Otra
historia de México y SU petróleo: Minatitlan y el Hood
Verano de
1938
I. Proyecto de escarmiento
10
Downing Street (residencia del primer ministro de Inglaterra)
La
pérfida Albión, Gran Bretaña, había reaccionado indignada cuando Cárdenas
decreto la expropiación. Inglaterra y
Wall Street de inmediato le declararon un boicot a México. No le comprarían petróleo y tampoco le
venderían maquinaria. Sin embargo,
Alemania no tenía empacho en hacerlo. De
ahí que los buques tanques mexicanos zarpaban llenos de petróleo rumbo a Bremen
y regresaban cargados con herramientas alemanas de la mejor calidad. Qué hacer con México y sus coqueteos con
Alemania era tema de conversación en la oficina del primer ministro británico,
Mr. Chamberlain.
--Bueno,
¿y no podríamos mandar la flota a darles un escarmiento? –pregunto Mr.
Chamberlain al primer lord del almirantazgo.
--Ciertamente,
sire, con un acorazado y un crucero y un par de destructores podemos darles un
escarmiento a esos mexicanos.
--Pero,
¿y que de los EEUU? --pregunto el
encargado de la cartera de relaciones exteriores--. Ya saben, su doctrina Monroe sigue en pie.
Chamberlain
sonrió quedamente.
--Los
mexicanos han causado toda clase de enemistad con los señores de Wall Street
–apunto Chamberlain--. Hay en pie un
boicot a México. Por más rojillo que sea
Mr. Roosevelt no creo que se enemistaría con los señores de Wall Street para
defender a unos desarrapados.
--Entonces
daré orden de que se apreste la flota –dijo el primer lord.
--Si,
almirante, mande al Hood.
--¿Al
Hood, señor primer ministro? ¿Qué si hay
una crisis aquí en Europa?
--Por el
momento Herr Hitler no ha hecho alboroto.
El Hood ciertamente podría darles una lección a los mexicanos.
--El Hood
–continuo el primer lord dirigiendo a un gran mapa de México donde se podían apreciar
alfileres que señalaban los yacimientos expropiados a las empresas británicas—
es nuestro buque más poderoso. Bien podría
fondearse en la desembocadura del Coatzacoalcos sin entrar al rio y desde ahí
bombardear la refinería de Minatitlan.
Tal es el alcance de sus cañones.
Sin embargo, aconsejo no mandarlo, señor primer ministro.
--¿Por
qué? Ciertamente no creo que los
mexicanos lo pudieran dañar.
--No,
señor ministro, pero ya teniamos planeado meterlo al astillero de Rosyth. Urge que se refuerce la coraza sobre sus
pañoles de municiones. Sabemos que por
un error de diseño esta es muy endeble.
Es más, el Hood ya se dirige hacia Rosyth.
--No,
señor almirante, insisto: el Hood es el orgullo del imperio británico. Le ordeno directamente: mande usted al Hood a
México. Que se de media vuelta y regrese
a Scapa Flow. Es necesario que esos
desarrapados sientan el poderío de las garras del leopardo británico.
--Con
todo respeto, señor primer ministro –contesto el primer lord--, al Hood le urge
que se le refuerce la coraza sobre su pañol de municiones. Mandarlo a México sería un error.
--No hay
nada que discutir, señor almirante –anuncio con exasperación Chamberlain--. Es una cuestión de prestigio. No reaccionamos cuando Hitler entro en la
Renania o cuando anexo Austria.
Nuestros aliados en el continente deben de ver que estamos dispuestos a
enfrentar todos los retos. Y, además, se
trata de México, una nación atrasada a la que hay que darle un escarmiento por
robarnos nuestro petróleo.
--El
primer ministro tiene razón, señor almirante –puntualizo el de
relaciones--. Los mexicanos villanamente
forzaron la expropiación este marzo, justamente cuando todos nuestros ojos
estaban fijos en la anexión que hizo Hitler de Austria. El honor de la corona británica exige que se
les escarmiente.
II. El imperio contrataca
Palacio
Nacional – México, DF
La
inteligencia mexicana no era entonces como la de hoy, una bola de pendejos que
solo sirven para ver si entamban a quien le miente la madre al putito de los
pinos. No, los servicios de inteligencia
mexicanos luego luego dieron aviso que la flota británica se aprestaba a
partir.
En
palacio nacional la noticia le fue dada al presidente Cárdenas.
--Tenemos
información que el acorazado Hood, el crucero Dorsetshire, y tres destructores
están municionándose y preparándose en Scapa Flow –indico el almirante a cargo
de la marina.
--Me
imagino que no tendríamos con que oponerlos –dijo quedamente Cárdenas.
--Tenemos
un par de cañoneros, señor presidente, surtos en Veracruz –continuo el
marino--. El calibre de sus cañones no
le haría nada al Hood. Sin embargo, he
ordenado que embistan al Hood.
--Sería
un sacrificio inútil, señor almirante –contesto Cárdenas--. Sé que no llegarían tan cerca.
--Es
cuestión de honor, señor presidente.
Usted, como militar, entiende de esos menesteres.
Cárdenas
suspiro.
--Bien,
usted decide, señor almirante –concluyo Cárdenas. Luego se dirigió al comandante del ejército--. Señor general, el parte indica que se dirigen
al Coatzacoalcos.
--En
efecto, señor presidente. Hay dos
posibilidades.
--¿Y
estas son?
--Primero,
esto puede ser tan solo una expedición punitiva. El Hood castigara Minatitlan y Puerto México bombardeando
estas ciudades desde lejos.
--¡Sería
un crimen como Guernica! –exclamo Cárdenas--.
Esos obuses no distinguirían entre civiles y militares. Estamos hablando de mujeres y niños.
--La
prensa británica ha estado vilipendiando a México con fiereza –apunto el de
relaciones--. Buscan pintarnos como un
país africano al que pueden ir y bombardear con impunidad.
Cárdenas juro
quedamente; obviamente estaba exasperado.
Una potencia naval amenazaba con matar civiles con impunidad y esta
estaba ya preparando justificaciones.
--Como
siempre esos desgraciados buscan convencer a la opinión pública que ellos son
los agraviados, los buenos o muchachos de la película, y nosotros somos los
malos y agresores. ¿Y cuál es la segunda
posibilidad, señor general?
--Puede
que planeen un desembarco con Royal Marines, señor presidente. Posiblemente entrarían por el Coatzacoalcos y
se irían directo hasta Minatitlan y tomarían la refinería.
--Bien,
en tal caso, ordene que el ejército se atrinchere en la orilla del rio.
--Señor
presidente –le indico el almirante--, el Hood tiene cañones de 380 mm. Seguramente meterían una flotilla de
desembarco y esta dirigiría el tiro del Hood.
Esas trincheras volarían por los aires.
--Ah,
pues entonces lo correcto, señor almirante, es que ponga a los cañoneros que
tiene a mitad del rio. A toda costa
deben de evitar que entre la flotilla de desembarco británica y que esta dirija
el fuego sobre las trincheras mexicanas.
--Así se hará
señor presidente. Mi gente se hará matar
antes de permitir que entren hasta Minatitlan.
Pero bien es posible que el Hood use el avión que lleva abordo para
dirigir el fuego de sus cañones.
--En tal
caso que manden lo que tengamos de aviones a Minatitlan. Si ven a un avión británico que lo derriben,
que no llegue cerca de Minatitlan.
--¿Y la
población de Minatitlan, señor presidente?
--De
orden al ejército que se apreste a evacuar a la población en cuanto sepamos que
los británicos han entrado al golfo. Ah,
y ordene que los zapadores se preparen a dinamitar la refinería. No les dejaremos nada en pie a esos cabrones.
III. Los Plutócratas
Chamberlain
tenía razón en que Roosevelt no iba a meter las manos aunque Cárdenas si lo
contacto. Wall Street también vociferaba
que se les diera a los mexicanos “un escarmiento”.
A bordo
del Broadway Limited, un lujoso tren de pasajeros que corría entre Chicago y
Nueva York dos amigos se encontraron en el carro bar.
--¡Bernie!
¿Qué diablos haces maldito judío?
--Nada,
Prescott, me dirijo a California. Me
meteré a la industria del cine y además ahí el clima es más suave y las mujeres
son más guapas. ¿Y tú, sigues haciendo
negocios con el hijo de puta de Hitler?
Prescott
Bush, padre y abuelo de dos futuros presidentes yanquis era un banquero de Wall
Street y había estado lucrando vendiéndole materiales estratégicos a la Alemania
nazi. Como todos los plutócratas yanquis
muy apenas disimulaba su antisemitismo.
--Como bien sabes, Bernie, business is business. Incluso varios de tu gente han metido dinero al
negocio de venderle pertrechos a Adolf. Ese negocio sigue viento en popa hasta que
Hitler empiece la guerra. Lo que me
causaba preocupación era que el comunista de Roosevelt fuera a evitar que los
británicos le dieran una paliza a los
mexicanos.
---No sabía
que Roosevelt protegiera al gobierno comunista ahí.
--No
oficialmente. El caso es que una
delegación de varios de nosotros fuimos a Washington y le hablamos bastante
golpeado.
--¿De
verdad? El hombre esta paralitico por la
polio pero me dicen que tiene huevos.
--Tal
vez. El caso es que Franklin se dobló. Con Wall Street
no se juega, you know. Ahora solo es cosa de
que la flota inglesa les dé un castigo ejemplar a esos mugrosos. Después de que la Home Fleet les destruya unas
cuantas ciudades vas a ver que nos van a suplicar que regresemos y te puedo
asegurar que volveremos a explotar los yacimientos mexicanos.
--Ah
bueno, Prescott, en tal caso, ¡salud! Y
si requieres inversionistas para volver a México no te olvides de mí.
IV. El Embajador
Hubo otra
potencia a la que Cárdenas sondeo buscando ayuda.
--Me temo
señor presidente que Alemania no intervendrá –anuncio el embajador alemán--. El Fuhrer no quiere precipitar
acontecimientos. Él tiene otra agenda.
--Les
hemos sido una fuente confiable de abastecimiento –insistió Cárdenas--. Bien conocidas son nuestras diferencias políticas. Ustedes apoyan a Franco y México apoya a la república. Sin embargo, hemos desarrollado una muy buena
relación comercial. No veo por qué tenga
que recordárselos. Ustedes están comprando
y almacenando grandes cantidades de petróleo mexicano para los propósitos que
tengan en mente a futuro. Y nosotros con
gusto se lo vendemos pues así podemos evadir el embargo comercial que nos impusieron
EEUU e Inglaterra a raíz de la expropiación.
Además, me dicen que la herramienta que traen de regreso nuestros buques
desde Alemania es de muy buena calidad.
--Jawohl
señor presidente –contesto el embajador y luego sonrió quedamente—estoy al
tanto que nuestras diferencias políticas no han sido obstáculo para que
busquemos beneficios mutuos. Pero siento
decirle que no, no podremos intervenir.
En esto la cancillería fue tajante.
Sabe, yo fui submarinista en la guerra anterior. Créame que me daría mucho gusto interceptar
esa flota británica en cuanto entrara al golfo.
Pero me temo que el radio de acción de nuestros submarinos no es
suficiente.
--Don Porfirio había coqueteado anteriormente con el Kaiser –respondió
Cárdenas en una voz lenta y cuidadosa--. La idea era que una base de
submarinos se podría establecer en Alvarado. Esto incrementaría el
radio de acción de sus submarinos. Y si bien me acuerdo, el Kaiser
no tuvo empacho en venderle el Goeben a los turcos y tampoco puso obstáculos en
ordenar que su tripulación alemana se pusiera fez y combatiera bajo la bandera
turca contra los aliados. Con gusto le podemos conseguir una bandera
mexicana para que la icen a bordo de un submarino alemán y si quieren hasta
unos sombrerotes.
El tono de voz de Cárdenas había sido irreverente al mencionar al Goeben
sin embargo su ojos eran fríos y no tenían nada de risueños. Por esta razón el embajador teutón decidió
contestar lentamente y con precisión para que no hubiera malentendidos.
--Reportare a Berlín que usted me recordó esos hechos históricos, señor
presidente. Siempre es bueno recordar estos y considerar las alternativas
históricas. Me atrevo a vaticinar que mi
gobierno no considerara posible comprometerse a nada en estos momentos dado lo
delicado de la situación en Europa. Además
los servicios de espionaje aliados vigilan a México con lupa. Cualquier
acción para asentar la relación de México y Alemania podría traer como
consecuencia una respuesta de las potencias aliadas. Y en tal caso
Alemania poco podría hacer para ayudar a México.
--Lo sé,
señor embajador. Y también sé que los ingleses están a punto de asesinar a
cientos de mujeres y niños en las poblaciones mexicanas del golfo. Eso, para mí, justifica tomar cualquier acción
para evitarlo.
--¿Aún un
pacto con el diablo? –se rio el embajador, el cual tenía un sentido de humor,
cosa rara entre los diplomáticos al servicio de Hitler.
--¡Eso y
más con tal de defender a México! --fue la respuesta del michoacano y si, aunque
sonreía sus ojos seguían muy fríos.
V. Cavando en un pantano
A orillas
del Coatzacoalcos los soldados mexicanos cavaban trincheras.
--¡Puta
madre, mi sargento! ¡Este suelo está muy
fangoso! –juro un soldado de infantería.
El hombre estaba cubierto de lodo.
En
efecto, las trincheras, a orillas del Coatzacoalcos se iban llenando con
agua. El sargento a cargo vio como un borbotón
de agua surgía del suelo y llenaba la trinchera.
Un grupo
de mando con un capitán se acercó.
--¿Qué
pasa sargento?
--Estamos
cavando en un pantano, mi capitán. ¿No
habría manera de atrincherarnos más lejos del rio?
--No. La orden es que los detengamos aquí mismo, en
la orilla –contesto el capitán--. Pero
de nada servirá si estas trincheras se llenan de agua. La tierra está muy suave. Los van a enterrar a la primera andanada de
la artillería británica.
--¿Entonces
qué hacemos mi capitán?
--Acaben
esta primera línea –indico el capitán--.
Pondremos aquí una compañía tan solo, con ametralladoras. Yo estaré al mando. Un par de ametralladoras bastaron para que
los turcos les hicieran una matazón a los ingleses en Gallipoli cuando
intentaron desembarcar. Cuento con que
la torpeza de los mandos británicos seguirá igual, sobre todo si como es
probable menospreciaran nuestra hombría esos cabrones. Por otra parte, sargento, le ordeno que excaven
otra línea de trincheras 30 metros más tierra dentro. Ahí estará el suelo más firme y servirá de línea
de apoyo. Nada más asegúrese que las
maxims y el parque estén secos.
--¿Estos
amigos vienen por el petróleo, mi capitán?
--Si,
buscan robárselo otra vez.
--¡Pos haremos
que les cueste un huevo y parte de otro!
El
oficial sonrió viendo que la moral de su gente era buena. Los británicos a la larga desembarcarían, sí,
y tal vez incluso se harían de la refinería,
pero pagarían un costo en sangre. Y si
el ejército ponía el ejemplo haciéndose matar defendiendo el petróleo el pueblo
a su vez respondería. Aunque quisieran,
los británicos nunca podrían hacerse de los yacimientos expropiados. Las guerrillas los estarían venadeando
constantemente.
--Escuche,
sargento, los zapadores volaran la refinería en cuanto se presenten esos fulanos. Pero si nuestra defensa es rebasada,
concéntrense en el edificio de calderas de la refinería. Ese seguirá en pie y tiene paredes gruesas y lo
hemos habilitado como reducto fortificado.
Ahí resistiremos.
VI. Crisis
Pero
sucedió entonces que Herr Hitler empezó a alborotar en Europa.
--Nos es
urgente resolver el problema en los sudetes en la frontera con Checoslovaquia
–le indico Joachim von Ribbentropp, entonces embajador de Alemania en Gran
Bretaña, a Mr. Chamberlain--. Alemania
está dispuesta a todo con tal de resolver el asunto.
--¡Santo
Dios! –gimió Mr. Chamberlain—¿no está usted hablando de un cassus belli verdad?
--Tal vez
–dijo fríamente von Ribbentropp--. Es
cuestión de lo que el Fuhrer decida. Yo
le aconsejo que tome usted esto con la seriedad que amerita.
De
inmediato cundió la alarma en el gobierno británico. La orden se mandó con urgencia a Scapa
Flow. El Hood no zarparía hacia
México. Pero tampoco iría a Rosyth a
reforzar su coraza. De no haber surgido
la descabellada idea de mandarlo a México el buque estaría ya en Rosyth y su
coraza estaría siendo reforzada. Aun si
hubiera surgido la crisis de los Sudetes el Hood habría estado ya en Rosyth siendo
reacondicionado. Pero no, el Hood no
podía estar fuera de servicio si Herr Hitler andaba amenazando guerra. Y así fue
que su coraza no se reforzó.
Los
servicios de inteligencia mexicanos anunciaron que no vendrían los británicos. En Minatitlan, los juanes recibieron orden de
retirarse de las trincheras que habían cavado a orillas del rio y regresar a
sus cuarteles. Los cañoneros mexicanos
regresaron a Veracruz sin haber tenido que hacerse matar. Los zapadores retiraron las cargas de dinamita
que habían puesto en las torres de destilación de la refinería. Los biplanos de la fuerza aérea mexicana se
regresaron al altiplano. La amenaza
británica no se materializo, afortunadamente.
VII. Epilogo
Unos años
después, en mayo de 1941, el Hood se encontró en el estrecho de Dinamarca con
el acorazado alemán Bismarck. Una
certera salva de este dio de lleno en el pañol de municiones del buque insignia
de la flota británica y la explosión lo partió en dos. Se hundieron con el Hood 1400 tripulantes,
incluyendo al almirante Holland, jefe de la escuadra británica. Solo se salvaron tres marinos.
Al
saberse la noticia del hundimiento del Hood hubo fiesta y celebraciones en
Minatitlan.
Para 1942 el embargo comercial contra México se levantó pues a los
aliados les urgía el petróleo mexicano. Los buques tanques mexicanos ya
no podían llegar hasta Bremen por el bloqueo británico pero en los puertos de
EEUU desembarcaban su petróleo sin problema.
En la primavera de 1942 Donitz mando una manada de lobos de acero
a incursionar en aguas del golfo. Iban acompañados de submarinos nodriza
para reabastecerlos de combustible. La matazón
fue tremenda. Se veían buques hundiéndose
a lo largo de todas las aguas costeras de EEUU, México, y Cuba.
El mensaje para los neutrales (y México todavía
lo era) era claro: no lleven petróleo a EEUU porque no se respetara su
neutralidad en tal caso. Pero la presión
de EEUU sobre México era tal que los buque tanques mexicanos tuvieron que
zarpar llevando crudo a EEUU.
En mayo de 1942 uno de estos submarinos, el U 542 de Reinhardt
Suhren, hundió al Potrero del Llano a pesar de que México seguía siendo neutral
y el buque estaba completamente
alumbrado y portaba la bandera mexicana pintada en el casco. Sin embargo,
llevaba crudo a EEUU. México declaro la guerra al eje de inmediato.
Los alemanes hundieron en total seis buque tanques mexicanos. Curiosamente (o tal vez no) el gobierno
mexicano mando al escuadrón 201 a combatir a Japón (nación que no había causado
ningún daño contra México) y no contra Alemania, el antiguo socio comercial que
le había hundido seis buques.
Mario
Quijano Pavón
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