Fue bastante lapidario lo que dijo ayer Andrés Manuel López Obrador sobre los anarquistas:
"Nada de encapuchados... no permitan infiltraciones, no caigan en provocaciones... No somos alborotadores ansiosos por romper el orden público."
Antes de eso, los anarquistas fueron rechazados por los contingentes de la CNTE que marchaban al Zócalo y por la propia gente de MORENA ya en la Plaza de la Constitución.
Ante el rechazo, los encapuchados tuvieron que salir corriendo a parapetarse a un costado de Palacio Nacional. No pudieron hacer desmanes. Tuvo que terminar el mitin de AMLO, con lo cual la policía bajó un poco la guardia, para que pudieran vandalizar y robar un 7-Eleven. Gran golpe contra "el capital trasnacional" y "la burguesía" según ellos. ¡Un pinche 7-Eleven! No pinches mamen.
No contentos con eso prendieron fuego en una estación del Metro a donde no pudieron correr a esconderse de la policía. Se fueron a esconder entonces a la Ciudadela, causando que gente que ni la debía ni la temía fueron arrestados por culpa de los anarquistas. Estupidez de la policía, sin duda, pero sin los desmanes de los encapuchados nunca hubiera ocurrido.
Eso sí; los anarquistas nunca dan la cara cuando alguien inocente es detenido. En su cobardía, permanecen escondidos y lanzan cacayacas contra la "represión" que ellos mismos causaron.
De lo que no se dan cuenta es de que nadie los pela. Al contrario: la gente los rechaza. No los quieren en las marchas. En los mítines les exigen que se descubran el rostro. Los identifican como vándalos. Nadie quiere estar relacionado con ellos.
Así que sí el gobierno priista le apostaba a infiltrar a la izquierda con anarquistas violentos, fracasaron. No los adoptaron; los rechazan.
Bien por la izquierda.
PD: No puedo decir lo mismo de la ultra que sigue solapando a los anarquistas. Afortunadamente, son pocos y cada vez se arrinconan más. Pero AMLO ni de chiste acepta a los anarquistas.
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