Al día siguiente de la Ronda Uno de la privatización de Pemex, en la cual sólo se pudieron licitar 2 de 14 bloques en aguas someras del Golfo de México, el ex candidato presidencial priista Enrique Peña Nieto pretendió alegar que el evidente fracaso no lo fue porque hubo supuesta "transparencia" en el proceso de licitación.
Pero fue mentira. No hubo transparencia en donde realmente contaba.
De acuerdo con una nota publicada por Reforma el viernes 17 de julio, dos días después de la Ronda Uno, las licitaciones de la Ronda Uno tienen opacidad en temas cruciales, como la cantidad de impuestos que tendrá que pagar la empresa privada que obtenga un contrato.
Y es que como la ley establece que la Secretaría de Hacienda decidirá cuántos impuestos va a pagar cada empresa dependiendo del contrato, no sólo no sabemos cuántos impuestos va a pagar el consorcio de Sierra Oil que ganó los únicos dos bloques que se licitaron.
Lo cual es grave ya que el día anterior se dio a conocer que un cuñado de Carlos Salinas de Gortari fue presidente de una de las empresas inversionistas de Sierra Oil hasta apenas unas semanas antes de la Ronda Uno.
En otras palabras, intereses ligados a Carlos Salinas podrían no pagar impuestos o pagar pocos ante la discrcionalidad del cobro de impuestos por parte de la secretaría de Hacienda, cuyo titular es Luis Videgaray.
Tampoco se sabe, dijo Reforma, cuáles fueron los criterios que usó Hacienda para establecer el valor ponderado sobre cada uno de los bloques que se licitaron. En otras palabras, el gobierno priista pudo haber cobrado poco por un bloque con un valor alto, dándole más ganancia a los privados y menos a la nación.
Desde luego, tampoco se informó a la ciudadanía si existían conflictos de intereses en las empresas que participaron ni qué políticos estaban ligados a las mismas. De ahí que fuera hasta despúes de la licitación que el público se enterara de que Salinas está ligado a Sierra Oil.
¿Cuál transperencia entonces? Lo único que se supo es qué empresa ganó contratos y cuánto le van a pagar, pero no cuánto va a pagar de impuestos y a qué intereses de cuáles políticos se le va a beneficiar con esos contratos.
La privatización de Pemex, por lo tanto, ya se convirtió en otro emblema de la corrupción y la opacidad priista.
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