos de nose candy el costo
del “hit”.
--¿Jit? ¿Qué
tiene que ver el béisbol con esto? No me salga con que juega béisbol con el
peje porque le cuelgo ahora mismo.
--No mujer, me refiero al contrato para hacer el
trabajito.
--Bien, cinco
kilos de talquito. Pero no anden
subiendo luego el precio.
--Ah, y nos entrega dos kilos por adelantado. Le voy a dar un número de cel al que puede
llamar para concertar una cita. Es un
throwaway. Llame en dos semanas pues
Cletus y yo y el resto de sus homies vamos a Milán a estudiar el renacimiento.
--¿Qué es eso de trouaguey?
--Un celular desechable. Válgame mi señor Macumba. Usted está rete pendeja ¿verdad?
El boricua me dio el teléfono y colgo. Estuve un tiempo meditando lo que iba a
hacer. No hay de otra, pensé, la
situación con Felipe era insostenible.
Iríamos a la ruina financiera si seguir chupando al tren que
acostumbra. Marque otro número, uno que
tenía memorizado y que había jurado nunca escribir.
--Hola. Viva
Cristo Rey. Dominus vobiscum.
--Te pellizcum –contesto la voz dando la respuesta
correcta.
--Soy Isabel la Católica –dije dando mi apodo en el
Yunque.
--A sus órdenes, señora.
--Necesito cinco kilos de talquito, sin cortar.
--Va a estar complicado.
--Eso no es mi problema.
--Deje ver como se los junto, señora.
--Que sea lo más pronto posible.
--Toca la casualidad que el hermano putito, el de los
Pinos, tiene visita a la ONU en dos días.
Subiré el talquito a su avión presidencial. Los gringos no lo revisaran. Una vez en Nueva York un correo se lo llevara
a su domicilio.
--Bien, no me fallen (click).
(Continuara)
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