domingo, 19 de enero de 2014

CUENTO: EL VIRUS

CUENTO: EL VIRUS

No sé si fue el cometa.  Tal vez lo fue.  Paso rete cerquita, dicen.  Quesque nos salvó la virgen de Guadalumpen dicen unos.  No, fueron los gringos, insisten otros.  Al contrario, fue un resultado completamente aleatorio, claman los esotéricos. Es más, en otro universo alterno ya nos cargó la chingada.

El pedo fue el polvito.  Cubrió la tierra.  Venía en la cola del cometa.  Casi no se veía a simple vista.  Pero ahí estaba, explicaban los científicos.  En efecto, los atardeceres se volvieron espectaculares.  Era por el polvito.

Lo analizaron en muchas partes.  Incluso en el Conacyt más chilero lo tenían ya bajo el microscopio.  Si, tenía origen orgánico.  Parecían Bucky Balls, las esferas que se inventó Buckminster Fuller.  Pero traían una melcocha adentro.  Orgánica también.  La Bucky Ball, decían, era su protección.  O su método de transportarse.  Cada polvito era una nave y traía un ocupante.  Bueno, eso fue lo que le dijeron a Putin, a Obama, y a los otros gallones.  A nuestro pendejo nadie le dijo algo.  ¿Para qué?

Usaron microscopios electrónicos, de los que te dejan ver hasta un virus.  Pero la Bucky Ball no permitía que se escudriñara dentro.  Protegía al ocupante.  Solo se veía una sombra negra, algo como un moco ahí dentro.  Algo vivo.

Los científicos debatían.  Algunos pensaban que se trataba de una invasión.  Pero, ¿qué fuerza invasora se sujetaría a ser arrastrada en la cola de un cometa cuya trayectoria era tan aleatoria?   Suena completamente ilógico.

Ah no, explicaron otros científicos, la trayectoria no fue aleatoria.  Hubo definitivos ajustes.  Y mostraron los cambios de ruta del cometa.  También mostraron que el largo de la cola se incrementó en días previos a pasar por sobre la tierra.  Como quien dice, se alistaba para invadir.

Se hicieron más estudios.  Si, el cometa ese había pasado antes pero no tan cerca, unos 400 años antes de Cristo.  Su trayectoria indicaba que si dejo polvo solo afecto la zona del egeo.  Pero ahora sus efectos eran a nivel mundial.  Todo el planeta estaba infectado.

Claro, los gobiernos no querían que se diseminara eso.  Pero fue inútil.  Digo, hay internet.  Pronto en todo el mundo se supo: hemos sido invadidos y ya respiramos el polvo y este trae al enemigo.  Era algo así como un virus, explicaron los científicos.  Pero todavía no se ven sus efectos.

Pero ningún virus piensa insistieron otros.  Es más, ni se pueden reproducir.  Necesitan introducirse a una célula y usar el DNA de esta para hacerlo.  Son extremadamente rudimentarios.

Estos debates causaron de inmediato que los sitios del tema en internet se saturaran.  Si, la gente quería saber.  Aun en lugares donde no había internet la gente empezó a bajar de los cerros, haciendo preguntas.  Y muchos aplaudían.  Aparentemente el virus no era maligno.  Qué bueno que se informe la gente y quiera conocer aplaudian los intelectuales.

Los primeros reportes negativos llegaron desde México.  Si, la gente comenzó a preguntar.  No solo sobre el virus.  Eran toda clase de preguntas: ¿Por qué nos gobierna el PRI?  ¿Adónde van mis impuestos?  ¿Cuáles son mis derechos?  ¿Por qué debo de respetar esto?  ¿Quién dice que esto está bien?  ¿Por qué le debo de creer?  ¿Por qué le debo obedecer?

Pronto corrió la sangre.  Regímenes cayeron a diestra y siniestra.  Las mismas fuerzas que iban a reprimir al pueblo se empezaron a hacer preguntas.  Es más, muchos fueron los tiranos que se empezaron a cuestionar a sí mismos y no pudieron seguir explotando a su pueblo.  Muchos se suicidaron.  Los que fueron depuestos no fueron muertos.  Es que el pueblo se la pasaba debatiendo que era el castigo más justo para ellos y no se ponían de acuerdo en condenarlos.

El virus de la curiosidad había llegado, si, a la tierra e infectado la mente de los hombres.  De ahí en adelante todo cambio.  Probablemente habíamos dejado de ser humanos y el moco ese dentro de las Bucky Balls había integrado su DNA al nuestro.  ¿Fue esto para bien?  Quién sabe.

El caso es que nadie se puso de acuerdo en nada, ni cuando es justo trabajar, o por cuanto tiempo, o cuando recoger la cosecha, o cuando plantar la semilla.  Nos la pasamos cotorreando sabroso mientras nos moríamos de hambre.  ¡La vida era para hacerle al rollo de la dialéctica!  Conocíamos ya todos de silogismos, de lógica, de construcciones, de pruebas inductivas, axiomas, etc., etc.  No importa morir de hambre…¡lo bailado y lo “examinado” no nos lo quitan!

El ultimo de nosotros todavía le discutió a la parca si en verdad había vivido o no.  La parca no perdió el tiempo.  Le grito: “¡Cállese cabron!” y le aplico la guadaña y se acabó el desmadre.  Luego la parca se sentó en una piedrota.  Prendió un pitillo y contemplo a la humanidad que había ajusticiado.  Murmuro quedamente “puta madre” pues se dio cuenta que también había comenzado a hacerse preguntas.

FIN

Mario Quijano Pavon
INGAPE

 

 


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