Realmente llama la atención que para destrabar la reforma electoral en el Senado el PRI se haya empecinado en que no se permitan las candidaturas comunes en elecciones federales.
Las candidaturas comunes son aquellas en las que los partidos tienen un candidato en común, pero no tienen una plataforma ideológica compartida.
Es decir, se trata de las alianzas entre el PAN y el PRD.
El miedo del PRI, de inicio, hace suponer que tiene miedo de que el PAN y el PRD hagan alianza en las elecciones federales de 2015 y le echen montón, perdiendo de esa forma la mayoría en la Cámara de Diputados. Aunque en realidad, de acuerdo con las encuestas, ya está más o menos establecido que el PRI perderá votos para diputados y, por ende, el control de la cámara baja.
El verdadero miedo del PRI, por lo tanto, es por las elecciones de 2018.
¿Bajo qué circunstancias se daría una alianza PRI-PAN? Sólo bajo un posible escenario: que Andrés Manuel López Obrador decidiera no ceder la candidatura presidencial a alguien con más posibilidad de ganar y rompiera con el PRD.
Si eso sucede, y Andrés va sólo con MORENA y con el PT y MC, entonces el PRD quedaría con manos libres para lanzar una candidatura común para la presidencia con el PAN.
El candidato por fuerza tendría que ser un perredista, ya que el PAN en el tercer lugar en preferencias electorales. Y tal vez quede en cuarto lugar en 2018.
Y sólo hay un candidato que podría obtener con facilidad votos del PRD y del PAN: Marcelo Ebrard.
Si MORENA fuera con AMLO a 2018, y el PRD con Ebrard, ninguno de los dos tendría suficientes votos para ganar la elección ya que el voto de la izquierda se dividiría.
Pero si el PAN decidiera apoyar a Ebrard en 2018, la posibilidad de que Ebrard gane las elecciones aumenta y se convierte en algo tangible.
No lo digo yo. Lo dicen los números.
Los resultados de la elección de 2012 fueron los siguientes:
PRI: 38.21%
Izquierda: 31.59%
PAN: 25.41%
Suponiendo que el voto de la izquierda se divida en 60-40 con AMLO quedándose con 60% y Ebrard con 40%, eso quiere decir que AMLO se quedaría con 18.95% del total de los votos y Ebrard con 12.63%. Obviamente ninguno de los dos ganaría. MORENA quedaría en tercer lugar y el PRD en cuarto.
Pero si le sumamos al 12.63% del PRD el 25.41% del PAN, el porcentaje combinado de votos para Ebrard sería 38.04%. Suficiente para convencer a muchos de darle el voto útil a Ebrard y ganarle al PRI, partido que llegaría debilitado a 2018 y ni de chiste podría tener otra vez 38.21%.
A eso es a lo que realmente le teme el PRI; a que se les apeste la división del voto de la izquierda y que de esa división salga una candidatura común entre el PRD y el PAN.
Y si hay candidatura común para la presidencia, también la habría para el Congreso, lo cual terminaría de aniquilar al PRI.
Si el PRI estuviera absolutamente seguro de que la izquierda irá unida a 2018, y que Andrés Manuel López Obrador no va a dividir el voto de la izquierda, no se opondrían a las candidaturas comunes ya que simplemente no ocurrirían.
Pero al parecer el PRI espera que MORENA vaya solo a 2018 con AMLO, causando de esa forma la división del voto de la izquierda, lo cual permitiría que el PRI pudiera ganar las elecciones con 30% del voto o menos.
Eso es algo que AMLO debe considerar muy seriamente. El PRI le apuesta a que AMLO sea candidato presidencial y que no haga alianza con el PRD. Ya que si el candidato es Ebrard, y MORENA lo apoya, inclusive sin una candidatura común el voto útil panista -que no tiene contra Ebrard la misma enfermedad de odio que el PAN sí tiene contra AMLO- sumaría suficiente porcentaje para derrotar al PRI.
Aún es muy temprano para hacer futurismos, desde luego, y no es posible determinar quién en la izquierda tendrá en 2018 la mejor posibilidad de ser candidato a la presidencia. Tal vez lo veremos luego de ver los resultados de la elección de 2015. Pero el PRI ya nos dejó ver a qué le teme en 2018: A no poder sacarle provecho a una división en la izquierda.
PD: Si de verdad AMLO fuera como dandidato de MORENA sin el PRD sería el peor error de su carrera política, ya que no sólo le ayudaría al PRI a ganar de nuevo las elecciones, sino que le daría al PAN el segundo lugar, con lo cual el PAN podría envalentonarse para 2024 y la izquierda se quedaría marginada en el tercer lugar, algo que no ha pasado en 2 sexenios seguidos.
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