Nota: esta es una novela en proceso de ser escrita. Hay 23 capitulos ya y aqui los ire subiendo (abusando de la hospitalidad de Victor). Tambien los pueden encontrar en http://elsoberanodeanahuac.blogspot.com/ Esta novela es la continuacion de El Secreto del Moro. Si desean el PDF de esa novela tan solo escriban un correo a donmenfis@gmail.com y se los mandare.
Ciudad de Mejico – Tenochtitlan – 1683
Ciudad de Mejico – Tenochtitlan – 1683
Nos
encontramos en un triste caserío en las afueras de la Ciudad de México. Varios canales cruzan el lugar, recuerdos tan
solo de la Venecia indígena que había encontrado Cortes. Al final de una calzada se encuentra una
casona rodeada de ahuehuetes. La casa
esta media derruida y porta el blasón de un “noble de indias”, es decir, de algún
príncipe o cacique indígena que se había aliado con los españoles y a cambio la
corona había reconocido su nobleza. Si
alguna vez fue prospero el lugar hoy ya no lo es. Los que pasan frente a la casona lo hacen de día
y con premura pues se dice que hay aparecidos y almas en pena que ahí habitan.
Josef
Rubio llego al lugar a bordo de una trajinera que lo dejo en un pequeño muelle
atrás de la casona. Sin preocuparse de
aparecidos o almas en pena Rubio penetro en la casona.
--Tened esto –indico Josef Rubio mostrando los pedazos
de papel amate que había juntado en la oficina del inquisidor.
Ante él se encontraba una mujer de piel cobriza, nariz
aguileña, pelo de azabache, guapísima, y con un mirar hipnótico. Vestía huipil a la usanza indígena y se
encontraba ante un fogón rodeada de alambiques y botellas.
La mujer tomo en sus manos los papeles y produjo una
lupa. Se acercó a una ventana donde se filtraba la luz solar y examino con sumo
detenimiento los papeles mientras murmuraba quedamente en mexicano.
--Es todo lo que pude encontrar –explico Rubio.
--Lástima –dijo finalmente la mujer--. La antigüedad de algunos de estos papeles es
innegable.
--¿Qué tanto?
--¿Veis este glifo?
Si no me equivoco se refiere al año diez caña –la mujer comenzó a usar
un ábaco que había llegado en la nao de China--. Es decir, según la cuenta larga, se refiere
al año 732 de la era cristiana.
--Entonces ellos sí estuvieron ahí, en la Inquisición.
--¿La hermandad blanca? Por supuesto –sonrió la mujer--. Eran los juaninos que habían arrestado.
--Eso explica porque el rey coyote asalto el palacio
del santo oficio.
--Ahora es cuestión que establezcas donde se encuentra
el deposito principal de estos manuscritos.
--¿Por qué os debo de decir? –dijo Rubio agarrándola
de la cintura.
La mujer sonrió y elegantemente se salió de sus manos.
--Porque sé que no me negaríais nada.
--¿En verdad? Asumís
que soy vuestro juguete.
--Yo no tengo que asumir nada, mi querido Josef –dijo
la mujer pasando una mano elegante por su rostro--. Soy tu soberana, ¿no es así?
Ante esa caricia, Josef le agarro la mano y la empezó
a besar febrilmente.
--¡Maldita sea!
¡No sois tal! ¡Sois mi diosa!
La mujer se rio.
--Si estoy tan segura de vuestro amor es porque vos sabéis
que estoy muy cerca de encontrar a la Xiuhcoatl.
--Citlaltzin, me habéis embrujado. ¡Soy vuestro esclavo! ¡Me importa un bledo la Xiuhcoatl!
--No necesito esclavos –dijo quedamente la mujer
mientras se soltaba el huipil--.
Necesito un paladín. Tal vez vos
no entendéis el poder de la Xiuhcoatl.
España sería erradicada de estas tierras si estuviera en mis manos.
--Sois ambiciosa.
Soñáis lo imposible.
--Os he demandado lo imposible, Josef. Y no estaríais en mi presencia si dudara que
estaréis dispuesto a hacerlo.
Amaranta se desprendió de sus ropas. Josef la vio extasiado.
--Atendedme, Josef, y atizad, si, vuestra lujuria
–dijo sonriendo la mujer--. Los dioses
gozan de la pasión humana. Pero también
de nuestra sangre, que es lo que la impulsa.
La mujer tomo un cuchillo finísimo e hizo un corte en
su mano y dejo caer su sangre en un plato frente a un idolillo.
--¿Veis esta sangre?
Es la misma sangre que corría en las venas del emperador Cuitlahuac, el
soberano que derroto a Castilla en la noche triste. Si los Ixtlixochitl presumen que su sangre
les da potestad sobre esta tierra la mía no es menos valiosa. Y sí, soy ambiciosa. Pero, ¿Qué queréis? Es mi destino. Y sabed que si los dioses todavía me
prefieren es porque mi sangre es poderosa y con gusto se las ofrezco.
--Sois bruja y tenéis pacto con el demonio. ¡Pero tal me importa un bledo! –juro el
jesuita hincándose frente a ella y besándola--.
Si he de ir al infierno lo hare gustoso por haber tenido vuestros labios
en mis labios.
--Venid, mi paladín –sonrió la mujer--. Hacedme el amor y condenaos.
Un tiempo después el chipi chipi de la lluvia del altiplano
había comenzado. La pareja se encontraba
abrazada para mantener su calor.
--¿Así que Santa Cruz quiere El Caracol? –pregunto
Amaranta.
--En efecto.
--¿Por qué es tan importante ese libro?
--La monja… --comenzó a explicar Rubio.
--Sor Juana…
--Sí, sor Juana, lo ha usado para predecir donde
estará un nuevo planeta.
--¿En verdad?
--Tal es lo que hemos inferido.
--Es decir, Sor Juana ha demostrado la veracidad de
Kepler –concluyo Citlaltzin--. ¿Vos la
conocéis Josef?
--Poco. He
acompañado al arzobispo al convento.
--¿Es guapa?
--Por la cara, que es lo único que se le ve, sí. Ah, y es bastante alta y muy elegante en su
porte. Se dice que su rostro no desluce
ni desaíra el garbo.
--Ah sí, ya la coloco
Escribió los empeños. Hice que me
llegara una copia y me he deleitado leyéndolos.
Hay quienes adoran deidad en el ídolo que formaron.
--Eso se rumoraba del inquisidor Montoya, que la amaba
en secreto –murmuro quedamente Josef--.
Mi señor el arzobispo Aguiar quería que se le arrestara y Montoya se
opuso y hasta fue insolente.
--¿Tanta pasión desato esa monja? Poderosa ha de ser. ¿Es tal vez masculina? Hay rumores.
--No me atrevo a decir tal cosa. ¿Acaso buscaríais seducirla?
--No sería la primera mujer que tal hago.
Josef hizo un gesto de fastidio.
--No me habléis más de Sor Juana o de ese libro.
Citlaltzin sonrió e intento posar su mano en su
cara. Rubio la tomo y la beso limpiando
con su boca la sangre junto al corte.
--Josef, necesito ese libro. Es la clave de este embrollo.
--Y mañana lloverá igual que hoy. Y las trajineras recorrerán la laguna. Y el santísimo seguirá crucificado.
--Y vos solo queréis amarme.
--¡Si! ¿Qué
diablos más queda por hacer? La muerte
es nuestro sino. Lo poco que tenga de
vida lo quiero vivir adorándote.
--Si en verdad me queréis tendréis tal vez que
sacrificarme.
--¿De qué diablos habláis Citlaltzin?
--Los dioses son crueles pero justos. Si os pongo en vuestras manos la Xiuhcoatl os
daré los medios de liberar a mi patria. Pero
el precio será mi vida, ¿entendéis?
--Lo dicho.
Sois una bruja. Pero no
necesitareis hacerlo. Tan solo es cosa
de encontrar su libro. Es la clave de
todo este embrollo.
--Bien, suponed que obtenéis el Caracol que escribió
sor Juana. ¿Qué gana Santa Cruz con
ello?
--Diablos si sabré –admitió Rubio.
--El libro lo tiene el francés –explico
Amaranta--. Tal me ha sido
revelado. Y el francés todavía está en
la Nueva España. No es tan fácil salir
de ella.
--Entonces lo encontrare.
--El francés no actúa por sí solo. Es un instrumento. Sirve al papa, ¿entendéis? El papa teme al contenido del Caracol.
--¡Ah maldito! –juro Rubio incorporándose.
--¿Comprendéis lo que está en juego?
--Lo que me está quedando muy claro es que Santa Cruz
es más ambicioso de lo que me había imaginado.
¿Podemos usarlo?
--Hasta cierto punto.
Una vez que tengamos la Xiuhcoatl nada más nos detendrá. Ni siquiera Santa Cruz podría oponérsenos.
--Entonces, me avocare a buscar al francés. No puede ser que un europeo que habla mal el
español se pueda hacer ojo de hormiga.
--No, sobre todo si está herido.
--Sabéis mucho.
--Los dioses me confían cosas –sonrió la mujer--. Mi sangre, os repito, es el único alimento
que les cae hoy.
--En tal caso decidles que revelen donde esta Aramis.
--Tal harían pero tendréis que darles algo de sangre.
--Sea --dijo Rubio ofreciendo una mano.
--No, Joseph, de vos los dioses lo querrán a la antigüita, extraída con espinas
de nopal en tu pene --se rio la bruja.
[continuara]
No hay comentarios.:
Publicar un comentario