(Escrito en 2011 y reescrito en el 2014)
Como diría el doctor Frankenstein, vamos por partes. Don Miguel Hidalgo, según la imagen el régimen quiere afianzar, es un dulce cura viejito criollo que inicio, entre chocolatitos, la terrible guerra de independencia que ensangrentó y destruyo a la Nueva España. Y aqui se demuestra que no es tal. Y si, tal vez no era en sus inicios un furibundo Che Guevara mas es obvio que si era lo que se entendería por “afrancesado” (hoy leeríamos “rojillo”) en esos tiempos. Tal tesis presentare aquí dando previamente los antecedentes históricos de los hechos y datos respecto al personaje que pueden ser plenamente verificados. Mis conclusiones pueden ser falaces y tal vez también mis datos. Y los invito a que los demuestren que estos son tales pues mi interés es suscitar una dialéctica (definida esta como la búsqueda de la verdad). En buena parte me baso para este escrito en mi padre Virgilio, Taibo, que puede tener todas las fallas que le quieran endilgar pero es muy meticuloso. Si afirma que “…la Siete Leguas de Pancho Villa se cago a tres leguas de Torreón el 3 de septiembre de 1914…” seguramente encontraran ahí el mojón fosilizado. También me apoyo en Alamán, en Payno, en lo que encontré de El Despertador Americano, y otros.
I. La Nueva España
Fernando VII era un hideputa. Conspiro para derrocar a su padre, Carlos IV, pero el cachorro resulto tan pendejo que no tuvo éxito. La reina era putisima. Se decía que tenía de amante al ministro Godoy (no guey, no es el de Michoacán) y que Fernando VII había sido engendrado por este. O sea, los retrasados mentales que hoy detentan el trono español tal vez no tengan ni una gota de sangre borbona. (En justicia, los borbones del siglo XVIII le dieron a España y sus colonias mejor gobierno que los Habsburgo que reemplazaron, los cuales habían degenerado a tal grado por la consanguinidad que el ultimo Habsburgo, Carlos II, llamado “el Hechizado”, resulto ser tan lleno de taras que no podía ni aparearse para procrear un hijo. Por lo imbéciles, los “borbones” de hoy recuerdan más bien al último Habsburgo.
El caso es que Napoleón I vio la clase de cloaca inmunda que era la corte española y decidió que bien podría gobernar ahí su borrachín hermano José. Mando encarcelar tanto a Carlos IV como a Fernando VII y proclamo rey de España a José. La plebe española pronto bautizo a este como “Pepe Botella” y con gran celo patriótico hubieron levantamientos en toda la península contra él. Corría el año de 1808.
En la Nueva España el régimen de Pepe Botella también causo aspavientos. El licenciado Primo Verdad, en el ayuntamiento de la muy real y señorial Ciudad de Méjico (con jota) presento una tesis francamente irrefutable. El rollo de Verdad era más o menos el siguiente: “…el papa Borgia, Alejandro VI, en el tratado de Tordesillas, claramente le concedió la Nueva España a la corona de España, no a España…al no haber un rey legítimo de España sino un pelele impuesto por Napoleón, entonces el tratado es nulo, España no tiene ningún derecho a gobernar en tierra de indios, y debe de reasumir su soberanía la ciudad que gobernaba lo que es hoy la Nueva España. ¿Y no era esta la antigua Tenochtitlan, hoy Ciudad de Méjico?...”
¡Josu! ¿Qué implicaba eso? ¿Qué la “indiada” iba a volver a gobernar? La criollada ilustrada (Primo Verdad, Fray Servando, Hidalgo, Allende) no le tenían miedo a andar entre la “indiada”. Pero, ¿y que de los peninsulares que encabezaban los más altos puestos directivos en la iglesia, el gobierno, y el comercio? O peor, ¿Qué de los wannabe de gachupin (que abundaban), los mestizos que se avergonzaban de sus pelos parados y bigotes de aguamiel e insistían en cecear las zetas? ¿Los iban a sacrificar a todos en el altar de Huichilobos o peor, regresarlos a Butrafago de las Alpargatas a que se murieran de hambre en las áridas y pobres tierras de la península? ¡Me cago en Cristo que la “gente de razón” no iba a tolerar tal cosa!
“La gente de razón” luego luego se organizó para oponerse a los “ideas radicales” del licenciado Verdad. Formaron un grupo que la plebe comenzó a llamar “Los Gachupines”, equivalente al Yunque y CCE de nuestros días. Contaban entre ellos a los clérigos más encumbrados, hacendados, comerciantes, varios miembros del gobierno virreinal, y si, la punta de pendejos wannabes de siempre (hoy los llamamos PANistas). Estos últimos serían los gatos, la carne de cañón. Los encabezaba un hacendado de tierra caliente llamado Gabriel Yermo, el cual siempre le fue nefasto a la causa de la independencia, llegando incluso a formar contra guerrillas para combatir a los insurgentes en el sur.
II. Militares Masca Vidrios
El fiel de la balanza era el virrey, don José de Iturrigaray. Pero, ay, este era un viejo rete cabrón. Por principio, era un militar masca vidrios. Luego luego se avoco a fortificar Veracruz, Xalapa, y Fortín, por si se les ocurría a los gabachos desembarcar. El mismo regimiento de Lanceros de la Reina en que militaba Allende había sido formado entonces. ¡E Iturrigaray puso en pie de guerra a la Nueva España reclutando y dándole armas a la “indiada” que tanto despreciaban “los Gachupines”! Eso era muy peligroso.
Verán, unas décadas antes había habido otro virrey, militar español masca vidrios, que resultó ser un genio militar, José de Gálvez (los gringos lo recuerdan en el puerto de Galveston). Este virrey Gálvez decidió intervenir en la guerra de independencia gringa pues tanto gringos como ingleses tenían que “enseñarse a respetar” pues entraban y salían del virreinato como si fueran los patrones (hoy en día SON los patrones) y hasta se habían agandallado tierras mejicanas en la Luisiana y la Florida. (Y es que, chiquillos y chiquillas, en ese tiempo el Golfo de México SI era de México.) Para tal efecto Gálvez levanto tropas mexicanas (perdón, mejicanas) que marcharon del centro hasta Tejas. De ahí cruzaron el Misisipi y recuperaron Nuevo Orleans que estaba en posesión de los herejes (perdón, quiero decir ingleses, he estado leyendo en demasía a Pérez Reverte).
Y no contento con esa hazaña, Gálvez decidió seguirse hasta la Florida donde también mando a la chingada a los ingleses ahí, específicamente en Pensacola, que fue tomada por las tropas mejicanas que Gálvez encabezaba. Los ingleses decidieron intentar re invadir Florida y para tal efecto mandaron unas tropas bajo el mando del general Campbell. Igual, Gálvez y sus mejicanos los volvieron a derrotar, humillando a la misma Black Watch (51st Highlander). De ahí entonces que no pudieron reforzar a Cornwallis en Yorktown, Virginia, y este se tuvo que rendir ante Washington. (Moraleja: los gringos le deben su independencia a los mejicanos.) Corría el año de 1781.
Pero, y este era el pero que “los Gachupines” tenían con cualquier militar español masca vidrios que estuviera dispuesto a armar a la “indiada”, a su regreso a Méjico, al frente de un ejército victorioso que le era leal a muerte, el virrey Gálvez empezó a pensar seriamente en independizar a México, igual que George Washington había hecho con las colonias británicas. Y carajos, con sus tropas mejicanas Gálvez se seguiría, construiría una flota, y tomaría también Cuba, plan que el payaso de Santa Anna también ideo pero que solo Gálvez hubiera hecho realidad. Hasta fijo una fecha para proclamar la independencia, sería el 12 de diciembre de 1783. Pero, unas semanas antes, Gálvez amaneció muerto en palacio. Se sospechaba que había sido envenenado por la santa madre iglesia católica, apostólica y romana. La puta de Babilonia había vuelto a joder a México, y lo sigue haciendo hasta nuestros días.
E Iturrigaray tenía, a los ojos de “los Gachupines”, la misma pinta que Gálvez. Y era, además un grandísimo cabrón pues era incondicional de Godoy. ¡Hasta se decía que metió de contrabando un chingo de mercancía cuando llego a la Nueva España! Poco respeto les tenia Iturrigaray a “los Gachupines” y peor, en cuanto oyo la propuesta del Lic. Verdad no mando luego luego que le dieran el garrote sino que hizo saber “…que meditaría si era necesario proclamar la independencia de Méjico, por lo menos hasta que don Fernando VII fuera liberado y asumiera otra vez el trono…”
Así pues, lo que Iturrigaray sopesaba era la misma arenga (“¡Viva Fernando VII!”) que Hidalgo uso dos años después. Se independizaría a la Nueva España y luego se viriguaria. Era muy remoto que Fernando VII regresara al trono. La Grande Armee era un trabuco y Napoleón un chingón. (Solo fue cuando el corso hizo el error de meterse a Rusia que su imperio llego a su fin.) Ciertamente, el gran Morelos fue el primero que abiertamente proclamo la independencia de México (con equis). Pero, en la práctica, lo que iba a intentar Hidalgo era lo mismo: independizar a la Nueva España
III. El Primer Golpe de Estado
Así pues, no tardaron “los Gachupines” en coincidir que Iturrigaray era “un peligro para España”. La realidad era que a Yermo y el resto de “los Gachupines” les importaba un carajo Fernando VII o quien gobernara con tal de que pudieran seguir mamando de la generosa teta que era (como hoy) la Nueva España. Había que quitar a Iturrigaray y si, arrestar y meter en la cárcel a Primo Verdad y el resto de los criollos que andaban llenándole la cabeza de humo a la “indiada”.
“Los Gachupines” comenzaron a conspirar. Tenían plata en abundancia, producto de sus diezmos, de sus minas, de sus haciendas. Y tenían una abundancia de incondicionales entre los wannabe de gachupin, los mestizos que ceceaban las zetas para sentirse españoles. Decidieron que Iturrigaray y el rojillo ese de Primo Verdad “aprenderían a respetar”.
Una noche de septiembre de 1808 tomo lugar el primer golpe de estado en la historia de Méjico. Yermo encabezo a sus achichincles y tomaron el palacio virreinal. Arrestaron a Iturrigaray. Le pusieron grilletes y lo mandaron derechito a Veracruz para que se regresara a España. Por lo que toca a Primo Verdad, también fue arrestado e igual lo mandaron en grilletes a Veracruz, específicamente a las horrendas crujías de San Juan de Ulúa donde murió de tuberculosis.
Fue así que por primera vez en la historia de México la derecha, los pacíficos, los potentados, los respetuosos de “las instituciones”, y sus esbirros wannabes habían violado la ley para asegurar que seguirían mamando del presupuesto. Este horrible precedente continúa hasta nuestros días.
Y ya hechos del poder Yermo y sus incondicionales buscaron un pelele para que ejerciera el mando. Impusieron a un anciano que ya chocheaba, el mariscal Pedro Garibay, como virrey. ¿Les suena familiar esto de poner en la silla a un pelele?
Y les mencione que eso ocurrió “una noche de septiembre de 1808”. ¿Saben cuál? La noche del quince de septiembre. Esa fecha no la olvidaría la criollada ilustrada. Y entre estos estaban Hidalgo, Allende, la corregidora, etc.
IV. El Retrato
En 1810 Hidalgo tenía 57 años. No era un anciano ochentón. La litografía de Claudio Linetti de 1826, cuando todavía vivían testigos presenciales, muestra a un fulano criollo de nariz afilada que ya echo panza pero que todavía es físicamente imponente. Viste a la chinaca, con camisa con olanes y pantalones acampanados y trae un sombrero de ala ancha. Alza un crucifijo como arengando a sus fieles a seguirlo. El pelo ha encanecido. Pero el sombrero impide ver si es calvo.
Cuando Maximiliano llego a México pocos quedaban vivos que recordaban como era Hidalgo. El mejor hombre que tenía Max (estaba rodeado de puros conservadores, es decir, de pendejos) era Carlota, la hija del rey Leopoldo de Bélgica, uno de los más grandes genocidas e hijos de puta que han existido. De tal palo tal astilla. Carlota convenció a Max que hiciera de Hidalgo un icono, que había que convencer a la “indiada” que el régimen de Max era la consumación de la lucha de Hidalgo. Para tal efecto Max comisiono lo que sería la versión oficial (hasta nuestros días) de Hidalgo. Hizo que un cura austriaco allegado a él posara para el retrato. Si, de ahí nació el cura calvito, ancianito, bonachón. El mensaje de Max era claro: miren a este viejecito; yo continúo su obra…ustedes sean como él…bonachones…calladitos se ven más bonitos.
Y sin embargo, ¡al mismo tiempo que Max sacaba a pasear a esta versión del cura unos chinacos con pantalones bombachos, olanes en la camisa, y sombreros de ala ancha andaban, bajo el mando del genial guerrillero Riva Palacio partiéndole la jeta a los zuavos allá en el bajío donde el Hidalgo original, el que andaba vestido de chinaco, no el viejecito que tomaba su chocolatito, hizo su desmadre! Max cayo en el cerro de las campanas y fue evidente que ni sus esfuerzos de legitimarse montándose en la imagen de Hidalgo, ni su confianza en unos militares mochos pendejos (sobre todo don “Leopardo” Márquez), ni los ruegos de la princesa Salm Salm o la carta de Victor Hugo sirvieron para algo.
V. El Cura Extraordinario
Este “cura extraordinario”…
… hablaba francés, latín, griego, náhuatl, y varias lenguas indígenas…
…compraba de contrabando los libros de los enciclopedistas franceses que habían inspirado la revolución de 1793…
…era un chile dulce, un “ladies man”, tuvo muchas amantes, y pobló el Bajío. Todavía hasta nuestros días se encuentran descendientes de Hidalgo por esos rumbos…
…estableció un viñedo pues le cagaba tener que pagar una fortuna por el vino que a huevo tenía que comprársele a España. Fue por ello que se metió en una bronca con el gobierno virreinal que le clausuro el negocio y mando arrasar el viñedo...
…tradujo el Tartufo de Moliere al castellano y escenifico esta obra ante la plebe (la cual se supone que despreciaba) y luego hizo a la primera actriz de la obra su amante. (Esa hazaña de llevar la cultura directamente al pueblo me recuerda como el poeta García Lorca, durante la república española, iba de pueblo en pueblo escenificando las obras del siglo de oro español ante los iletrados campesinos que, oh sorpresa, apreciaban y aplaudían las obras.)…
…permitió que la “indiada” le entrara a la batalla en el Monte de las Cruces, a pesar de que solo tenían machetes y contra los consejos de Allende pues entendía que “…tienen 300 años de agravios que hacerse pagar…”
…aprobó la impresión del “Despertador Americano”, un periódico revolucionario, con retorica más incendiaria que el Granma o La Jornada (neta, léanlo)...
…bajó el estandarte de la Lupe del altar de la iglesia de Atotonilco y se la presento a los indígenas, arengándoles con ella no en castellano sino en mexicano y llamando a la imagen “Tonantzin”. La noticia cundió como relámpago en la sierra y miles de indígenas se bajaron de ella coreando “¡Tonantzin! ¡Tonantzin!”…
…inspirado por los “droits des hommes” de los revolucionarios del 93 o simplemente porque le asqueaba esa chingadera y, carajos, tenía la oportunidad de hacerlo, abolió la puta esclavitud en cuanto entro a Guadalajara…
…en cuanto llegaba a un pueblo mandaba vaciar las cárceles diciéndoles a los presos: “Hijos míos, sois libres. Nuestra justicia no es la de ellos.” Conste, el revolucionario, el líder insurgente, el cura cabrón decía: “la justicia de ellos”, la justicia que castiga al pobre, la de los ricos, la de “los Gachupines” de Yermo, la justicia que le da impunidad al poderoso. ¡Y todavía hay quienes afirman que Hidalgo no era radical y revolucionario! Esta acción es digna de un Praxedis Guerrero…
Ah, pero la derecha nos insiste en la imagen del Hidalgo que era calvito, bonachón, y tomaba sus chocolatitos. Si creemos la versión maximilianista y del régimen cristero tal vez fue una malinterpretación o un simple error lo que hizo, a la mejor ya chocheaba. La misma iglesia ahora lo reclama y trata de encaramarse en su imagen (igual que Max y Carlota lo intentaron en su día) olvidando como lo excomulgo y lo persiguió con saña. Y hoy, gracias a la Chucky, los niños mexicanos conocen menos a Hidalgo que a Mickey Mouse (Fidel Castro dixit).
VI. Esa Noche
Sí, hay varias versiones de lo que paso esa noche de 1810. Pero la que se ha hecho dogma es la de don Manuel Payno, escrita más de cincuenta años después de los hechos.
La conspiración era un desmadre. Medio Guanajuato sabía que se tramaba algo. En las cantinas se discutía como se mandarían a los españoles de regreso a su casa. En las tertulias de la corregidora había más soplones que militantes. Hidalgo había asistido a esos “círculos de estudio” pero no se había involucrado mucho.
El que era el motorcito de la conspiración era don Ignacio Allende, capitán del Regimiento de Lanceros de la Reina. Hablaba con el que se dejara, tratando de reclutarlo. Varios militares en los que confió advirtieron al gobierno virreinal de sus actividades. Era cuestión de tiempo antes de que los levantaran. Pero al virrey recién llegado de España, Francisco Venegas y Saavedra, le pareció que no ameritaba mandar tropas a Guanajuato. Con mandar unos alguaciles a aprender a esos revoltosos bastaba.
Y ahí nace el rollo de doña Josefa alertando a un criado (en realidad el vecino de la planta de abajo) que cabalga toda la noche (fueron varios los que fueron mandados a alertar pero solo uno llego) a advertir a Allende y Aldama. Estos conferencian con Hidalgo (¿por qué? Hidalgo no se había involucrado tanto). Allende decide pelarse a la sierra, conoce al virrey. Aldama haría lo que dijera Allende.
Hidalgo es el que se opone y dice ¡basta! Exclama lo de “es hora de matar gachupines”. O sea, ¿el dulce cura viejecito y chocolatero insiste en que es hora de mostrar huevos y de derramar sangre? ¿Y no es “gachupin” don Miguel? ¿No cecea las zetas también? ¿Cómo puede entonces pedir que haya que rebanarles el pescuezo a los españoles? No suena lógico, lector, a menos que don Miguel se estuviera refiriendo a “los Gachupines”, los de Gabriel Yermo.
¡Y todo esto toma lugar exactamente a los dos años del cruento golpe de estado que hicieron “los Gachupines” en 1808 derrocando a Iturrigaray! Insisto y repito, noten la coincidencia de las fechas: 15 de septiembre de 1808 y 15 de septiembre de 1810.
Y luego, lo de “muera
el mal gobierno”. Yo pienso que se refería
al (mal) gobierno que impusieron los gachupines con el pelele de Pedro Garibay
al frente. Como ha ocurrido con todos
los peleles que nos han impuesto, la gachupinada de Yermo seguro aprovecho para
hacer “negocitos” con los contratotes que les soltó el gobierno de Garibay. Ya sabemos lo rateros que son los
conservadores.
Yo no sé, pero don Manuel Payno a veces escribía borracho. Y si, el autor del Fistol del Diablo era bien rollero. Pocos testigos vivían cuando escribió su historia “La Noche del 15 de septiembre de 1810”. No concibo a un Allende dispuesto a pelarse al monte. Más bien creo que se iría derechito al cuartel de los Lanceros de la Reina para soltar “los perros de la guerra” (casi todo el regimiento lo siguió una vez que comenzó la bola). Si Hidalgo no se había involucrado mucho creo que fue por prudencia (carajos, como dije, la mitad de los asistentes a los círculos de estudio de doña Josefa era agentes de gobernación del gobierno virreinal). Así pues, ¿que había que “descubrir”? Carajos, ¡todo Guanajuato y la SEGOB del virrey sabían que iba a haber un alzamiento!
Imagínese usted cual vecino de Dolores esa madrugada cuando el cura empieza a chingar con las campanas. A menos que el cura no le hubiera estado inculcando ideas levantiscas en la homilía por un buen tiempo usted lo hubiera mandado a la chingada cuando proclama eso de “muera el mal gobierno”, ¿verdad? No, Hidalgo tuvo que haber hecho labor de zapa, cambiándoles la mentalidad a los vecinos de Dolores. Si no, no lo hubieran seguido. Hubieran seguido de “lupitanos”, resignados a que “ansina son las cosas y no van a cambiar”, y solo un milagro de la Lupe nos quitaría el mal gobierno.
Que quede claro. Los vecinos que siguieron a Hidalgo eran hombres libres, que sabían a lo que iban, que no les importaba si los mataban, que sabían lo criminales y ladrones y nefastos que eran “los Gachupines” de Gabriel Yermo, que estaban dispuestos a cambiar “el mal gobierno” que esos cabrones habían implantado. Y hacer eso, cambiarle la mentalidad a la masa agachona, y encabezarlos en una revuelta, sacar a los presos de las cárceles porque “su ley no es la nuestra” y hay que mandar al diablo a “las instituciones”, solo lo hace un revolucionario. O sea, imagínense un Pancho Villa que dice misa y habla francés y latín y griego y escenifica el Tartufo. Ese era Hidalgo pues tal era su ACTUAR y las acciones de un hombre son más elocuentes que sus palabras.
VII. Hidalgo Vive
La cabeza la colgaron en la Alhóndiga, pa que la “indiada” se enseñara a respetar. Inconscientemente, Calderón volvió a emular al virrey. En el 2010 sacaron a pasear esos huesos y los exhibieron en palacio nacional, para que la “indiada” entendiera que esos hombres ya están muertos, que ya no hay hombres como ellos hoy, que ahora lo que tienen que hacer es cantar “sha-la-la” o si no, callarse, como aconseja el rey de España, pues calladitos se ven más bonitos.
Pero el cura terco y cabrón ese vive. No ha muerto. Hay un soplo de él en Solalinde, en el obispo Vera, en los otros clérigos que ayudan a los migrantes, los más jodidos de los jodidos. Se volvió a manifestar en los setentas, con el padre Ernesto Cardenal allá en Nicaragua que peleo con los sandinistas, que no se puso a besuquear a Somoza, y que fue el primer ministro de cultura del sandinismo y llevo a cabo la hazaña de erradicar el analfabetismo en esa nación. Ah, y por cierto, don Ernesto es mejor poeta que el mentado Sicilia.
Si hoy viviera Hidalgo no sería incondicional de Perverto Rivera o jugaría golf con Pomesimo Seempeda o condenaría a los gays como el cardenal Boca de Bagre. Tampoco andaría besándole el escroto al usurpador o la charanga a Mascas Mota o la calva de don Capulina Beltrone.
Usted, lector, puede verlo todavía, a su fantasma. Este ha estado el plantón de Reforma exigiendo voto por voto y casilla por casilla, se le ha visto leyendo a Marx o peor, a Rius y al Chamuco, anda haciendo teatro guerrillero para llevarle cultura al pueblo a ver si ansina se desapendeja un poco de la caja idiota, anda tratando de cambiarle la mente a la gente, como lo hizo con los vecinos de Dolores, para que ya no sean tan borregos, lo madrearon en Atenco, se rehúsa a pagarle a la CFE, estuvo en las barricadas en Oaxaca el día de muertos del 2006, ha hecho balconeos de gastos pendejos, protesto en la embajada yanqui contra el intervencionismo de esos cabrones, lo amenazaron en Puebla cuando protesto contra la base militar yanqui que ahí se construye, y si, anda en la caravana pero ya no respeta al pendejo ese del poeta, y hasta encabeza a las autodefensas (vean al curita ese de Apatzingan).
Y si los mexicanos conocieran a ese cura levantisco, chile dulce, irreverente, y cabrón, si se olvidaran del dulce viejito bonachón, “los Gachupines” volverían a conocer lo que es amar a Dios en tierra de indios. Por eso es que el régimen todavía le teme e insiste y se desgañita gritando: “¡Que está muerto, carajos! ¡Vean sus huesos! ¡Muerto! ¡Muerto!”
FIN
Mario Quijano Pavon
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