El Jerusalem Post publicó recientemente un artículo que informa de
que algunas organizaciones se oponen a que me hayan adjudicado el Premio
Adorno, un premio que se otorga cada tres años a una persona que trabaje en la
tradición de la teoría crítica en sentido amplio. Las acusaciones contra mí son
que apoyo a Hamas e Hizbolá (lo que no es cierto), que apoyo el BDS
(parcialmente cierto) y que soy antisemita (evidentemente falsa). Tal vez no me
debería sorprender tanto que quienes se oponen a que reciba el Premio Adorno
recurran a estas acusaciones difamatorias y sin fundamento para expresar su
punto de vista. Soy una académica que llegó a una introducción a la filosofía a
través del pensamiento judío y me considero a mí misma defensora y continuadora
de una tradición ética judía que incluye figuras como Martin Buber y Hannah
Arendt. He recibido una educación judía en Cleveland, Ohio, en el templo, bajo
la tutela del rabino Daniel Silver donde he desarrollado fuertes convicciones
éticas sobre la base del pensamiento filosófico judío. Aprendí y llegué a
aceptar que somos llamados por los demás y por nosotros mismos a responder y
mitigar el sufrimiento. Pero para hacerlo tenemos que oír el llamado, encontrar
los recursos con los cuales vamos a responder y, a veces, sufrir las
consecuencias de hablar como lo hacemos. A cada paso en mi educación judía me
enseñaron que no es aceptable permanecer en silencio ante la injusticia. Este
mandato es algo difícil, ya que no nos dice exactamente cuándo y cómo hablar, o
cómo hablar de una manera que no produzca una nueva injusticia, o la forma de
hablar de modo que será escuchada y registrada en la manera correcta. Estos
detractores no escuchan mi posición actual y tal vez no debería sorprenderme,
ya que su táctica consiste en destruir las condiciones de audibilidad.
Estudié filosofía en la Universidad de Yale y continué
reflexionando sobre las cuestiones de la ética judía a lo largo de mi
educación. Me sigo sintiendo agradecida por esos recursos éticos, por la
formación que tuve y que aún me animan. Es falso, absurdo y doloroso para
cualquiera argumentar que los que formulan una crítica al Estado de Israel son
antisemitas o, en caso de ser judío, es uno que se odia a sí mismo. Dichas
acusaciones tratan de demonizar a la persona que está expresando un punto de
vista crítico y así descalificar de antemano su opinión. Es la táctica del
silenciamiento: esta persona es incalificable y cualquier cosa que diga se
desecha de antemano o se distorsiona de tal modo que anula el acto de expresión.
La acusación se niega a considerar el punto de vista, a debatir su validez, a
considerar sus formas de evidencia y a arribar a una conclusión sólida sobre la
base de escuchar a la razón. La imputación no es sólo un ataque a personas que
tienen puntos de vista que algunos encuentran objetables, sino que es un ataque
al intercambio razonable, a la posibilidad misma de escuchar y hablar en un
contexto en el que realmente se podría considerar lo que el otro tiene que
decir. Cuando un conjunto de judíos etiqueta a otro grupo de judíos con el
membrete de “antisemita”, está tratando de monopolizar el derecho a hablar en
nombre de los judíos. Así que, en realidad, la acusación de antisemitismo es
una tapadera de una disputa interna judía.
En los Estados Unidos me alarmó la cantidad de judíos que, estando
consternados por la política israelí, incluyendo la ocupación, las prácticas de
detención indefinida y el bombardeo de poblaciones civiles en Gaza, tratan de
renegar de su judaísmo. Cometen el error de pensar que el Estado de Israel
representa el judaísmo de nuestro tiempo y que si uno se identifica como judío,
apoya a Israel y sus acciones. Y, sin embargo, siempre ha habido tradiciones
judías que se oponen a la violencia de Estado, que afirman la convivencia multicultural
y defienden los principios de igualdad. Esta tradición ética fundamental se
olvida o deja de lado cuando cualquiera de nosotros acepta a Israel como la
base de la identificación judía o de sus valores. Así que, por un lado, los
judíos que son críticos con Israel piensan que tal vez no pueden seguir siendo
judíos si Israel representa al judaísmo, y, por otro lado, aquellos que tratan
de anular a cualquiera que critique a Israel también identifican a Israel con
el judaísmo, lo que lleva a la conclusión de que el crítico debe ser antisemita
o, si es judío, odiarse a sí mismo. Mis esfuerzos académicos y públicos se han
dirigido a salir de este embrollo. En mi opinión, existen fuertes tradiciones
judías, incluso las del sionismo temprano, que valoran la convivencia y que
ofrecen maneras de oponerse a la violencia de todo tipo, incluyendo la
violencia estatal. Es muy importante que estas tradiciones sean revalorizadas y
alentadas para estos tiempos ya que representan los valores de la diáspora, las
luchas por la justicia social y el importantísimo concepto de “reparar el
mundo” (Tikun).
Está claro para mí que las pasiones tan fuertes que intervienen en
estos temas son las que hacen tan difícil escuchar y hablar. Se sacan unas
pocas palabras de contexto, se distorsiona su significado y llevan a etiquetar
o, incluso, a marcar a un individuo. Esto le pasa a muchas personas cuando
ofrecen una visión crítica de Israel: se les tacha de antisemitas o incluso de
colaboradores de los nazis. Estas formas de acusación tienen el propósito de
establecer las formas más persistentes y tóxicas de estigmatización y
demonización. Acusan a la persona tomando las palabras fuera de contexto,
invirtiendo su significado y haciendo que permanezcan en vez de la persona; de
hecho, anulan los puntos de vista de esta persona sin tener en cuenta el
contenido de esos puntos de vista. Para aquellos de nosotros que somos
descendientes de los judíos europeos que fueron destruidos en el genocidio nazi
(la familia de mi abuela fue destruida en un pequeño pueblo al sur de
Budapest), el insulto más doloroso y lesivo es ser llamado cómplice del odio a
los judíos o ser calificado de persona que se odia a sí misma. Y aún es más
difícil de soportar el dolor de esta acusación cuando uno trata de afirmar lo
que es más valioso en el pensamiento judío acerca de la ética contemporánea,
incluyendo la relación ética con los desposeídos de la tierra y el derecho a la
autodeterminación, con los que tratan de mantener viva la memoria de su
opresión, con aquellos que tratan de vivir una vida que va a ser, y debe ser,
digna de ser sufrida. Yo sostengo que todos estos valores derivan de
importantes fuentes judías, lo que no quiere decir que solo se deriven de esas
fuentes. Pero para mí, dada la historia de la cual provengo, es de máxima
importancia denunciar como judía la injusticia y luchar contra toda forma de
racismo. Esto no me convierte en una judía que se odia a sí misma. Esto me
convierte en alguien que quiere afirmar un judaísmo que no se identifica con la
violencia de Estado y que se identifica con la lucha de amplia base por la
justicia social.
Mis observaciones sobre Hamas e Hizbolá se han sacado de contexto
y se han distorsionado mis permanentes puntos de vista. Siempre he estado a
favor de la acción política no violenta y este principio siempre ha
caracterizado mis puntos de vista. Un miembro de una audiencia académica me
preguntó hace algunos años si pensaba que Hamas e Hizbolá pertenecían a “la
izquierda global” y le respondí con dos puntos. El primero era meramente
descriptivo. Estas organizaciones políticas se definen como antiimperialistas y
el antiimperialismo es una característica de la izquierda global, por lo que
sobre esa base se podrían describir como parte de la izquierda global. Entonces
el segundo punto fue crítico. Como con cualquier grupo de izquierda, uno tiene
que decidir si se está a favor o en contra de este grupo, para lo cual se debe
evaluar críticamente su postura. No acepto ni apruebo a todos los grupos de la
izquierda global. De hecho, a estas observaciones siguió una charla que di esa
noche en la que hice hincapié en la importancia del duelo público y de las
prácticas políticas de la no violencia, un principio que elaboré y defendí en
mis tres libros más recientes: Precarious Life , Frames of War y Parting Ways.
Guernica y otras publicaciones de internet me entrevistaron acerca de mis
opiniones sobre la no violencia y estas opiniones son fáciles de encontrar si
alguien quiere saber cuál es mi posición sobre estas cuestiones. De hecho, a
veces se burlan de mí personas de izquierda que apoyan formas de resistencia
violenta y que piensan que no entiendo esas prácticas. Es cierto: no apoyo las
prácticas de resistencia violenta y tampoco la violencia del Estado, no tienen
derecho, y nunca lo tuvieron. Este punto de vista quizás me hace más ingenua
que peligrosa, pero es mi punto de vista. Por lo tanto, ¡siempre me ha parecido
absurdo que se tergiversen mis comentarios para expresar que apoyo o apruebo a
Hamas e Hizbolá! Nunca he adoptado una postura sobre ninguna de las dos
organizaciones, así como nunca he apoyado a ninguna organización que
posiblemente forme parte de la izquierda global. No doy mi apoyo incondicional
a todos los grupos que constituyen en la actualidad la izquierda global.
Afirmar que esas organizaciones pertenecen a la izquierda no quiere decir que
deben pertenecer, o que las respaldo o apoyo de alguna forma.
Agrego dos puntos. Apoyo el movimiento de Boicot, Desinversión y
Sanciones (BDS) de una manera muy específica. Rechazo algunas versiones y
acepto otras. Para mí, el BDS significa que estoy en contra de las inversiones
en empresas que fabrican equipos militares cuyo único objetivo es demoler
casas. Esto significa también que no hablo en instituciones israelíes a menos
que adopten una postura firme en contra de la ocupación. No acepto ninguna
versión del BDS que discrimine a los individuos sobre la base de la ciudadanía
nacional y mantengo estrechas relaciones de colaboración con muchos académicos
israelíes. Una razón por la que puedo avalar el BDS y no aprobar a Hamas e
Hizbolá es que es el BDS es el mayor movimiento no violento cívico y político
que trata de establecer la igualdad y los derechos de autodeterminación para
los palestinos. Mi propia opinión es que los pueblos de esos territorios,
judíos y palestinos, deben encontrar una manera de convivir bajo condiciones de
igualdad. Como muchas otras personas, anhelo una política verdaderamente
democrática en esas tierras y afirmo los principios de la autodeterminación y
la cohabitación de ambos pueblos, de hecho, para todos los pueblos. Y mi deseo,
como es el deseo de un número cada vez mayor de judíos y no judíos, esque la
ocupación llegue a su fin, que cese la violencia de toda índole y que una nueva
estructura política garantice los derechos políticos sustanciales para todas
las personas en esta tierra.
El grupo que patrocina este llamamiento es Académicos por la Paz
en Oriente Medio, un nombre equivocado en el mejor de los casos, que afirma en
su web que “el Islam” es una religión “inherentemente antisemita (sic)”. No se
trata, como ha informado el Jerusalem Post, de un amplio grupo de académicos
judíos en Alemania, sino de una organización internacional con base en
Australia y California. Es una organización de derecha y, por lo tanto, es
parte de una guerra interna judía. Un exmiembro de la junta, Gerald Steinberg,
es conocido por atacar tanto a organizaciones de derechos humanos en Israel
como a Amnistía Internacional y a Human Rights Watch. Su voluntad de incluir a
infractores israelíes de los derechos humanos aparentemente los hace también
candidatos a la etiqueta de “antisemita”.
Por último, yo no soy un instrumento de ninguna “Organización No
Gubernamental”: pertenezco a la junta asesora de Jewish Voice for Peace [Voz
Judía por la Paz], soy miembro de la Sinagoga Kehillah en Oakland, California,
y miembro ejecutivo de la Facultad por la Paz Israelo-Palestina en los EE.UU. y
del Teatro de Jenin, en Palestina. Mis puntos de vista políticos han abordado
un gran número de temas sin limitarse a Oriente Medio o al Estado de Israel. De
hecho, he escrito acerca de la violencia y la injusticia en otras partes del
mundo y me he centrado principalmente en las guerras emprendidas por Estados
Unidos. También he escrito sobre la violencia en contra de las personas
transexuales en Turquía, la violencia psiquiátrica, la tortura en Guantánamo y
sobre la violencia policial contra manifestantes pacíficos en los EE.UU., por
nombrar unos pocos temas. También he escrito contra el antisemitismo en
Alemania y contra la discriminación racial en los Estados Unidos.
Judith Butler es profesora “Maxine Elliot” en los departamentos de
Retórica y Literatura Comparada y co-directora del Programa de la Teoría
Crítica en la Universidad de California, Berkeley. También es profesora “Hannah
Arendt” de Filosofía en la European Graduate School en Saas-Fee, Suiza. Ha
escrito muchos libros, incluyendo el más reciente The Power of Religion in
Public Life [El poder de la religión en la vida pública].
Fuente: Judith Butler responds to attack: ‘I affirm a Judaism that is
not associated with state violence’
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