Bien,
seguramente empezaran a chingar con que “solo divido” y no uno a la gente. Pero, francamente, pos no me interesa unir a
los poquitos, poquísimos, mexicanos que todavía tienen los huevos u ovarios
bien puestos con una bola de huevones, sumisos, que no cuestionan ni
dudan. Y sí, he dudado, y mucho, si
tomar esa posición es constructiva y ayuda.
Y después de sopesarlo he llegado a la conclusión que es la posición más
honesta que puedo tomar, además de que me evita lidiar con pendejos.
Así
pues, vamos viendo UNO de los mitos fundacionales de la nación mexicana. Hay varios.
Entre ellos les puedo citar el águila sobre la nopalera y los eventos de
la noche del quince de septiembre en Dolores, Hidalgo. Pero no, de lo que escribiré hoy es sobre las
apariciones de la virgen de Guadalupe.
Conste:
estas apariciones no tomaron lugar está en un set de Televisa.
Los
argumentos a favor de las apariciones provienen del “Catecismo de controversia
guadalupana: La verdad de la aparición demostrada” de Gabino Chávez, publicado
en 1892. (Ora pro nobis.) Ver http://books.google.com/books?id=Od8wAQAAMAAJ&pg=PA106&lpg=PA106&dq=apariciones+guadalupanas+escepticismo&source=bl&ots=nisjwrnoB6&sig=xBJxWouFErMy-_JJJ2do38Chnjc&hl=en&sa=X&ei=DqsSU--ICaS52QW3goDYBg&ved=0CFYQ6AEwBQ#v=onepage&q=apariciones%20guadalupanas%20escepticismo&f=false
Uno
de los primeros ataques a la leyenda guadalupana lo inicio el historiador Juan
Bautista Muñoz en el año de 1794. Al
señor Muñoz lo acusan los apologistas de la iglesia de estar imbuido con las
ideas francesas (Voltaire, etc.). Creo
que más que insultarlo lo honran al hacer esa acusación. Lo pone en el mismo nivel que los otros “afrancesados”
que forjaron a México: el cura Hidalgo, Fray Servando Teresa de Mier, el Lic.
Primo Verdad, etc. Y no, Muñoz no era un laico comecuras: Muñoz era un
dominico.
La
defensa de la iglesia ante el silencio de los contemporáneos es que no por
falta de evidencia se demuestra la falsedad de las apariciones. Lo que si demuestra el silencio de Zumárraga
es que aparentemente NO encontró nada extraordinario en que la madre de Dios se
apersonara en México, etc., etc. ¡Con razón
Muñoz se pitorreo de las apariciones!
Es
más, uno de los argumentos de los defensores de las apariciones es que no creen
que Zumárraga se prestara a un fraude. Y
que por lo tanto –por una lógica que me es extraña—las apariciones fueron verídicas. Creo que esto es lo único en que no se
equivocan los guadalupanos: estoy completamente de acuerdo en que el probo
obispo Zumárraga no se hubiera prestado a un fraude y es por ello que no
menciona nada sobre el tema. Pero no
encuentro como esto le da veracidad a la aparición.
En
justicia, Bernal Díaz del Castillo y Fray Juan de Torquemada si mencionan el
culto guadalupano (es decir, el de Tonantzin).
Pero NO mencionan nada sobre apariciones. No tiene nada de asombrar entonces sus testimonios:
el culto a Tonantzin en el Tepeyac era milenario. Pero la existencia del culto a Tonantzin NO
implica que las apariciones guadalupanas fueron verídicas.
El
origen del culto guadalupano (o sea el proceso de convertir a la Tonantzin en
una virgen católica) aparentemente proviene de una carta que le dirigió el
virrey don Martin Enríquez de Almanza al rey Felipe II. Este virrey gobernó a
la Nueva España de 1568 a 1580. En la
carta, Enríquez relata como un pastor (indígena) enfermo y fue a buscar curación
en una ermita en el Tepeyac. Y fue tan
milagrosa su curación (no se esclarece si el indígena le rezo a la Tonantzin o
a la virgen María) que esto incremento la fama de la ermita y muchos otros
enfermos acudieron ahí a buscar curación.
Es más, en la carta se menciona que la popularidad de la ermita “comenzó
a crecer”, es decir, ya era conocida por la efectividad de la deidad que ahí se
adoraba (¿la Tonantzin o María?). Una
vez más, no hay una sola palabra en esta carta sobre una aparición de la virgen
María.
Gabino
Chávez afirma que había una enemistad entre el virrey Enríquez y Zumárraga. Llama al primero “furioso” y con ello
justifica no mencionar las apariciones (que aparentemente Zumárraga tampoco
menciono). Pero hay un problema con
ello. Don Juan de Zumárraga había muerto
en 1548, veinte años antes de que el virrey don Martin Enríquez asumiera el
virreinato. Y si, hubo un virrey Enríquez,
Luis, previamente, de 1550 a 1553 pero igual, don Juan de Zumárraga ya era
pasto de los zopilotes. ¡No entiendo esa
insistencia en enemistar a los virreyes con los huesos del obispo! En justicia, don Gabino Chávez NO tenía Wikipedia
en 1892 de ahí que se hiciera bolas con las fechas e inventara una supuesta
enemistad entre el virrey y los huesos del obispo. Pero seguiré desglosando los argumentos de Chávez
pues estos los han asumido en una forma o otra los defensores de las
apariciones guadalupanas.
Los
apologistas de las apariciones guadalupanas argumentan que, si no es cierta,
entonces todo México esta engañado y que ha estado adorando por siglos a una
quimera. Y argumentan que esto sería
absurdo. Sin embargo, el culto de Set en
Egipto duro miles de años. De acuerdo a
esa lógica, Set debe ser adorado como una deidad pues por miles de años los
hombres asi lo hicieron. Y ese argumento,
en esencia la falacia de la tradición, se puede argumentar igual para el culto
de Mitra, Kali, Wotan, Quetzalcóatl, Macumba, Huichilobos, etc. Así que no, no hay nada de absurdo en pensar que
los mexicanos han sido mantenidos “en el error” todo este tiempo adorando a un
fraude.
En
segundo lugar citan los múltiples beneficios y milagros que la virgen ha
efectuado a través de los siglos. Pero,
¿y cuantos milagros la virgen NO ha efectuado?
¿A cuántos maridos NO les ha quitado lo borracho? ¿A cuántos de nuestros soldados NO los protegió
en las guerras de las intervenciones a pesar de que usaban la imagen de la
virgen en el quepí? ¿Por qué la virgen protegió
a unos mexicanos y no a otros? ¿No somos
todos hijos de ella? ¿Y cuantos “milagros”,
si se investigan, no resultan ser tal o solo son efectos psicosomáticos? ¿Hay un porcentaje en estas pruebas de Bernoulli? (De ahí se puede calcular una desviación estándar
para conocer la efectividad de la virgen y compararla a otros santitos…digo,
estamos en la edad del Business Process Management y la medición de los parámetros
es menester, aun en medir la valía de los santos.)
Los
apologistas afirman que la aparición de la virgen ha inspirado a grandes poetas
y músicos y por lo tanto esto demuestra que fue verídica. No lo dudo.
Los eventos humanos tal hacen.
Estoy seguro que hasta la musa Sor Juana ha de tener un villancico a la
guadalupana por ahí. Pero, entonces,
¿tenemos que descartar como NO verídica la inspiración para el Orfeo de
Monteverdi porque se refiere a una leyenda pagana? Es Apolo el que se aparece en el último acto
cual deus ex machina y consuela a su hijo, Orfeo, por la pérdida de Eurídice. Y no, no hay una sola alusión en esta obra al
cristianismo (corríjanme si estoy equivocado por favor). ¿De cuándo
acá la aceptación de las leyendas cristianas (específicamente el dogma católico)
es requisito para la producción de una obra de arte? ¿Los poemas de la pagana Safo no son
exquisitos? ¿Los Elementos del también
pagano Euclidio no son sublimes? Kepler
y Shakespeare ambos eran protestantes y, por lo tanto, herejes a los ojos de la
santa madre iglesia. ¿Sus obras carecen
merito por no aceptar el dogma católico?
Los
apologistas también apuntan a la pompa y magnificencia del rito y a las
multitudes que participan en este y afirman que esto es suficiente para probar
su veracidad. Bien, no había más pompa y
magnificencia que la peregrinación anual que los reyes de Anáhuac, los
soberanos de todas las ciudades que bordeaban al gran lago, hacían a la cima del
Monte Tláloc. Iban acompañados de sus “indios
principales” (Bernal Díaz del Castillo dixit) o sea sus vasallos, sus legiones
de caballeros águila y tigre, su doncellas, sus poetas, sus astrónomos (en lo
alto del Tláloc había un tetzacualco o observatorio astronómico), sus
sacerdotes y acólitos, escribas, doctores, mozos, cocineros, mayordomos, etc.,
etc. Si, eran multitudes. Y llegando a la cima erigían una verdadera
ciudad con grandes pabellones y salas. Y
los señores de Anáhuac hacían lo posible para demostrarse entre ellos que eran
los más refinados, los más generosos, y los más ricos. ¿Y sabe usted para que fin los reyes de Anáhuac
ascendían el Tláloc? Los reyes iban
hasta la cima y hacían que sus sacerdotes sacrificaran a niños en honor a Tláloc. Así pues no vengan a decirme que la
magnificencia en el culto o los números en la procesión le dan veracidad a una
ceremonia religiosa. Bajo esa lógica,
los sacrificios que practicaban nuestros ancestros quedan validados.
Se
nos dice que el día que acabe el culto guadalupano se acabaría la nacionalidad
mexicana. Vamos, se afirma que esta
virgen “forjo la patria”. ¿En verdad?
Cuando
Hidalgo y sus seguidores llegaron a Atotonilco el buen cura los arengo. Entre ellos había varios indígenas e Hidalgo
les hablo en mexicano o náhuatl, lengua que el bien conocía. Y acto seguido se dirigió al atrio de la
iglesia del lugar y apunto al retablo y le llamo “Tonantzin”. La noticia cundió y de los cerros bajaron los
indígenas por millares. Aparentemente la
ermita en el Tepeyac que había mencionado el virrey Enríquez era todavía recordada
por los indígenas (y no dudo que por el mismo Hidalgo que era un zorro y
conocedor de las antigüedades de Mexico).
Bien,
el retablo no era tal como se muestra, ligerito, que un hombre como Hidalgo podía
levantar con una mano. No, era un
matalote de madera. La gente de Hidalgo
lo desempotro trabajosamente y lo pusieron en una carreta. Y esta iba por delante del ejercito de
Hidalgo, jalado por los mismos indígenas, los cuales alababan no a la Guadalupe
cristiana sino a la diosa pagana Tonantzin.
Por fin, ¿es Tonantzin o Guadalupe la que forjo la patria?
No
acabo ahí la cosa. El virrey Venegas decidió
cortar por lo sano. En el ejército
realista se instituyo el culto a la virgen de los remedios, una güerita ojiazul
y no prieta como la Lupe. Pero su adoración
era de dientes para afuera como lo mostrare a continuación.
Para
demostrar la superioridad de la virgen ojiazul sobre la prieta, Venegas ordeno
a su ejército fusilar en la plaza de armas a la imagen de la Guadalupana. Pero hubo un problema. El ejército realista NO era español. Tenía, si, oficiales criollos y peninsulares
(los últimos en los mandos superiores) pero la masa del ejercito era
mexicana. Es decir, los soldados del
virrey traían dentro de su quepí la imagen de la Guadalupe. De ahí que sería difícil pedirles que
fusilaran la imagen. (Venegas tuvo que
usar a un piquete del recién llegado batallón de Asturias para hacer el fusilamiento
y aun estos mozos peninsulares temblaron al hacerlo.)
Para
el virrey la adoración guadalupana en el ejército realista era un
problema. Y también lo debe de ser para
los que afirman que la guadalupana “forjo una patria”. Y es que ¿cómo diablos pudo forjar una patria
la guadalupana si los soldados que combatían a Hidalgo y Morelos la adoraban y la
llevaban dentro de sus quepis? ¿No
fueron estos los mismos soldados que derrotaron a Hidalgo en la batalla de
Puente de Calderón y tal vez capturaron ahí el matalote con la imagen de
Atotonilco? ¿No fueron estos los
soldados que fusilaron a Hidalgo y cercaron a Morelos en Cuautla? Entonces, ¿cómo diablos se puede afirmar que
la guadalupana “forjo una patria”?
¿Acaudillando la victoria de los soldados realistas sobre los primeros
insurgentes?
Según
Santo Tomas, si uno obra bien pero persiste en el error o en la idolatría el
buen Dios irremediablemente envía un ángel para corregirnos. ¿Acaso ese ángel –o ángeles, si se trata de
toda una nación se necesitarían muchos—no serían entonces los hombres de la
Reforma, El Nigromante, Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, el mismo Juárez o tal
vez el abad de la capilla, Schulenberg, que afirmo hace unos cuantos años que
Juan Diego no existía? ¿Puede la iglesia
demostrar que no eran estos tales ángeles mandados de exprofeso –Santo Tomas
dixit—para hacernos ver nuestro errores?
Se
defiende el culto diciendo también que “es una dulce ilusión” y que sería cruel
quitárselo al pueblo pues es un paliativo a sus sufrimientos. ¡Vaya!
También lo es el futbol, la cerveza, y las drogas. O sea, ¡la madre del mismo Jesucristo queda a
la altura del Chicharito, la mexicana alegría y la yerbita! ¿No es esto, por lo menos, blasfemia? ¡Merecen portar sambenito y ser quemados con
leña verde quienes degradan a la virgen María en tal forma!
Nadie
niega los sufrimientos del pueblo mexicano.
Pero, ¿Qué es mejor, paliar los sufrimientos o identificar y erradicar
las causas de este? Hoy el hambre, la
falta de empleo, la inseguridad, la corrupción tienen nombre y apellido: son
los gobiernos neoliberales y las políticas que implementan. ¿Por qué “paliar el sufrimiento” y no mejor eliminarlo? ¿Se merecen los mexicanos seguir sufriendo y rezándole
inútilmente a una imagen que rara vez responde?
Francamente,
creo que estaríamos mejor tirando a un lado a la muleta inútil que solo perpetúa
nuestra minusvalía como pueblo. Y si,
tienen razón los que afirman que “México como tal dejaría de existir sin el
culto guadalupano”. Si, ¿pero a que México
se refieren? Creo que hablan del México
sumiso y explotable que no toma en sus manos las riendas de su destino y
permite que cualquier extranjero charlatán asuma el mando. No, ¡ese no es mi México! El mío es el de los batallones de leva de
Lombardini (que sí, llevaban la imagen de la guadalupana en su quepí) que
rompieron –a base de huevos-- el centro de la línea yanqui en La Angostura…y el
México de los Zacapoaxtlas (que sí, portaban una imagen de la guadalupana como
estandarte) que le quitaron su bandera (que traía en letra de oro la leyenda “Austerlitz”)
al 99 de ligne…y al México del Nigromante que alzo a los muertos ante los crímenes
de los mochos…y al México de Juárez y Melchor Ocampo que mandaron al carajo a
la hegemonía de los curas…y al México de los jóvenes universitarios (escépticos,
intelectuales, y por ello, hermosos) que murieron en la plaza de las tres culturas
en el 68. Por mí, el México del ayate
meado de San Juan Diego al que se le reza para quitarle lo borracho al marido
se puede ir al carajo.
Mario
Quijano Pavón
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