La izquierda norteamericana está mayormente representada en un sector del Partido Demócrata y en movimientos sociales y sindicatos, según Earle, quien trabajó en Buenos Aires con el movimiento de fábricas recuperadas. Por Julia Goldenberg
–¿Qué tareas realizan desde la Fundación Rosa Luxemburgo?
–Rosa Luxemburg Stiftung es una fundación sostenida por el partido Die Linke, un partido de izquierda alemán. Esta fundación tiene oficinas en toda Alemania y otros siete países. Aquí trabajamos en dos direcciones: por un lado tenemos un trabajo dirigido a Estados Unidos y Canadá, y por el otro un trabajo dirigido a las Naciones Unidas. Funcionamos, además, como centro de análisis político e investigación y recibimos a políticos de la izquierda alemana y los ponemos en contacto con quienes estén haciendo un trabajo similar aquí. Estamos haciendo actualmente un trabajo muy fuerte de educación cívica sobre lo que son los fundamentos del neoliberalismo para generar espacios públicos de debate y de aprendizaje. Esto tiene por objetivo generar un debate, reunir a la juventud, proponer nuevas formas de organización política, etc. Pero además buscamos esclarecer, por ejemplo, la cuestión de las crisis hipotecarias que está viviendo Estados Unidos. Buscamos generar espacios de debate y así buscamos entender la coyuntura política. A veces trabajamos con sectores específicos y actores sociales específicos. Ahora estamos por iniciar, por ejemplo, un proyecto que está articulado con un grupo de representantes del Frente Auténtico del Trabajo, que es un sindicato mexicano: ellos trabajan muy fuerte con cooperativas y con los sectores más excluidos dentro del ámbito laboral, los que no están organizados. Ellos van a venir a Estados Unidos a relacionarse con movimientos de izquierda locales para futuras acciones.
–Durante los años en Argentina trabajaste con los movimientos de las fábricas recuperadas. ¿Qué diferencias existen con las organizaciones norteamericanas?
–Yo hice mi maestría en Flacso y trabajé en una ONG llamada La Base en Argentina y en The Working World en Estados Unidos, que se formó en el año 2003-2004 par asistir a las fábricas recuperadas con créditos, pero con créditos que no funcionan como los créditos de un banco. Son créditos solidarios, donde se busca ofrecer un préstamo de acuerdo con la necesidad productiva de la cooperativa y después se devuelve sólo con la ganancia que se genera a partir del funcionamiento del proyecto. Si el proyecto fracasa, por fuerza mayor, no se devuelve el dinero y no hay ningún problema. Es una herramienta financiera que busca servir a la comunidad y no generar ganancia. Luego vine a Nueva York y abrimos una sucursal similar aquí. Fue un aprendizaje interesante del Sur al Norte. Aquí en Chicago nos encontramos con la ocupación de una fábrica, hace algunos años. Fue terrible, el dueño se llevó todo, dejó a los trabajadores en la nada. La empresa fue vendida a otro inversionista y luego de unos años volvió a fracasar. Cuando volvieron a ocuparla se contactaron con nosotros por la experiencia que tuvimos con las fábricas recuperadas en Argentina. Querían saber cómo funcionaba esto de transformar una fábrica en una cooperativa de trabajo. Necesitaban una forma de organización para salir adelante. Entonces nos llamaron para que los ayudáramos con este proceso. Nosotros pudimos intervenir comprando la mitad de los bienes del remate que se hizo, así volvería a pertenecerles y podrían avanzar como una cooperativa. Argentina y América latina, en general, sufrieron crisis muy profundas, entonces tienen más experiencia en lo que respecta a la organización política como producto de una crisis. Nosotros no pasamos por una crisis como la del 2001, pero las estadísticas arrojadas actualmente, después de la última crisis que sufrimos, son horribles. Si puedo establecer ciertas diferencias entre los movimientos argentinos y los norteamericanos diría que, en primer lugar, no hay diversidad partidaria, existen pero a un nivel muy reducido. Entonces las energías políticas no se canalizan en partidos políticos, sino que desembocan en pequeños proyectos, organizaciones comunitarias, grupos pequeños y algunos movimientos sociales. En Argentina hay mucha conciencia de la historia, y la protesta en la calle es un elemento de la cultura argentina muy arraigado. La democracia argentina es muy valorada por los ciudadanos, aquí no existe una memoria colectiva o incluso institucional de lo que significa haber perdido la democracia y eso se manifiesta mucho en la calle.
–¿Qué discursos proponen los medios norteamericanos y qué manifiesta la opinión pública respecto de la problemática con los fondos buitre?
–En primer lugar, el caso de Argentina no es un tema de debate público. El público mainstream esta distraído con otros temas, confundido por la complejidad de las tantas estafas financieras que ya sufrió, y sobrepasado por un sinnúmero de cifras sin sentido (¡¿¡de cuántos trillones fue el bailout!?!). No hay conciencia pública de lo que sucede con Argentina, y no la habrá a menos que explote otra crisis de la envergadura de la de 2001-02. Sin embargo, el fallo de Griesa sí ha sido un tema de debate entre los “especialistas” estadounidenses y, más ampliamente, en el mundo angloparlante. Mientras que los sospechosos de siempre aplauden el “coraje” del juez, otros aparecen sorpresivamente consternados. Desde el FMI al Consejo de Relaciones Exteriores, y en docenas de medios mainstream como, por ejemplo, el Financial Times, se articularon distintos niveles de preocupación de que el fallo, llevado a su conclusión absoluta, pueda provocar una desestabilización de la economía argentina. Hubo quienes, incluso, advirtieron que esto sienta un precedente jurídico que llevaría a los fondos buitre nuevamente a ejercer un poder desestabilizador sobre la economía global. Mientras tanto, los medios izquierdistas también reaccionaron, y allí se habló del componente ético, se habló incluso de la dictadura del FMI, de la ganancia de los fondos buitre y de otro avance más en la financiación predatoria del capitalismo. Es verdad que Griesa es un hombre de 84 años, muy cercano a los abogados de los fondos buitre, que se refirió a “ellos” y “nosotros” a lo largo de su fallo, y que se ve como activista del derecho contractual, asumiendo el papel de defender a toda costa los “derechos” de estos fondos para obtener un 1600 por ciento de ganancia a través de la desestabilización de una economía nacional. Hay que decir que el fallo de Griesa involucra una complicidad del sistema judicial estadounidense que llegó incluso a su Corte Suprema. La decisión es representativa de la voluntad de los mayores bloques de poder actuales en Estados Unidos, republicanos e incluso demócratas. Es posible que el desacuerdo público haya generado cierta debilidad que la Argentina pueda explotar en las negociaciones. Pero del lado de EE.UU. las decisiones más importantes y más nefastas ya se tomaron. Ahora le toca a la Argentina tomar las decisiones más duras y –esperemos– más inteligentes sobre cómo enfrentar a los buitres que los rodean.
–¿Cuál es la izquierda norteamericana?
–Primero que nada existe una izquierda dentro del Partido Demócrata. La izquierda tiene representación sobre todo en los jefes de Gobierno de Boston, de Los Angeles, acá en Nueva York, etc. Más allá de estar a favor del aborto, del matrimonio gay, tienen también una política económica neokeynesiana. Pero lo cierto es que la izquierda más radical está por fuera del ámbito electoral. Hay movimientos pequeños muy interesantes, pero siguen existiendo en una estructura política más grande y que no da cuenta de su existencia. Está compuesta por movimientos sociales, organizaciones sin fines de lucro, etc. Se me ocurre como ejemplo el caso de Mississippi, donde existe un grupo de nacionalistas negros que están peleando por la autodeterminación de los pueblos negros del sur, etc. Estos movimientos no tienen un espacio institucional que los contenga.
–Algunos autores señalan que los sindicatos en Estados Unidos tienen una función de presión y choque frente a la cúpula política y no se mezclan con el ámbito parlamentario. ¿Crees que esta descripción es acertada?
–No estoy de acuerdo con esto. Por el contrario, la mayoría de los sindicatos están muy atados al ámbito parlamentario, especialmente al Partido Demócrata. Les dan a los candidatos muchas donaciones para que sigan ganando elecciones, que es un mecanismo que, más que casi cualquier otro, regula la política electoral de Estados Unidos. Es decir que los sindicatos trabajan mucho más desde adentro del ámbito parlamentario que desde afuera. Lo que sí es cierto es que ahora sólo alrededor del 12 por ciento de la población está sindicalizada y el 8 por ciento es del sector privado. La tasa de sindicalización va bajando más o menos desde el período del macartismo; esto se vio acompañado por un proceso por el cual los sindicatos se han vuelto más conservadores. Pero ahora estamos viviendo algunos cambios de posición: por ejemplo con el tema de la inmigración. Hace una década los sindicatos eran muy conservadores, porque consideraban que los inmigrantes les iban a sacar sus puestos de trabajo. Luego se dieron cuenta de que los latinos que venían a Estados Unidos tenían mucha experiencia en la militancia sindical, mayor conciencia de clase, y que no podían seguir peleando con este sector en crecimiento de la nueva clase obrera. Entonces, podemos percibir la influencia latina en el movimiento obrero organizado norteamericano. Esto lleva a un aumento de las protestas en las calles, una revalorización del 1º de mayo, y otro tipo de actitudes que son novedosas para ellos. Pero cerrando con tu pregunta, sí es cierto que aquí no hay cuadros políticos que surgen del movimiento sindical y llegan al Parlamento.
–¿Qué va a dejar como legado la gestión de Obama?
–Yo creo, aunque algunos no estén de acuerdo en este punto, que el simbolismo de tener un presidente negro en un país fundado sobre la esclavitud es algo real. Creo que como todo simbolismo esto va más allá de lo realizado durante su presidencia. Creo que se generaron aperturas. Se abrieron posibilidades en este país respecto de su historia. Otro acto simbólico que trascendió fue apoyar el matrimonio igualitario. Pero, por ejemplo, Obama Care, que era la promesa y la iniciativa más destacada de esta gestión, no fue más que un intento de restaurar una especie de capitalismo más o menos funcional al sistema de salud. Aun así, tuvo mucho costo político, ya que le generó espacios a la oposición y se les regaló mucho dinero a las empresas de salud. Sin embargo podemos decir que Obama Care es beneficioso en el siguiente sentido: hay gente que ahora accede a una cobertura, que antes estaba totalmente excluida, por ejemplo aquellos rechazados por enfermedades que surgieron previamente a su cobertura, antes no podían ser admitidos y ahora no se les puede negar la cobertura. Además hay cobertura para los hijos de aquellos que están cubiertos y dura hasta sus 25 años. Sin embargo, esto implicó uno de los flujos de dinero del sector público a empresas privadas más grande de la historia. En muchos casos, la obligación para que la gente contrate alguna de estas coberturas fue un golpe muy duro para las clases más bajas. Hay que tener en cuenta que, a pesar de que contamos con los mejores especialistas, el promedio del sistema de salud está por debajo de muchos otros países, es decir que la calidad del sistema de salud en este país no es buena. Quiere decir que, si sos pobre en Estados Unidos, la cobertura es nula o es mala. Hubo algunas mejoras con Obama Care, pero mínimas. Yo siempre le cuento a la gente que cuando yo vivía en Argentina mi madre me vino a visitar y tuvo un pico de presión alta y la tuvieron que hospitalizar. Estuvo tres días en el hospital público y no le cobraron nada. Creo que le cobraron 80 pesos, que era el costo, sin ganancia, de las pastillas que necesitaba después. Ella no tiene buena cobertura médica en Estados Unidos, entonces no quiero ni pensar lo que hubiese pasado si esto le sucedía estando allá. Tuvo mucha suerte de estar en Argentina en ese momento. Como aspectos negativos de la gestión podemos decir que tenemos el mayor caudal de deportaciones de la historia; un aumento sin precedentes de la inversión en la industria armamentística, especialmente en drones; la mayor entrega de dinero público a manos privadas en la historia (casi el tamaño del PBI norteamericano) como producto del reciente rescate financiero y como consecuencia de un crecimiento insólito de los bancos norteamericanos, a la par de lo cual la pobreza crece. Todo esto, en mi opinión, no deja un balance favorable. Más allá del simbolismo, del matrimonio igualitario, y de lo bueno que salió del Obama Care, no hay un saldo positivo. Todo comenzó con el presidente más querido que tuvimos, con un mandato muy fuerte, con el Congreso a favor, y acabamos así. Esto muestra el nivel de crisis del sistema electoral de Estados Unidos. La gestión de Obama se vio muy limitada, hubo muchas cosas que él no pudo hacer. Hay restricciones que son estructurales, es decir, cuenta con un Congreso estancado y que no representa al electorado.
–¿Qué pronosticas para el 2016?
–Va a ganar Hillary Clinton, sin dudas, a menos que tenga serios problemas de salud (hay rumores al respecto). Es posible que tengamos que elegir entre Clinton y Bush nuevamente. Hay un disputa muy fuerte entre los republicanos más poderosos y el Tea Party. Esto da cuenta de una fuerte crisis. Tendremos un Congreso mayormente republicano en las próximas elecciones, lo cual es normal, ya que siempre que hay un presidente demócrata los republicanos cobran fuerza en el Congreso. Pero creo que por el crecimiento de la población latina y la mayor participación por parte de los jóvenes van a ganar los demócratas. Pues bien, Hillary Clinton no tendrá una gestión más a la izquierda que la de Obama. Hay una posibilidad interesante, que es que el senador de Vermont, Bernie Sanders, que es el único socialista aunque trabaja con los demócratas, desafíe a Hillary Clinton. Probablemente pierda, pero va a correr a Hillary hacia la izquierda. En lo que se refiere a la política exterior, sabemos que Hillary Clinton fue secretaria de Estado en el primer mandato de Obama y fue en su gestión que se expandió la guerra con drones.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario