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lunes, 15 de septiembre de 2014

LA ARENGA DEL POETA


Guillermo Prieto
LA ARENGA DEL POETA

Corría el mes de septiembre…de 1847.  La ciudad de México había caído ante la bota yanqui.  Se habían robado a medio México.  No faltó quien le preguntara a don Guillermo Prieto que había que hacer.  Esto contesto el poeta y su mensaje transciende al tiempo y se aplica en nuestros días.

“Venís ante mí llorando por la victoria del extranjero.  En efecto, hacen vivaque en nuestras plazas y su bandera ondea arrogante sobre nuestros palacios.  Se mofan de nuestras costumbres, del color de nuestra piel, de las tumbas de nuestros viejos, de nuestro hablar, y, peor, de nuestra hombría.  Nos tratan con desdén y se sienten los dueños de México. 

Decís que somos perdidos y que debemos aceptar su voluntad.  Incluso los admiráis, no lo neguéis, y creéis que ellos os gobernaran mejor que los tiranos, los muy nuestros tiranos, que nos traicionaron.  Pensáis que así tendréis tranquilidad.  Tomad ese camino si lo deseáis.  Seréis como que el perro que suplica a su amo migajas.  Y este las da, si, no muy generosas ni muy frecuentes, pues lo desprecia. 

Yo os digo que no debéis claudicar. ¡Especialmente si ya perdimos la patria! Sabed que sois libres pues no os queda ya nada que perder. ¡Nada! ¡Ni siquiera queda el miedo a la muerte! Ah, ¡qué cosa tan hermosa y curiosa es la nada! Justifica cualquier nil desperandum al que os abrazares y permite concentrarnos en lo que hay que hacer, sin menoscabo del pasado.

Volvamos otra vez a forjar la patria, de la nada, si, de la nada. ¿Con que?  ¡Pues miraos vuestras manos!  Tenemos todo para hacerlo. Vuestra sangre es buen mortero y vuestra piel no es más que barro, tal y como se lee en el libro de los judíos.  Sangre y barro y mucho amor a México es lo que se necesita para reconstruirlo.

Si, México ha caído.  ¿Y qué?  Acordaos que igual cayó el nazareno cuando cargaba su cruz y aun así se volvió a levantar.  ¿Por qué no podemos hacer nosotros igual?  Acordaos que México se escribe con equis y ya lleva su cruz en su nombre. ¡Ea, levantaos!  Poneos en pie, como podáis, con lo que podáis, alzad esa cruz que llevamos en el nombre y seguid adelante. 

 ...los traidores que nunca faltan...
Os preguntáis como seguir adelante.  Pues oponedle resistencia al extranjero y a sus siervos.  Estos últimos son los esclavos contentos y los traidores que nunca faltan.  Resistid con cada gota de sangre y sudor que derraméis.  No esperéis ni deis misericordia. Estorbadle sus designios con las barricadas que podáis alzar. No importa si el estorbo es modesto.  Lo que importa es que no pueda pasearse tranquilamente sin encontrar obstáculos a su tránsito y designios.  Sabrá entonces que no nos ha vencido, que no nos ha doblado, que todavía quedan mexicanos, y que por ello nunca podrá decirse enteramente dueño de México.  Y es que temerá: sabe que cualquier braza prendida puede convertirse en un incendio.


Y no, no importa si el tirano extranjero o los traidores nos ajustician.  Para eso es la cruz que lleva en su nombre México.  Que sirva para marcar nuestra tumba. Honra hay en morir como mexicano y ninguna en vivir como esclavo de un amo extranjero.” – Guillermo Prieto septiembre de 1847


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