A raíz de que el el PRI regresó al poder con Enrique Peña Nieto, la barbarie que inició el PAN con Felipe Calderón se ha ido recrudeciendo y las autoridades cada vez se descaran más para tolerarlo o de plano ser cómplices.
Apenas ayer vimos tres casos súmamente graves de cómo los policías y gobiernos priistas están involucrados en crímenes de lesa humandidad.
En Edomex, además de las constantes ejecuciones, como las 8 ocurriadas el domingo pasado, dio a conocer que en lo que va del año se han estado encontrando decenas de cadávares en canales de aguas negras de Ecatepec, de los cuales 16 son de mujeres.
Pero el gobernador priista, Eruvial Ávila, lo ha mantenido en secreto. Eso se llama complicidad.
Segundo caso: informes del gobierno federal dados a conocer por Proceso señalan que a los sicarios de la masacre de Iguala les ayudaron a escaparse autoridades de los tres niveles de gobierno y el ejército priista de Enrique Peña Nieto. Además, pese a que el gobierno de Peña Nieto sabe a dónde se fueron a esconder los sicarios, dicen los informes, no los han buscado ahí.
Tercer caso: En Cuautitlán Izcalli policías municipales priistas son grabados sembrándole droga a jóvenes para poder arrestarlos pese a que no cometieron ningún delito. La droga la tenían los policías.
De esto último, por cierto, en los medios no dijeron nada.
Esto sin mencionar el caso Tlatlaya, el aumento en la ordeña de Pemex, en el secuestro, las agresiones a periodistas y en otros delitos. Todos con la participación de militares, funcionarios y policías priistas.
La pregunta es ¿por qué de repente los crímenes en los que participan el gobierno y la policía van en aumento?
Tal vez porque los gobiernos y las policías priistas se saben protegidos ante sus tropelías.
Tal vez porque al regresar el PRI al poder, las policías y gobiernos priistas de gobiernos locales pensaron que regresaron los viejos tiempos en los que el PRI les solapaba el ser delincuentes.
Si fue el caso, tienen razón. El gobierno federal priista está solapando al crimen como lo hacían antes.
La diferencia es que ahora la gente se está hartando al grado en el que ya incendian palacios de gobierno, como pasó en Guerrero.
Peña Nieto debería renunciar por ser el responsable de esta barbarie, pero no lo va a hacer. Por consiguiente, a los ciudadanos sólo les queda una opción: sacar al PRI del poder por medio del voto en 2015 y 2018.
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