Si algo quedó claro de la reforma energética de Enrique Peña Nieto es que a quien beneficia es al salinismo, permitiéndole meter la mano en Pemex para hacer ganancias con el patrimonio de los mexicanos.
Prueba de ello es lo que ha pasado hasta el momento con la Ronda Uno. La única empresa que obtuvo contratos fue una empresa recién creada el año pasado que además tiene nexos con Carlos Salinas de Gortari.
Otros de los que se verán beneficiados son los grandes empresarios, como Grupo Bal, de Alberto Bailleres, que quiere meterse en la producción de petróleo y de electricidad, así como Carlos Slim y Cemex, ambos interesados en la producción de petróleo.
¿Y las trasnacionales? ¿Y las empresas norteamericanas como Exxon y Chevron?
Hasta el momento ninguna de ellas se ha interesado de verdad en los campos en aguas someras, donde es más barato extraer petróleo. Con todas las de la ley, el único ganón hasta el momento es una empresa mexicana con nexos con Salinas.
Ni parece que habrá interés de empresas de Estados Unidos en la reforma energética en México, ya que, como dijimos, las principales -Exxon y Chevron- no le quisieron entrar a la Ronda Uno ni en la primera ni en la segunda fase.
Todo esto ha quedado muy claro desde hace semanas, por lo cual realmente me pareció extraña una nota de La Jornada publicada el 12 de agosto pasado en la cual pretendieron alegar que la reforma privatizadora de Peña Nieto se aprobó por presiones de Estados Unidos.
"Desde 2013, senadores de PRD y PT dijeron que Peña había cedido a las presiones de EU" dice el titular de la nota firmada por Andrea Becerril y Víctor Ballinas, pero al final aprobada por Carmen Lira para su publicación.
La nota dice que en diciembre de 2013, durante la discusión en comisiones y en el pleno de la reforma energética, senadores del PRD y PT "insistieron una y otra vez en que el presidente Enrique Peña Nieto había cedido a las presiones de Estados Unidos para privatizar el petróleo y la electricidad."
Más adelante dice que los senadores que hicieron esas declaraciones fueron Manuel Bartlett, Dolores Padierna, Alejandro Encinas, y Manuel Camacho, quienes "insistieron en que existían acuerdos del gobierno federal con el de Estados Unidos para adecuar el sector energético mexicano a los intereses de Washington."
El problema es que en ningún lado en la nota se muestra evidencia de los senadores antes mencionados respaldando sus dichos.
Aún así, la nota dice en el último párrafo:
"A dos años de que Peña presentó la iniciativa de la reforma energética (se cumplen este miércoles), de nueva cuenta están sobre la mesa de discusión las presiones que Estados Unidos llevó a cabo para lograr el marco jurídico que cumpliera con sus expectativas e intereses."
A lo cual mi primer reacción fue preguntar lo siguiente: ¿Cuál mesa de discusión? ¿Y a cuáles expectativas e intereses de Estados Unidos se refieren?
Tercera pregunta: ¿Por qué a dos años de que Peña presentó al iniciativa de reforma energética La Jornada no hizo algún tipo de investigación o por lo menos entrevistó a Encinas, Bartlett y Padierna para preguntarles qué evidencia tenían para afirmar que había presiones de Estados Unidos para aprobar la reforma energética?
¿Dónde está el periodismo en publicar como nota de actualidad algo que pasó en 2013, que fue público -ocurrió en el Senado- sin añadirle nada nuevo o por lo menos alguna entrevista a los senadores que hicieron las declaraciones?
Máxime si tomamos en cuenta que Estados Unidos simple y sencillamente no necesita el petróleo de México, ya que la producción de petróleo dentro de Estados Unidos se disparó desde hace 3 años y hoy rebasa a la de Arabia Saudita.
Sí; de acuerdo con datos del propio gobierno de Estados Unidos, en febrero de 2012 EU producía 6.2 millones de barriles de petróleo diarios. En noviembre de 2013, cuando estaba por aprobarse la reforma energética, la producción de petróleo en Estados Unidos se había disparado a 7.98 millones de barriles diarios. Un incremento de 1.78 millones de barriles diarios en menos de dos años.
La reforma energética sólo prometía un incremento en la producción de petróleo en México de medio millón de barriles diarios en TRES años, y de un millón de barriles diarios dentro de DIEZ años. Un incremento muy, pero muy por debajo del propio crecimiento de la producción de Estados Unidos.
Vaya, para junio 2014 Estados Unidos estaba produciendo 8.67 millones de barriles diarios. Un incremento de casi un millón de barriles diarios en menos de un año. Y para mayo de 2015 la producción de Estados Unidos alcanzó los 9.5 millones de barriles diarios, un incremento total de 3.3 millones de barriles diarios en apenas tres años.
Y la producción de Estados Unidos seguirá aumentando, ya que el gobierno de Barack Obama abrió la posibilidad de extraer petróleo en aguas de la costa este de EU (desde Florida hasta Delaware), zona que de plano ya nada tiene que ver con el Golfo de México o con México.
¿Por qué estaría entonces Estados Unidos interesado en medio millón de barriles diarios de México en tres años si ha podido incrementar su propia producción mucho más en mucho menos tiempo?
Inclusive si se alegara que Estados Unidos está interesado en toda la producción de petróleo de México sería poco para lo que produce EU.
México produce actualmente 2.5 millones de barriles diarios. Con la reforma energética podría producir no más de 3.5 millones diarios en teoría y hasta dentro de 10 años. Estados Unidos produce casi 10 millones de barriles diarios.
Si el ritmo de crecimiento de la producción de petróleo de Estados Unidos se mantiene como va, dentro de 10 años estaría produciendo mucho más de 3.5 millones de barriles adicionales. El petróleo de México simple y sencillamente no le haría falta.
No sólo eso; el principal productor de petróleo que le provee petróleo a Estados Unidos es Canadá, cuya producción también ha ido en constante aumento y se espera que continúe aumentando hasta 2020.
¿Para qué entonces, pregunto de nuevo, le haría falta el petróleo de México a Estados Unidos?
Se podría alegar que la producción de petróleo de Estados Unidos aumentó por el fracking, y que extraer petróleo en México sería más barato. Pero si fuera el caso, Exxon y Chevron hubieran sido los primeros en ganar licitaciones de la Ronda Uno. Y ni una ni otra ganaron licitaciones. Es más; ni quisieron participar en la Ronda Uno.
No depender de otros países para tener petróleo en realidad le ayuda más a Estados Unidos. Al no depender de otros países productores, no tienen presiones para ceder ante demandas de Irán, por ejemplo. Ni tienen por qué pelar a Venezuela.
No lo digo yo. Lo dice Mother Jones, una de las revistas más de izquierda de Estados Unidos, donde solía publicar artículos Michael Moore.
Con toda esta información, ¿por qué alegó entonces La Jornada que la reforma energética era el resultado de presiones de Estados Unidos para beneficiar a sus intereses? Y de pilón sin identificar cuáles intereses eran esos o quién hizo las presiones.
No, no estoy defendiendo a Peña Nieto. Al contrario. La evidencia disponible hasta el momento indica que la reforma energética se hizo para beneficio del salinismo; para que los cuates del PRI pudieran meter la mano en el petróleo, llevarse una gran tajada, y que los mexicanos pagaran.
Pero de beneficio para Estados Unidos simplemente no hay evidencia. Por lo menos hasta la Ronda Uno ninguna de las grandes petroleras de Estados Unidos se han beneficiado. Ni parece que estarán interesados en varios años.
Lo que hizo La Jornada en realidad es valerse de una de las peores telarañas mentales que tiene la izquierda: la conspiranoia.
Achacarle a Estados Unidos una reforma que beneficia al salinismo, sin presentar evidencia más allá de dichos de hace dos años sin pruebas adicionales, no sólo es un pésimo periodismo por parte del periódico emblemático de la izquierda, sino que además desinforma a sus lectores al explotar su gusto por las teorías de conspiración.
"¡Es que los gringos quieren el petróleo!" es la letanía en la izquierda. Pues sí. Y tan lo querían que ahora ya lo producen ellos mismos, al grado de que su aumento en la producción de petróleo desplomó a la mitad el precio del barril.
Muchos en la izquierda, por desgracia, particularmente los lectores de La Jornada, son increíblemente suceptibles a creer cualquier cosa sin pruebas simplemente si lo dice alguien que se dice de izquierda.
¿Que no hay pruebas de beneficios para Estados Unidos en la reforma energética? No le hace. Mientras lo diga La Jornada debe ser verdad aunque no presente evidencias.
Ejemplos adicionales de la conspiranoia que plaga a la izquierda hay muchos. Que si Bilderberg, que si los Rothschild, que si el AARP, que si el "nuevo orden mundial", etc. Mamadas marca ACME todas ellas.
Pero la que se lleva la cereza en el pastel esta: la afirmación de la izquierda de que Andrés Manuel López Obrador nunca llegará al poder porque "no lo van a dejar."
¿Entonces para que hacen partido y para qué marchan y para que hacen plantones y para qué se hacen los indignados si están convencidos de que la izquierda nunca podrá ganar una elección presidencial?
¿Qué caso tiene decir "me la metió pero se la cagué"?
¿Por qué es tan suceptible la izquierda a la conspiranoia? Sencillo: porque la conspiranoia es una manera muy cómoda de culpar a otros por los errores propios.
Achacarle a un enemigo super-poderoso la desgracia propia siempre ha sido la manera más fácil de lograr que la gente se resigne a estar amolada. ¿Qué caso tiene cambiar de verdad las cosas si el enemigo es una super-organización trasnacional ultra-secreta apoyada por "el imperio"? ¿Quién le puede ganar a ese enemigo? Nadie.
Pero resignarse y decir que no es posible ganarle a un enemigo ultrapoderoso nadamás es hacerse pendejo y justificar la falta de imaginación propia para tener una buena estrategia para llegar al poder.
La ultraizquierda, para acabarla de amolar, sabe perfectamente que es muy sencillo explotar a los ultras haciéndoles creer que hay un mega-enemigo al que hay que vencer, pero que no se le puede vencer y lo único que se puede hacer es "resistir."
Y mientras se "resisten", póganse con su cooperación para el líder para poder seguir "resistiendo".
Nadamás que resistir quiere decir AGUANTARSE.
Mientras la izquierda siga con su telaraña mental de la conspiranoia, posiblemente La Jornada seguirá teniendo público para notas tan mal hechas como la de la presiones de Estados Unidos para aprobar la reforma energética.
Pero no logrará cambiar su realidad ni logrará nada contra el PRI. Al contrario; hasta le va a ayudar al tener a la izquierda amedrentada y pasmada, incapaz de hacer algo que de verdad funcione para quitarlos del poder.
¿Qué hacer entonces? Sencillo: no creer en nada que no sea demostrado, así como exigir y buscar siempre EVIDENCIA. Y en base a la evidencia, diseñar mejores estrategias que de verdad puedan cambiar las cosas en el país.
Lo peor que puede hacer la izquierda, eso sí, es seguir pensando que con la pura fe ciega va a lograr algo.
Porque de lo que no se han dado cuenta es de que la derecha lleva años tomándole la medida a la izquierda para poder adaptarse a los tiempos y seguir venciéndolos. La izquierda, mientras tanto, sigue estancada en la guerra fría (la Revolución Cubana), en el siglo 19 (el Bolivarismo) y a veces hasta en el siglo 16 (la Conquista).
El día que la izquierda deje a un lado esa telaraña mental, y se de cuenta de que tiene que adaptarse a los tiempos para poder vencer a la derecha, entonces sí podrá cambiar las cosas.
PD: El mismo día que La Jornada publicó la nota a la que hacemos referencia en esta columna, su "rayuela" publicó lo siguiente:
Al juez de la calle no le importan los deslindes, ya emitió sentencia: culpable.
Se refería al hecho de que el día anterior el gobernador priista de Veracruz, Javier Duarte, se deslindó del multihomicidio en Narvarte.
Lo cual es grave, ya que aún no hay evidencia que determine sin lugar a duda que Duarte fue quien ordenó ese multihimicidio.
Es grave, además, porque el juicio de la calle no puede ser de ninguna manera el que determine si algo es cierto o falso.
El jucio de la calle, por ejemplo, determinaba que los blasfemos debían morir en la hoguera.
El juicio de la calle, determinaba que las mujeres no debían votar.
El juicio de la calle determinaba que los homosexuales no se podían casar ni adoptar hijos. Vaya, el juicio de la calle no les permitía siquiera decir en público que eran homosexuales.
El juicio de la calle determinaba que los indígenas y los negros eran "inferiores".
Y el juicio de la calle en Guanajuato, Nuevo León y otros estados, determinó y sigue determinando que Andrés Manuel López Obrador es "un peligro para México."
No estoy diciendo que Duarte sea inocente. Estoy diciendo que no hay evidencia para determinar en un juicio que Duarte fue el autor intelectual del multihomicidio, y que me parece súmamente irresponsable por parte de La Jornada promover la idea de que algo es cierto, aunque no haya evidencia, sólo porque lo dicen "en la calle."
De ese tipo de actitud de fe ciega es de la que se nutre precisamente la conspiranoia que tanto daño le hace a la izquierda. Porque eso de que el pueblo es sabio es falso. Si lo fuera, el PRI no estaría en el poder. Vamos, la propia izquierda lo dice; al pueblo lo idiotiza la televisión. ¿No será más bien que la parte del pueblo que se deja idiotizar y luego vender su voto lo hace por güevón, corrupto y comodino?
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