Que exista de hoy en adelante un estado
de guerra abierta entre el pueblo mexicano y la clase política mexicana que lo
mal gobierna para beneficio de los extranjeros.
Que todo mexicano bien nacido se una
y haga suya esta causa sin albergar duda alguna sobre la justicia de esta y con
la disposición de llegar a las últimas consecuencias con tal de derrotar y
erradicar a los enemigos del pueblo.
Que el pueblo no tenga misericordia
alguna con los miembros de la clase política mexicana que caigan en sus manos
pues ellos son los que han causado tanto sufrimiento a los mexicanos.
Que se atice el odio hacia la clase
política mexicana y que no puedan dar un paso en ninguna parte de México sin
que se les señale y les lluevan pedradas e insultos y, si es posible, golpes.
Que ni en el extranjero estén a gusto
los miembros de la clase política mexicana pues que no falte un mexicano
denunciándolos e insultándolos abiertamente.
Que se junte el oro y la plata que la
clase política mexicana le ha robado al pueblo y que se les derrame así fundido
en sus bocas abiertas a ver si así les apetece y lo disfrutan.
Que no se condene, es más, que se
aplauda y que sea motivo de orgullo y alegría, toda situación y acción que le
cause daño a los integrantes de la clase política mexicana.
Que se señalen como ejemplos dignos de
emular a aquellos que humillen o que le causen daño a los integrantes de la
clase política mexicana.
Que por cada lágrima que ha derramado
el pueblo mexicano por sus abusos los integrantes de la clase política mexicana
derramen ríos de lágrimas de sangre.
Que toda cortina de humo, toda
distracción estúpida, que invente la clase política mexicana, no sirva para
hacer que el pueblo olvide los agravios y quienes son los autores de estos.
Que cada que se muera un integrante
de la clase política mexicana el pueblo festeje y haga romerías y que tengan
que buscar donde enterrarlo en el extranjero pues si lo entierran en el suelo
patrio su tumba nunca seria respetada.
Que el mismo miedo y zozobra y
desesperanza que hoy son los compañeros constantes del pueblo mexicano
atormenten también por el resto de sus días a la clase política mexicana y que
su tormento se extienda aún más allá de la muerte.
Que por cada hijo que el pueblo
entierre la clase política mexicana pierda diez de tal manera que su estirpe
asquerosa desaparezca de México.
Que la clase política mexicana le
tema, si, y mucho, al pueblo de México pues este los enseñara "a
respetar" y la lección será tan dolorosa que jamás la olvidaran los
tiranos futuros.
Finalmente, oh dioses de nuestros
abuelos, que aprendan y que nunca olviden estos traidores lo que es amar a Dios
en tierra de indios y que les quede muy pero muy claro que Dios perdona…pero el
pueblo no.
Mario Quijano Pavón
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