Ayer por la mañana Reforma publicó que una balacera en Culiacán, Sinaloa, dejó un saldo preliminar de 4 supuestos narcos muertos.
La misma nota señala que el lunes pasado un grupo se secuestradores se enfrentó a tiros con policías ministeriales de Sinaloa, resultando muertos dos supuestos delincuentes y un secuestrado.
Dos semanas antes, el 6 de abril, Reforma reportó nueve ejecutados en Sinaloa en menos de 24 horas.
Y el 23 de marzo, Reforma publicó que el director de la Policía Municipal de Badiraguato fue asesinado a balazos la noche anterior.
Dada la cantidad de muertos, y la frecuencia con la que ocurren estas matanzas, ya no se puede decir que se trata de incidentes aislados. Se trata de una crisis de seguridad pública que el gobierno federal priista de Enrique Peña Nieto o está permitiendo que ocurra o no sabe cómo resolverla.
Peor; permite que ocurra al mismo tiempo que cacarea el arresto del Chapo Guzmán, líder del cártel de Sinaloa.
¿De qué sirvió que arrestaran al Chapo entonces?
No sirvió de nada. Sirvió, en todo caso, para que se tomara la foto y lo cacareara en discursos. Pero para fines de reducir la violencia en Sinaloa no sirvió para nada.
Lo cual quiere decir que mientras el PRI esté en el poder seguirán los arrestos o asesinatos de capos, pero la violencia seguirá igual o peor que antes.
Prueba de ello es Sinaloa, que aunque los medios y el gobierno priista no lo quieran decir, ya es un foco rojo.
Recuérdelo a la hora de ir a las urnas.
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