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domingo, 2 de marzo de 2014

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EL PUEBLO LUPITANO 

Bien, seguramente empezaran a chingar con que “solo divido” y no uno a la gente.  Pero, francamente, pos no me interesa unir a los poquitos, poquísimos, mexicanos que todavía tienen los huevos u ovarios bien puestos con una bola de huevones, sumisos, que no cuestionan ni dudan.  Y sí, he dudado, y mucho, si tomar esa posición es constructiva y ayuda.  Y después de sopesarlo he llegado a la conclusión que es la posición más honesta que puedo tomar, además de que me evita lidiar con pendejos. 

Así pues, vamos viendo UNO de los mitos fundacionales de la nación mexicana.  Hay varios.  Entre ellos les puedo citar el águila sobre la nopalera y los eventos de la noche del quince de septiembre en Dolores, Hidalgo.  Pero no, de lo que escribiré hoy es sobre las apariciones de la virgen de Guadalupe. 

Conste: estas apariciones no tomaron lugar está en un set de Televisa. 

Los argumentos a favor de las apariciones provienen del “Catecismo de controversia guadalupana: La verdad de la aparición demostrada” de Gabino Chávez, publicado en 1892.  (Ora pro nobis.)  Ver http://books.google.com/books?id=Od8wAQAAMAAJ&pg=PA106&lpg=PA106&dq=apariciones+guadalupanas+escepticismo&source=bl&ots=nisjwrnoB6&sig=xBJxWouFErMy-_JJJ2do38Chnjc&hl=en&sa=X&ei=DqsSU--ICaS52QW3goDYBg&ved=0CFYQ6AEwBQ#v=onepage&q=apariciones%20guadalupanas%20escepticismo&f=false 

Uno de los primeros ataques a la leyenda guadalupana lo inicio el historiador Juan Bautista Muñoz en el año de 1794.  Al señor Muñoz lo acusan los apologistas de la iglesia de estar imbuido con las ideas francesas (Voltaire, etc.).  Creo que más que insultarlo lo honran al hacer esa acusación.  Lo pone en el mismo nivel que los otros “afrancesados” que forjaron a México: el cura Hidalgo, Fray Servando Teresa de Mier, el Lic. Primo Verdad,  etc.  Y no, Muñoz no era un laico comecuras: Muñoz era un dominico. 
 
La erudición de Muñoz se demuestra en el hecho de que el rey Carlos III lo nombro Cosmógrafo Mayor de Indias y tuvo injerencia en las expediciones científicas que partieron de México a las Californias en las postrimerías del virreinato.    Otro encargo del rey fue que escribiera una historia de la conquista de las indias pues la corona deseaba combatir la “leyenda negra” del genocidio que hizo España en las américas.  El rey ordeno que los Archivos de Indias fueran puestos a disposición del sabio y este se avoco a investigar.  Fue ahí donde se encontró con el mito guadalupano y de inmediato lo encontró ilógico y hasta ridículo.  Y es que Muñoz no encontró absolutamente nada, ni pio, de mención de la aparición entre los escritores contemporaneous. 

La defensa de la iglesia ante el silencio de los contemporáneos es que no por falta de evidencia se demuestra la falsedad de las apariciones.  Lo que si demuestra el silencio de Zumárraga es que aparentemente NO encontró nada extraordinario en que la madre de Dios se apersonara en México, etc., etc.  ¡Con razón Muñoz se pitorreo de las apariciones! 

Es más, uno de los argumentos de los defensores de las apariciones es que no creen que Zumárraga se prestara a un fraude.  Y que por lo tanto –por una lógica que me es extraña—las apariciones fueron verídicas.  Creo que esto es lo único en que no se equivocan los guadalupanos: estoy completamente de acuerdo en que el probo obispo Zumárraga no se hubiera prestado a un fraude y es por ello que no menciona nada sobre el tema.  Pero no encuentro como esto le da veracidad a la aparición. 

En justicia, Bernal Díaz del Castillo y Fray Juan de Torquemada si mencionan el culto guadalupano (es decir, el de Tonantzin).  Pero NO mencionan nada sobre apariciones.  No tiene nada de asombrar entonces sus testimonios: el culto a Tonantzin en el Tepeyac era milenario.  Pero la existencia del culto a Tonantzin NO implica que las apariciones guadalupanas fueron verídicas. 

El origen del culto guadalupano (o sea el proceso de convertir a la Tonantzin en una virgen católica) aparentemente proviene de una carta que le dirigió el virrey don Martin Enríquez de Almanza al rey Felipe II. Este virrey gobernó a la Nueva España de 1568 a 1580.  En la carta, Enríquez relata como un pastor (indígena) enfermo y fue a buscar curación en una ermita en el Tepeyac.  Y fue tan milagrosa su curación (no se esclarece si el indígena le rezo a la Tonantzin o a la virgen María) que esto incremento la fama de la ermita y muchos otros enfermos acudieron ahí a buscar curación.  Es más, en la carta se menciona que la popularidad de la ermita “comenzó a crecer”, es decir, ya era conocida por la efectividad de la deidad que ahí se adoraba (¿la Tonantzin o María?).  Una vez más, no hay una sola palabra en esta carta sobre una aparición de la virgen María. 

Gabino Chávez afirma que había una enemistad entre el virrey Enríquez y Zumárraga.  Llama al primero “furioso” y con ello justifica no mencionar las apariciones (que aparentemente Zumárraga tampoco menciono).  Pero hay un problema con ello.  Don Juan de Zumárraga había muerto en 1548, veinte años antes de que el virrey don Martin Enríquez asumiera el virreinato.  Y si, hubo un virrey Enríquez, Luis, previamente, de 1550 a 1553 pero igual, don Juan de Zumárraga ya era pasto de los zopilotes.  ¡No entiendo esa insistencia en enemistar a los virreyes con los huesos del obispo!  En justicia, don Gabino Chávez NO tenía Wikipedia en 1892 de ahí que se hiciera bolas con las fechas e inventara una supuesta enemistad entre el virrey y los huesos del obispo.  Pero seguiré desglosando los argumentos de Chávez pues estos los han asumido en una forma o otra los defensores de las apariciones guadalupanas. 

Los apologistas de las apariciones guadalupanas argumentan que, si no es cierta, entonces todo México esta engañado y que ha estado adorando por siglos a una quimera.  Y argumentan que esto sería absurdo.  Sin embargo, el culto de Set en Egipto duro miles de años.  De acuerdo a esa lógica, Set debe ser adorado como una deidad pues por miles de años los hombres asi lo hicieron.  Y ese argumento, en esencia la falacia de la tradición, se puede argumentar igual para el culto de Mitra, Kali, Wotan, Quetzalcóatl, Macumba, Huichilobos, etc.  Así que no, no hay nada de absurdo en pensar que los mexicanos han sido mantenidos “en el error” todo este tiempo adorando a un fraude. 

En segundo lugar citan los múltiples beneficios y milagros que la virgen ha efectuado a través de los siglos.  Pero, ¿y cuantos milagros la virgen NO ha efectuado?  ¿A cuántos maridos NO les ha quitado lo borracho?  ¿A cuántos de nuestros soldados NO los protegió en las guerras de las intervenciones a pesar de que usaban la imagen de la virgen en el quepí?  ¿Por qué la virgen protegió a unos mexicanos y no a otros?  ¿No somos todos hijos de ella?  ¿Y cuantos “milagros”, si se investigan, no resultan ser tal o solo son efectos psicosomáticos?  ¿Hay un porcentaje en estas pruebas de Bernoulli?  (De ahí se puede calcular una desviación estándar para conocer la efectividad de la virgen y compararla a otros santitos…digo, estamos en la edad del Business Process Management y la medición de los parámetros es menester, aun en medir la valía de los santos.) 

Los apologistas afirman que la aparición de la virgen ha inspirado a grandes poetas y músicos y por lo tanto esto demuestra que fue verídica.  No lo dudo.  Los eventos humanos tal hacen.  Estoy seguro que hasta la musa Sor Juana ha de tener un villancico a la guadalupana por ahí.  Pero, entonces, ¿tenemos que descartar como NO verídica la inspiración para el Orfeo de Monteverdi porque se refiere a una leyenda pagana?  Es Apolo el que se aparece en el último acto cual deus ex machina y consuela a su hijo, Orfeo, por la pérdida de Eurídice.  Y no, no hay una sola alusión en esta obra al cristianismo (corríjanme si estoy equivocado por favor).    ¿De cuándo acá la aceptación de las leyendas cristianas (específicamente el dogma católico) es requisito para la producción de una obra de arte?  ¿Los poemas de la pagana Safo no son exquisitos?  ¿Los Elementos del también pagano Euclidio no son sublimes?  Kepler y Shakespeare ambos eran protestantes y, por lo tanto, herejes a los ojos de la santa madre iglesia.  ¿Sus obras carecen merito por no aceptar el dogma católico? 

Los apologistas también apuntan a la pompa y magnificencia del rito y a las multitudes que participan en este y afirman que esto es suficiente para probar su veracidad.  Bien, no había más pompa y magnificencia que la peregrinación anual que los reyes de Anáhuac, los soberanos de todas las ciudades que bordeaban al gran lago, hacían a la cima del Monte Tláloc.  Iban acompañados de sus “indios principales” (Bernal Díaz del Castillo dixit) o sea sus vasallos, sus legiones de caballeros águila y tigre, su doncellas, sus poetas, sus astrónomos (en lo alto del Tláloc había un tetzacualco o observatorio astronómico), sus sacerdotes y acólitos, escribas, doctores, mozos, cocineros, mayordomos, etc., etc.  Si, eran multitudes.  Y llegando a la cima erigían una verdadera ciudad con grandes pabellones y salas.  Y los señores de Anáhuac hacían lo posible para demostrarse entre ellos que eran los más refinados, los más generosos, y los más ricos.  ¿Y sabe usted para que fin los reyes de Anáhuac ascendían el Tláloc?  Los reyes iban hasta la cima y hacían que sus sacerdotes sacrificaran a niños en honor a Tláloc.  Así pues no vengan a decirme que la magnificencia en el culto o los números en la procesión le dan veracidad a una ceremonia religiosa.  Bajo esa lógica, los sacrificios que practicaban nuestros ancestros quedan validados. 

Se nos dice que el día que acabe el culto guadalupano se acabaría la nacionalidad mexicana.  Vamos, se afirma que esta virgen “forjo la patria”.  ¿En verdad? 

Cuando Hidalgo y sus seguidores llegaron a Atotonilco el buen cura los arengo.  Entre ellos había varios indígenas e Hidalgo les hablo en mexicano o náhuatl, lengua que el bien conocía.  Y acto seguido se dirigió al atrio de la iglesia del lugar y apunto al retablo y le llamo “Tonantzin”.  La noticia cundió y de los cerros bajaron los indígenas por millares.  Aparentemente la ermita en el Tepeyac que había mencionado el virrey Enríquez era todavía recordada por los indígenas (y no dudo que por el mismo Hidalgo que era un zorro y conocedor de las antigüedades de Mexico). 

Bien, el retablo no era tal como se muestra, ligerito, que un hombre como Hidalgo podía levantar con una mano.  No, era un matalote de madera.  La gente de Hidalgo lo desempotro trabajosamente y lo pusieron en una carreta.  Y esta iba por delante del ejercito de Hidalgo, jalado por los mismos indígenas, los cuales alababan no a la Guadalupe cristiana sino a la diosa pagana Tonantzin.  Por fin, ¿es Tonantzin o Guadalupe la que forjo la patria?   

No acabo ahí la cosa.  El virrey Venegas decidió cortar por lo sano.  En el ejército realista se instituyo el culto a la virgen de los remedios, una güerita ojiazul y no prieta como la Lupe.  Pero su adoración era de dientes para afuera como lo mostrare a continuación. 

Para demostrar la superioridad de la virgen ojiazul sobre la prieta, Venegas ordeno a su ejército fusilar en la plaza de armas a la imagen de la Guadalupana.  Pero hubo un problema.  El ejército realista NO era español.  Tenía, si, oficiales criollos y peninsulares (los últimos en los mandos superiores) pero la masa del ejercito era mexicana.  Es decir, los soldados del virrey traían dentro de su quepí la imagen de la Guadalupe.  De ahí que sería difícil pedirles que fusilaran la imagen.  (Venegas tuvo que usar a un piquete del recién llegado batallón de Asturias para hacer el fusilamiento y aun estos mozos peninsulares temblaron al hacerlo.) 

Para el virrey la adoración guadalupana en el ejército realista era un problema.  Y también lo debe de ser para los que afirman que la guadalupana “forjo una patria”.  Y es que ¿cómo diablos pudo forjar una patria la guadalupana si los soldados que combatían a Hidalgo y Morelos la adoraban y la llevaban dentro de sus quepis?  ¿No fueron estos los mismos soldados que derrotaron a Hidalgo en la batalla de Puente de Calderón y tal vez capturaron ahí el matalote con la imagen de Atotonilco?  ¿No fueron estos los soldados que fusilaron a Hidalgo y cercaron a Morelos en Cuautla?  Entonces, ¿cómo diablos se puede afirmar que la guadalupana “forjo una patria”?  ¿Acaudillando la victoria de los soldados realistas sobre los primeros insurgentes? 

Según Santo Tomas, si uno obra bien pero persiste en el error o en la idolatría el buen Dios irremediablemente envía un ángel para corregirnos.  ¿Acaso ese ángel –o ángeles, si se trata de toda una nación se necesitarían muchos—no serían entonces los hombres de la Reforma, El Nigromante, Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, el mismo Juárez o tal vez el abad de la capilla, Schulenberg, que afirmo hace unos cuantos años que Juan Diego no existía?  ¿Puede la iglesia demostrar que no eran estos tales ángeles mandados de exprofeso –Santo Tomas dixit—para hacernos ver nuestro errores?   

Se defiende el culto diciendo también que “es una dulce ilusión” y que sería cruel quitárselo al pueblo pues es un paliativo a sus sufrimientos.  ¡Vaya!  También lo es el futbol, la cerveza, y las drogas.  O sea, ¡la madre del mismo Jesucristo queda a la altura del Chicharito, la mexicana alegría y la yerbita!  ¿No es esto, por lo menos, blasfemia?  ¡Merecen portar sambenito y ser quemados con leña verde quienes degradan a la virgen María en tal forma! 

Nadie niega los sufrimientos del pueblo mexicano.  Pero, ¿Qué es mejor, paliar los sufrimientos o identificar y erradicar las causas de este?  Hoy el hambre, la falta de empleo, la inseguridad, la corrupción tienen nombre y apellido: son los gobiernos neoliberales y las políticas que implementan.  ¿Por qué “paliar el sufrimiento”  y no mejor eliminarlo?  ¿Se merecen los mexicanos seguir sufriendo y rezándole inútilmente a una imagen que rara vez responde?   

Francamente, creo que estaríamos mejor tirando a un lado a la muleta inútil que solo perpetúa nuestra minusvalía como pueblo.  Y si, tienen razón los que afirman que “México como tal dejaría de existir sin el culto guadalupano”.  Si, ¿pero a que México se refieren?  Creo que hablan del México sumiso y explotable que no toma en sus manos las riendas de su destino y permite que cualquier extranjero charlatán asuma el mando. No, ¡ese no es mi México!  El mío es el de los batallones de leva de Lombardini (que sí, llevaban la imagen de la guadalupana en su quepí) que rompieron –a base de huevos-- el centro de la línea yanqui en La Angostura…y el México de los Zacapoaxtlas (que sí, portaban una imagen de la guadalupana como estandarte) que le quitaron su bandera (que traía en letra de oro la leyenda “Austerlitz”) al 99 de ligne…y al México del Nigromante que alzo a los muertos ante los crímenes de los mochos…y al México de Juárez y Melchor Ocampo que mandaron al carajo a la hegemonía de los curas…y al México de los jóvenes universitarios (escépticos, intelectuales, y por ello, hermosos) que murieron en la plaza de las tres culturas en el 68.  Por mí, el México del ayate meado de San Juan Diego al que se le reza para quitarle lo borracho al marido se puede ir al carajo. 

Mario Quijano Pavón

 

 

 

 

 


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