El día de hoy el ex candidato presidencial priista, Enrique Peña Nieto, promulgará las leyes secundarias de la reforma energética que privatiza Pemex y convierte en deuda pública las deudas de las corruptelas del PRI en Pemex y CFE.
Es un día negro para la historia de México, sólo comparable tal vez con el robo del territorio mexicano tras la invasión de Estados Unidos a mediados del siglo 19, como resultado del entreguismo de Santa Anna.
A partir de hoy, más de la mitad de la riqueza petrolera de México quedará en manos de trasnacionales y privados. Más de la mitad del petróleo y el gas se le entregará a trasnacionales sin que paguen un sólo centavo, mientras que los precios de la gasolina, del gas y de la luz aumentarán.
No habrá beneficio para los mexicanos. No se crearán empleos bien pagados. Vaya, el gobierno priista de Enrique Peña Nieto se niega a aumentar el salario mínimo, única garantía de mejora salarial para los trabajadores.
Y encima de todo eso, los mexicanos tendrán que pagar con sus impuestos miles de millones de pesos, incluyendo un préstamo que Pemex hizo al sindicato de Carlos Romero Deschamps, pero que se ha señalado como posible desvío a la campaña de Peña Nieto en 2012.
El PRI y el PAN hicieron esto pasando por encima de los deseo de los mxicanos, ya que la mayoría -más del 60%- se opone a la entrada de privados al sector energético.
Se puede hacer algo al respecto. No votar jamás ni por el PRI, ni por el PAN, ni por sus satélites PEVM y PANAL.
Más importante aún; se puede echar abajo la privatización de Pemex votando en contra de la reforma energética en la consulta energética de 2015.
Votar en esa elección será clave para el destino de México. Si 40% de los que votem rechazan la reforma energética, se tendrá que revertir.
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