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lunes, 12 de agosto de 2013

Vete al cerro y háblale #gastospendejos @lopezobrador_ @M_Ebrard @fernandeznorona

Vete al cerro y háblale

Don José Agustín Ortiz Pinchetti escribió en el 2006 sobre el patriotismo mexicano y lo equiparo a la ballena blanca de Moby Dick.  Difiero con don Agustín solo en un punto: la triste sardinita que seguía el Pequod no se le aproxima al patriotismo mexicano.  Este es más chingón, como aquí lo tratare de explicarlo a pesar de mis torpezas.

El patriotismo mexicano es como las plumas de magma que residen en las profundidades de las entrañas de la patria.  Cuando estas afloran a la tierra no lo hacen modositamente, tranquilamente, con los modales hipócritas de un pueblo mocho de provincia.  Se anuncian estas irrupciones magmáticas con temblores previos.  Los habitantes oyen extraños rumores, zumbidos, olores.  Hay cambios súbitos en la presión del aire.  La gente se pone nerviosa, no se siente a gusto.  Las autoridades, por lo general ignorantes o inconscientes, no saben qué hacer y pregonan que no hay de qué preocuparse, que todo está bien. Minimizan lo que está pasando.

De pronto, en un cerro del que nadie sospechaba, la tierra se resquebraja, tiembla, y surgen vapores azufrosos de las grietas, cual si se hubiera abierto el averno.  Retiembla en sus centros la tierra y las peñas más altivas caen, los animales se espantan y huyen, y entre chispas y rayos surgen un volcán.  Y el magma fluye, inexorable, imparable, siguiendo los cauces que se le hinchen, más allá de cualquier control humano (o institucional).

Y en algo si tiene mucha razón el señor Pinchetti.  Este patriotismo duerme en las entrañas no solo de la tierra mexicana sino en el corazón de sus habitantes.  Y aquel que conozca algo de la historia patria recordara como otros han invocado esta fuerza de la naturaleza.

El cura Hidalgo, ondeando la imagen de la Tonantzin/Guadalupe enfrente del barro moreno del pueblo mexicano "cucuceo el toro", e hizo surgir ese volcán.   El cura Morelos, lo invoco arengando a sus soldados mientras se paseaba con  sangre fría sobre los parapetos de las trincheras de Cuatla entre una lluvia de balas y obuses realistas. Ignacio Ramírez, bien llamado el Nigromante, lo invocó con solo palabras: "¡Muertos!  ¡De pie!", cuando arengo a la república para vengar el asesinato de don Melchor Ocampo a manos de los mochos.  Lo hicieron los ejemplos del pueblo de Veracruz en 1914 y los soldados de Genoveva Rivas Guillen en el Carrizal cuando derrotaron a la vanguardia de la expedición punitiva.

Pero bien, esos son ejemplos extraídos de lo que don Guillermo Prieto llamó "las horas doradas de la república", las cuales son escritas ¡ay! siempre, con la sangre de los patriotas.  ¿Cómo invocar ese patriotismo dormido que los últimos 70 años de bombardeo mediático han sepultado en lo más profundo de los corazones de los mexicanos?  ¿Y cómo hacerlo sin derramar la sangre de los patriotas, tal vez inútilmente?

Para saber cómo hacerlo hay que entender que México sigue siendo un país de indios.  Aun los que estén más lavaditos de la piel tienen idiosincrasia y preferencia por ciertos modos de vida ancestrales.  (El mismo AMLO es un 'güero de pueblo' que habla chontalpa y otros dialectos indígenas.)  Y los indígenas -hasta donde yo sé, tal vez estoy otra vez equivocado--no tenían un alfabeto formal.  Habían, si, ideogramas con los cuales el emperador era informado de cuantos guajolotes le habían dado de tributo tal o cual gobernador de un pueblo.  Así pues, la tradición oral, el hablarle directamente a la gente, es más impactante que la palabra escrita.  Por lo menos eso se aplica para la gran mayoría del barro moreno que es el pueblo mexicano.

¿Y cómo despertar el volcán?  ¿Hablándoles de los héroes patrios?  Pero esos héroes que cito ya son polvo o letras de oro en un congal de putas.  Esos héroes no nos pueden ya hablar.  Los han enmudecido.  Es más, los medios al servicio del gobierno quisieran que los olvidemos.  No eran modositos, no eran educaditos, no respetaban las sacrosantas instituciones.  Es mejor que los muertos sigan en la fosa, no sea que el volcán los vaya a sacar de estas.

Y píenselo, ¿cuántas veces no oyeron al director de su escuela declamar en la asamblea sobre tal o cual prócer?  Y este señor –o señora--es tal vez una cara en un grabado en un libro de texto.  O tal vez una fotografía en blanco y negro sacada del Casasola.  Y les citarían al pastorcito que llego a ser presidente.  O el que entregaba el punto nomás por no tener más parque para seguirle.  Y un chingo de leyendas más, pálidos reflejos de esas horas doradas y sangrientas de don Guillermo Prieto.  Y estarían si, muy honrados, los grabados o fotos de estos señores pero para el caso ahí quedarían, arrumbadas en una pared del salón de clases.   ¡Con razón Fidel Castro nos echa en cara que nuestros niños conocen más a Mickey Miados que al cura Hidalgo!

Pero no, no tiene la culpa el pueblo.  Esos grabados y esas fotos hoy en día están más olvidadas pues los gobiernos entreguistas hasta han dejado de enseñar historia y civismo en primaria y secundaria.

Quieren que olvidemos las horas doradas, las leyendas, la sangre, los ejemplos de hombría, de huevos.  Tristemente, le es más importante a la gente aprender inglés que recordar su historia (a ver si mascullando algo de inglés pueden hacerse pasar por chicanos y no los agarra la migra).  Ese es el reto al que se enfrenta el que quiera despertar el volcán.

Y es que no hemos tenido líderes.  Solo hemos tenido grabados y fotografías cada vez mas olvidadas.  Por 70 años no hemos tenido un líder de carne y hueso al que el pueblo pudiera tocar, saludar, ¡hasta reclamarle! y que estuviera dispuesto a ir de pueblo en pueblo para hablar con la gente.  Recalco: hablar, reconociendo la cultura oral de los indígenas y hablándole con claridad, sin rebuscamientos, ni mamadas.  Si quieres despertar el volcán vete a un cerro y háblale, no hay de otra chato.

Pero ay de aquel que intente hacerla de shaman en tierra de indios y se atreva a presentarse en el cerro sin tener un corazón de guerrero.   El pueblo mexicano es como los perros de rancho: luego luego huele al que es falso y traidor.   Bien lo decía don Juan Matus, según escribe Carlos Castañeda:

"...solamente si uno ama esta tierra con pasión inflexible puede uno liberarse de la tristeza (...). Un guerrero siempre está alegre porque su amor es inalterable y su ser amado, la tierra, lo abraza y le regala cosas inconcebibles. La tristeza pertenece sólo a esos que odian al mismo ser que les da asilo...."

El que no tiene entonces el corazón de guerrero y se presenta ante el pueblo solito se delata.  Huele a derrotismo, a tristeza, a traición.  Luego luego el pueblo lo abuchea.  Y salen huyendo.  Se ponen a chillar, a rumiar sus tristezas, a dar lastimas.

¿Quiere despertar el volcán?  Tiene que tener el corazón de un guerrero y el primer requisito para tenerlo es amar a la patria, lo demás solito cae.  La patria se encargara de suplirle de imaginación, de entereza, de las "cosas inconcebibles" que necesitara para despertar el volcán.  Y solo así podrá usted ir de pueblo en pueblo,  hablándole directamente y sin mamadas a la gente, oyéndola.  Como lo hacen miles de activistas, irse a una plaza a volantear a recabar firmas a balconear sin dejarse intimidar por los pefepos.  Y asi, llevando su corazón por delante, el pueblo lo identificara como su adalid y lo recibirá y lo escuchara con respeto.

Y en un país de indios, donde la tradición oral es fundamental, sepa usted que también los muertos tienen voz.  Si, los grabados y fotos olvidadas esas exigen que se les oiga, que no se les olvide, es mas, ¡ja ja!, se mueren por hablar.  Tienen cientos de años calladitos. ¿Usted cree que un Pancho Villa no quiere ya que lo oigan?  Las palabras de los muertos son contundentes.

A los gachupines que creen que México (Méjico) es otra vez la Nueva España:

"Que los estados mudan costumbres y, por consiguiente, la patria no será del todo libre y nuestra mientras no se reforme el Gobierno, abatiendo el tiránico, sustituyendo el liberal, e igualmente echando fuera de nuestro suelo al enemigo español, que tanto se ha declarado contra nuestra patria." - Sentimientos de la Nación de don José María Morelos

A los Chuchos que se dejan agarrar las patas por un triste hueso:

"La patria es primero." - Vicente Guerrero

A los espantados que claman que no tiene caso seguir protestando:

"La patria se debe defender como se pueda, con lo que se pueda, y hasta donde se pueda." - Benito Juárez

La descripción contundente que el centauro Pancho Villa hace de los cientificos, antepasados de los neoliberales de hoy que tan pendejamente han gobernado a México:

"...con estos hombres no hubiéramos tenido ni progreso, ni bienestar, ni reparto de tierras sino una tiranía en el país.  Porque usted sabe cuando hay inteligencia y se llega a una tiranía, pues esta tiene que dominar.  Pero la tiranía de estos hombres es una tiranía taruga y eso sería la muerte del país..." – Francisco Villa

Y la claridad con que el general Cárdenas llama traidores a los entreguistas:

"Gobierno o individuo que entrega los recursos naturales es un traidor a la patria." - Lázaro Cárdenas el 18 de marzo de 1938

Del Bravo al Suchiate los guerreros purifican sus corazones y ofrecen su amor a la patria.  Se dirigen así tranquilos y alegres al cerro a buscar su destino y despertar el volcán.  La patria reconoce su amor y les proporciona "lo inconcebible" que necesitan en la lucha.  Se reconocen por la pureza de su corazón.  El traidor, el falso, el espurio, es rechazado y denunciado.  Los muertos vuelven a hablar. Sus palabras se escuchan en todo México una vez más.  Retiembla ya en sus centros la tierra.  El volcán va a nacer.  Los guerreros esperan el alumbramiento tranquilos, velando sus armas.

FIN



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