En estos días han circulado mensajes vía twiter firmados por un merolico de la autoayuda, forma masturbadora de darse ayuda, con lo cual su empresa editora, sus productores de programas y conferencias, su autor reciben no auto sino mucha$ ayuda$ de otros. La “autoayuda” no se realiza en soledad. En este caso no corresponde colocar nombre y apellido pues sería ya formar parte en demasía de la campaña publicitaria destinada a promover la obra del merolico. Hacer escándalo por el contenido de esos mensajes aumenta su difusión, con un añadido: la experiencias delicadas que los sujet@s viven vuelven a recibir una nueva vejación.
Considero pertinente indicar algunas cuestiones que surgen de mi experiencia de haber efectuado un análisis y de recibir sujet@s que se dirigen a mí para realizar su experiencia de un análisis.
Algunas mujeres buscan, solicitan un análisis a partir de haber vivido la experiencia real de una violación física. Esa experiencia les genera diversas formas de inhibiciones, de síntomas y de angustias que se presentan cuando dan su consentimiento erótico a una actividad sexual, sea cual la forma de relación de pareja que logran sostener. Corresponde transmitir un hecho: cuando alguna de esas mujeres logra salirse del lugar de “victimas” – tarea que no es sencilla- que los medios jurídicos, psicológicos, médicos e incluso familiares les imponen, cuando logran salirse, suelen experimentar un alivio ¿Cuál? Un alivio inesperado: ya no deben cargar con la figura del victimario, lo dejan solo y en ese momento logran cancelar la hipoteca que el violador con su acto intentó imponer en sus vidas. Ellas recuperan su goce erótico y sexual.
El violador tiene diversos “razonamientos” para ejecutar su acto, señalo uno: consideran que el acto sexual es “natural y obligatorio”, a partir de allí cazan a una mujer pues su presa no quiere hacer algo natural, entonces, hay que hacérselo a la fuerza. El violador suele atribuirse la propiedad de la sexualidad y del erotismo, convendría recordar que algunas mujeres cuando responden –si es que logran hacerlo- como si estuvieran tratando de seducir e instarlo a un acto sexual consentido, en ese momento, el sujeto violador no puede continuar su acto, queda envuelto en un ataque de impotencia, su pene deja de responderle. El violador no soporta que las mujeres manifiesten su interés erótico, sexual. Insisto en un pequeño detalle: existe una gran diferencia entre haber vivido una experiencia real de violación y tener fantasías eróticas de violación. Cuando una mujer es violada no tiene fantasías de violación; mientras que cuando una mujer tiene fantasías de violación que comunica o no a su pareja, ella en ese momento no está siendo violada, está elevando la potencia erótica de su erotismo, de su forma de gozar ella de su cuerpo. Por el momento no he encontrado en los reportes de criminología, de estudios de género, de ayuda a mujeres violadas, no he detectado testimonios de una mujer que al momento de tener fantasías de violación sea violada. La violación es una experiencia de un peligro mortal que desata una crisis vital. Conviene señalar una cuestión delicada: si el analista es conducido por las teorías “traumáticas”, del “trauma”- en su versión merolica- se está hipotecando la posibilidad de que la persona violada salga de esa trampa “traumática”. Para un analista, ante esa situación extrema, la operación analítica no pasa por reavivar o incentivar los recuerdos terribles del acto, sino por localizar la forma de construir una salida de esa situación. Esa situación ya fue, como tal no podrá ser modificada, lo vivido ya fue vivido, el análisis quizás solo puede operar ante la actual vida sexual, erótica, de relación sustrayéndola de aquello que ya ocurrió y permitiendo un despliegue, sea cual el sea que la analizante quiere darle su cuerpo, a vida sexual y erótica.
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