Prólogo: Solo conviene subrayar que los temas que ha
continuación se leen son una parte, si, también una parte de lo que la
Revolución nos dejó como herencia, ante ese tema ¿practicaremos la "limpieza"
histórica para mantener los mitos "revolucionarios"?
A
eso se suma que en psicoanálisis hay una práctica que inauguró Sigmund
Freud: cuando él ya no podía seguir escribiendo su teoría a consecuencia
de su padecimiento solicitó y obtuvo de su hija y de su médico una
sobredosis,. Sigmund Freud no buscó ni solicitó permiso o autorización a
una ley del Estado para dejar de vivir una vida que sin escritura para
él era invivible. Cuándo se le otorga poder al Estado -mediante leyes
"éticas"- luego cómo quejarse del monstruo que se ha construido a
nombre del "morir bien", pues a partir de esas leyes el Estado
determinará que vida sera vivible y cual no.
Aquí el artículo
de Laura Suárez y López-Guazo y Rosaura Ruiz Gutiérrez:
Eugenesia y medicinal social en el México posrevolucionario,
publicado en la Revista de Ciencias, revista de cultura científica de la
Facultad de Ciencias de la Universidad
Nacional Autónoma de México, 2013.
Sir Francis Galton, primo de Charles Darwin y seguidor de
sus ideas evolucionistas, publicó en 1865 dos artículos en donde especifica
claramente los elementos básicos de su propuesta teórica: la eugenesia, que
define como “la ciencia que trata de todas las influencias que mejoran las
cualidades innatas, o materia prima de una raza y también aquellas que la
pueden desarrollar hasta alcanzar la máxima superioridad”.
Las historias familiares —la herencia— y el empleo de
múltiples métodos estadísticos representaron los elementos básicos para
desarrollar su obra más relevante y popular: El genio hereditario, publicada en
1869, en la que considera prácticamente demostrada la herencia del talento.
“Antes de juzgar correctamente la dirección en la que deben ser perfeccionadas
las diferentes razas, debemos librar nuestras mentes de gran cantidad de
prejuicios. […] La riqueza moral e intelectual de una nación consiste, en gran
medida, en la múltiple variedad de dones de los hombres que la componen, y
representaría un retroceso del perfeccionamiento hacer que todos sus miembros
se asimilen a un tipo común”.
Galton considera que los factores externos juegan un papel
prácticamente despreciable. “Como respuesta a si la cuestión de la educación
podría compensar una situación de dotes naturales […] hice investigaciones en
historiales de gemelos, y los resultados probaron la vasta preponderancia de
los efectos de la naturaleza sobre los de la crianza”.
La concepción de Galton sobre la herencia del talento fue
tomada en consideración para el establecimiento de las políticas sanitarias en
diversos países europeos y en América; además, fue relacionada estrechamente
con el racismo y con la concepción de la degeneración de las clases bajas,
ideologías ampliamente establecidas en las últimas décadas del siglo xix y
principios del xx.
La concepción del mejoramiento racial, relacionado con los
programas de salud estatales, se apoyaba en la autoridad científica de la
genética, en auge a partir del inicio de nuestro siglo, que se consideraba
podía conducir al progreso o decadencia de las naciones y se interpretaba como
la causa “natural” de la estratificación de la sociedad.
En Latinoamérica la doctrina eugenésica cobró fuerza en los
inicios de los años treintas. Dos de las más importantes asociaciones que se
fundaron en este periodo son la Sociedad Eugénica Mexicana para el Mejoramiento
de la Raza y la Asociación Argentina de Biotipología, Eugenesia y Medicina
Social. Sus miembros eran connotados científicos, médicos y políticos.
El caso de la eugenesia mexicana se puede considerar
interesante por su condición revolucionaria. El legado de la Revolución
mexicana, entre 1910 y 1920, se caracterizó por profundos cambios políticos y
sociales; pero los resultados de la guerra, además de las muertes y los
problemas de estabilidad, fueron también la indigencia y la enfermedad. Esto se
combinó con un marcado desarrollo del nacionalismo, en el que el nuevo estado
revolucionario anticlerical, materialista, promovió que el México
posrevolucionario fuese cada vez más receptivo a los nuevos desarrollos tanto
en el ámbito de las ciencias como en los aspectos sociales.
A diferencia de Argentina, en que la eugenesia se
instrumenta a partir de los problemas sociales derivados de la inmigración, la
sociedad mexicana no tenía una dimensión similar en torno a ese problema, ya
que se encontraba constituida fundamentalmente por criollos, indios y mestizos.
Los viejos debates acerca de la falta de una real integración de los indios a
la vida nacional y el problema de poder garantizar la salud de los pobres,
condujo a las ideas del mejoramiento racial y con éstas a tratar de impulsar
las tesis de la doctrina eugenésica.
En 1910 se publicó en México el folleto denominado Higiene
de la especie: breves consideraciones sobre la stirpicultura humana, de
Francisco Hernández, y un año después, el primer artículo referente al uso de
la eugenesia para el mejoramiento racial, a partir de los planteamientos
feministas del eugenista inglés Caleb Saleeby, que interpreta la eugenesia como
protección a la mujer frente a las enfermedades venéreas y otros daños
relacionados con la salud reproductiva. Blanche Z. de Baralt publicó en
diciembre de 1911 la reseña del libro de Salleby, Feminismo eugénico. Ésta es
la primera ocasión, de acuerdo con el doctor Alfredo M. Saavedra, fundador,
principal promotor de la eugenesia en México y secretario perpetuo de la
Sociedad Mexicana de Eugenesia, de 1931 a 1968, en que se difunden abiertamente
algunos planteamientos eugenésicos en la prensa mexicana. Los aspectos más
importantes del citado artículo revelan la importancia que se otorga a los
conceptos derivados del evolucionismo darwiniano para fortalecer las tesis
eugenistas al sostener: “Las mujeres deben considerarse como los agentes
principales por los cuales la raza ha de continuarse y evolucionar, hacia un
nivel físico, intelectual y espiritual más alto; […] La educación de las niñas
y las jóvenes debe prepararles para esta gran misión y al alcanzar la edad del
matrimonio tengan una idea tan alta y tan clara de ésta, que se nieguen a
casarse con hombres cuya condición física intelectual y moral sea inferior.[…]
La selección natural no sería del todo incompatible con el amor si estas
tremendas cuestiones se estudiasen y comprendiesen mejor por todo el mundo. El
mejoramiento de la raza soñado por los filósofos y predicado por los biólogos,
no sería una monstruosa violación de los afectos, si nos acostumbramos a
edificar nuestro cariño sobre una sólida base moral y religiosa”.
En 1921, el Primer Congreso Mexicano del Niño impulsó las
banderas de la eugenesia, la herencia y la orientación de la reproducción con
fines de mejoramiento racial. En la Sección de Eugenia de ese evento
participaron algunos de los principales precursores eugenistas radicales. El
doctor Antonio F. Alonso, miembro de la Academia Nacional de Medicina y de la
Sociedad Mexicana de Biología, propuso la esterilización eugénica de los
criminales. En su trabajo titulado La herencia eugénica y el futuro de México
alude los principios de Weismann, Lamarck y Darwin, para referir el problema de
la herencia: “Dos leyes esenciales dirigen esta función excelsa de la vida: una
netamente conservadora del tipo ancestral tan bien estudiada por Weismann […]
cuya base fundamental es la continuidad del plasma germinativo a través de las
generaciones; otra eminentemente evolutiva debida al genio de Juan Lamarck,
basada en las modificaciones de los seres por sus adaptaciones al medio.
Complementada posteriormente por los trascendentales estudios de Darwin acerca
de la selección natural y la supervivencia de los más aptos, la gran idea
lamarckiana constituye la base fundamental de la biología y de la filosofía
científica, mostrándonos con irradiante claridad la evolución, el progreso y la
herencia específica”.
Alonso consideraba que la protección que el Estado había
brindado a los deficientes atenuó el efecto de la selección natural biológica,
apoyando a locos, histéricos, epilépticos y degenerados de toda especie, que
para él sólo representaban elementos nocivos para el progreso humano. Sostenía
que frente a todos estos tipos, incluyendo a los vagos y criminales, la
sociedad tenía derecho a defenderse de “esta plaga, más terrible y
trascendental que todas las epidemias”. Por ello recomendaba que de no seguirse
las alternativas propuestas en algunos congresos científicos de procurar la
castración para hacer inofensivos a ciertos degenerados, al menos se podría
establecer la prohibición matrimonial al ejército de degeneración que frena el
progreso y son la causa de la decadencia de la especie.
Respecto de la raza indígena, que Alonso calificó como
“serio problema nacional por su característica indiferencia”, él propuso que
para mejorarla el Estado debería promover su cruza con la raza blanca portadora
de las cualidades de progreso, inteligencia y alto grado de civilización.
Finalmente, el doctor Alonso propuso que el Congreso del
Niño, de manera oficial, interviniera con los legisladores de la República a
fin de lograr la expidición de una ley de inmigración que favoreciera la
entrada al país de los individuos de raza blanca, “restringiéndola lo más
posible a los de raza negra y amarilla”, de quienes opinaba que su cruza con el
indio “haría surgir indudablemente productos regresivos hacia etapas inferiores
de la especie”; la expedición de una ley que prohibiera el matrimonio de los
degenerados, y que se nombrara una comisión permanente para impulsar y vigilar
que dichos acuerdos fueran cumplidos.
En las Actas de ese congreso, correspondientes a la Sección
de Eugenia, que presidió el doctor Ángel Brioso Vasconcelos, aparece su
propuesta acerca de promover la esterilización de los criminales y degenerados;
el profesor Isaac Ochoterena complementó la propuesta de Brioso Vasconcelos con
la técnica de esterilización por medio del radio y los rayos X.
En su réplica, el doctor Alonso precisó que la propuesta de
la castración no era suya, sino que aludió a ella porque en diversos países del
mundo ya se aplicaba como medida terapéutica social. En el mismo tema participó
el doctor Eliseo Ramírez, posterior fundador de la Sociedad Mexicana de
Eugenesia, quien se pronunció a favor de la prohibición de la procreación de
los degenerados, con el argumento de que “la naturaleza tarda mucho en eliminar
a los ineptos”. La propuesta del doctor Alonso contemplaba que el Congreso del
Niño nombrara una comisión que la impulsara en la legislatura de la República,
misma que quedó integrada por los doctores Eliseo Ramírez, Gonzalo Castañeda y
por el profesor Isaac Ochoterena.
En 1929 se fundó en la ciudad de México la Sociedad Mexicana
de Puericultura, con una sección especial de eugenesia dedicada específicamente
a la herencia, enfermedades relacionadas con la reproducción, sexualidad
infantil, educación sexual y control de la natalidad; de ella surgen los
promotores de la eugenesia en nuestro país.
La Sociedad Mexicana de Eugenesia para el Mejoramiento de la
Raza se fundó el 21 de septiembre de 1931, con ciento treinta miembros,
científicos y médicos, y se caracterizó por su cercanía al círculo político en
el poder y las autoridades de salud pública. Algunos miembros connotados por
sus influencia en el campo de la salud pública eran Fernando Ocaranza, director
de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de 1924 a 1934 y rector
de esta institución, ya autónoma, de 1934 a 1938, además de ser uno de los
primeros catedráticos de herencia humana en la Facultad de Medicina, y José
Rulfo, también promotor de los cursos de genética mendeliana, en la enseñanza
superior en México, en la década de los treintas.
Con el fortalecimiento de la Sociedad muchos médicos y
educadores centraron su atención en la educación sexual, y combinaron actitudes
modernistas y conservadoras. Además, se impulsaron los primeros proyectos de
control de la natalidad y de difusión de la salud matrimonial, y se apoyó de
manera considerable, en 1932, el proyecto para la educación sexual y la
profilaxis de las enfermedades venéreas, como programa obligatorio de educación
oficial para todos los niños menores a dieciséis años. Al mismo tiempo se
desarrollaron campañas antialcohol, antifeminismo y antipornografía.
A partir de 1933 los límites de la eugenesia y la oposición
a la esterilización fueron motivo de debate en la Sociedad; al siguiente año,
la nueva legislación nazi de esterilización con fines eugenésicos se discutió y
criticó sólidamente en la “Segunda Semana de la Eugenesia” celebrada en la
ciudad de México, y, aparentemente, la única ley de esterilización con fines
eugenésicos fue la aprobada por el congreso local del estado de Veracruz en
julio de 1932.
Nacionalismo y eugenesia
El enorme impulso a la ideología nacionalista a partir de
los años veintes en México se expresó en la inquietud y anhelo por establecer
el concepto de “mezcla racial constructiva”, como reflejo de la identidad
racial del mexicano. Una de las expresiones más claras de dicho anhelo se
expresa en la obra de José Vasconcelos, en especial en su libro La raza
cósmica. Otro exponente de esta ideología es el doctor Manuel Gamio, miembro de
la Sociedad Mexicana de Eugenesia, quien por su producción en el campo de la
arqueología y antropología y su impulso a las políticas indigenistas se puede
considerar como una de las figuras más relevantes.
Los grupos eugenistas mexicanos centraron su atención en el
tema de la consolidación racial y la adaptabilidad de la nación mexicana. Por
su parte, los miembros de la Sociedad discutieron la nacionalidad en términos
de raza, en el sentido de la heterogeneidad: indios, europeos y mestizos;
reconocieron la pobreza y marginación en que se encontraban los grupos
indígenas, y compartieron la idea de los revolucionarios acerca de las virtudes
biológicas de la mezcla racial.
En esa época, el doctor Eliseo Ramírez afirmaba que la
separación racial y de clases promovida en otras naciones estaba en contra del
ideal eugénico mexicano. Para él, aunque algunas mezclas pudiesen reducir las
mejores cualidades de los ancestros, también esa hibridación podía conducir a
excelentes resultados, si había afinidad entre las razas mezcladas.
El doctor Adrián Correa, respecto de la educación y su
influencia en el desarrollo intelectual, sostenía que: “Si la herencia psíquica
es buena y el medio en que vive el niño es malo intelectualmente, el desarrollo
psíquico del niño se detiene. Por el contrario un niño que tenga herencia
psíquica mediocre puede tener un buen desarrollo si el medio en que vive es
intelectual”.
Como se puede observar en la cita anterior, su postura es
absolutamente lejana a la concepción de Galton, ya que este último desprecia
totalmente el efecto de la crianza, valorando únicamente la herencia.
En términos generales los eugenistas mexicanos compartían
las ideas de Vasconcelos, en torno a las ventajas que para los indios trajo la
mezcla con los europeos. Excepciones interesantes respecto a esta polémica
fueron las posturas de Manuel Gamio, quien señalaba que los europeos se
beneficiaron de la mezcla con los indios y por su adaptación al clima y
geografía, a lo largo de varios siglos, por el severo efecto de la selección
natural, así como del doctor Rafael Carrillo, jefe de la Sección de Eugenesia
de la Sociedad Mexicana de Puericultura, que señalaba las ventajas inmunológicas
de los indios y la mayor estatura del mestizo con respecto a la raza
colonizadora española.
El doctor Alfredo Saavedra, también director de la revista
Eugenesia, afirmaba en 1940: “Mientras el Estado no procure ir a la causa
primera para resolver el problema de la natalidad seleccionada, combatir los
factores hereditarios, las enfermedades venéreas, las toxicomanías y se
substraigan los deficientes mentales, no podremos tener una raza saludablemente
fuerte en el sentido exacto de la palabra. […] Hasta entonces la protección
integral de la infancia se resolverá científicamente, […] ya que cada niño
representa un capital útil a la sociedad. […] La higiene mental deriva en gran
parte de la higiene racial”.
Para Rafael Carrillo son tres los factores que determinan la
conformación etnográfica de nuestra República: la inmigración, las razas y la
herencia. Respecto del primer factor, afirmaba que los primeros colonizadores
que vinieron del antiguo continente estuvieron muy lejos de llenar los
requisitos de la eugenesia, ya que entre ellos había individuos indeseables por
sus cualidades fisiopsíquicas inferiores a los de la población autóctona: “si
no queremos apartarnos de nuestro ideal [eugénico …] Naturalmente no pensamos
hacer nuestra selección entre los individuos eugenésicos superiores; no
pretendemos un Marañón, un Shaw, un Mussolini, un Hindenburg o un Edison, pero
tampoco aceptamos epilépticos, alcohólicos, débiles mentales o luéticos
[afectados por la sífilis], sólo queremos para inyectar a los mestizos
mexicanos sangre de eugénicos que conforme a la escala de valores ideada por
Galton no se alejen ostensiblemente de la media”.
Por ello, Carrillo consideraba indispensable que los
gobiernos establecieran oficinas en los puertos y fronteras con personal ad
hoc, enterado de los problemas eugénicos. “Las autoridades sanitarias deben
considerar el punto de vista de la eugenesia cuando los turistas extranjeros
pasan al lado mexicano sólo por algunas horas, tiempo más que suficiente para
que dejen una siembra de gonococos o de Schauden o bien engendren un débil
mental”.
A pesar de la superioridad que Carrillo otorgaba a la raza
blanca, sus postulados expresan su inclinación nacionalista al referirse a la
población indígena en torno al cruzamiento de los diversos grupos autóctonos.
“¿Debemos impedir las uniones sexuales con los tipos de aquella raza, que en
sus orígenes dieron testimonio de una civilización más o menos avanzada como
los antiguos mexicanos, mixtecas y zapotecas, los mayas entre otros? […] a juzgar
por la apreciación de casos particulares, hemos tenido tipos indígenas que bien
pueden colocarse en la escala media de Galton y donde algunos de ellos pueden
ser considerados como superiores”.
Los programas estatales de medicina social, que respondieran
a los problemas demográficos —fundamentalmente el elevado índice de mortalidad
entre la población indígena—, fueron aspectos muy trabajados por Gamio, quien
consideraba que para el gobierno mexicano no era posible diseñar un solo
programa de salubridad, dada la heterogeneidad de los grupos que poblaban
nuestro país y la diversidad biogeográfica y de climas. “Los grupos aborígenes
mexicanos son probablemente los que arrojan más altas cifras de mortalidad y
requieren la aplicación de más costosos y amplios programas de salubridad, son
en realidad los más saludables puesto que sus ascendientes han vivido en el
país desde hace millares de años. […] En efecto, virtualmente el indio tiene
más defensas naturales que el blanco y el mestizo, y debería desarrollarse
mejor y multiplicarse más que ambos, pero tal cosa no sucede así, porque a las
ventajas que el indio entrañan la adaptación y la selección, se oponen serios
factores, cuya acción no sólo las neutraliza, sino que generalmente las supera;
[…] estos factores tanto históricos como contemporáneos […] han sido
principalmente los del medio social, o sean los de índole económica, cultural y
psíquica”.
En sus estudios, Gamio diferencia tres grupos que conforman
la población mexicana: aborígenes, de origen europeo y mestizos, y destaca las
diferencias entre la inmunidad de los mayas y otros nativos de las zonas bajas
del país, en contraste con los europeos. “Cuando los grupos autóctonos vivan en
condiciones de medio social iguales o análogas que las que caracterizan la
existencia de la población de origen europeo, su desarrollo físico será
incomparablemente mejor que el de éstos y los programas de salubridad que para
entonces se elaboren y apliquen tendrán menores requerimientos y les serán más
eficaces que a los otros grupos de la población, puesto que gozan de las
ventajas innatas originadas en la adaptación y en la selección natural”.
Con relación al segundo, grupos de origen europeo no
mezclados con aborígenes, señala que a pesar de que se establecieron desde el siglo
xvi en México, carecen de las naturales defensas biológicas que caracterizan a
los indígenas, lo que repercutió en la población en general “y hasta
determin[ó] ciertos aspectos desfavorables de nuestra economía”.
Respecto del tercer grupo, los mestizos, Gamio afirma que
para que el grupo de origen europeo pudiera adaptarse y gozar de las ventajas
del grupo autóctono era necesario mezclarse con los aborígenes y orientar en
ese sentido la política de salud en México para ese grupo en particular, “no sólo
por su conveniencia político-social, sino principalmente por los benéficos
resultados biológicos que trae consigo”.
A manera de reflexión
Aunque la mayor parte de los eugenistas mexicanos tienen
formación médica y recurren reiteradamente para fundar su opinión a personajes
como Mendel, Galton, De Vries y Weismann, entre otros destacados genetistas,
rara vez hacen alusión a sus teorías. Señalan que dado que los factores que
controlan y modulan la expresión hereditaria son “tan complejos” prefieren no
tocarlos. Es evidente su enorme desconocimiento acerca de los factores que
modulan la expresión hereditaria, incluso en los años sesentas. Dentro de sus
propuestas eugenésicas, en general hay una buena carga de factores
ambientalistas, postura contrapuesta a los planteamientos galtonianos, e
impulsan todas las facetas de la puericultura, similar a la práctica de la
eugenesia en Francia, que confiere especial importancia a la educación que
deben tener los futuros padres respecto de su descendencia; tratan los
problemas de control matrimonial y de la procreación, así como la importancia
de la supervivencia infantil, que revela la preocupación del gremio médico por
el elevado índice de mortalidad en ese grupo, entre las décadas de los treintas
y los cincuentas.
Por otra parte, la influencia de la Sociedad Mexicana de
Eugenesia en la promoción legislativa se expresa en diversas facetas. Respecto
de la salud matrimonial en la formalización de la Ley de Certificado Prenupcial
de 1935, Decreto número 1709; en el reglamento de la campaña antivenérea de
abril de 1940; en la derogación de la reglamentación de la prostitución y en
múltiples programas de educación sexual y campañas de difusión y propaganda de
responsabilidad hacia la descendencia implantados desde la educación básica de
manera formal por la Secretaría de Educación Pública, y en campañas de
prevención de enfermedades venéreas y transmisión de caracteres
psicopatológicos a través del Departamento de Salubridad Pública.
A pesar de sus numerosos discursos, sobre todo durante el
cardenismo, etapa en la que los programas indigenistas de salud y educación
eran considerados como parte de las políticas estatales prioritarias, la
participación de la Sociedad Mexicana de Eugenesia en esos programas fue
prácticamente nula.
El uso de tesis que surgieron en el marco del evolucionismo
lamarckiano, por parte de los eugenistas mexicanos, como la concepción de la
herencia de los caracteres adquiridos, desde el inicio de los años treintas
hasta fines de los sesentas, es resultante de la influencia y la marcada
tradición en cuanto a la valoración de la ciencia francesa desde el último
tercio del siglo xix en México, en que incluso muchos científicos se formaban
allí y publicaban en revistas francesas. Por otra parte, dada la ignorancia que
evidencian, en cuanto a los avances de la genética, resultaba ser una
alternativa moral y políticamente más aceptable, respecto de la radical postura
galtoniana, para impulsar iniciativas estatales, en cuanto a mejorar las
condiciones de vida y salud de los individuos y, consecuentemente, lograr
elevar las cualidades de la población mexicana.
Referencias bibliográficas
Alonso, A. F. 1921. “La herencia eugénica y el futuro de
México”, en Memoria del Primer Congreso Mexicano del Niño (patrocinado por El
Universal). México, pp. 33-37.
Baralt, B. Z. de. 1911. “El feminismo eugénico”, reseña del
libro del mismo título de C. W. Saleeby, publicado en el periódico El Diario.
México, 24 de diciembre.
Carrillo, R. 1932. “Tres problemas mexicanos de eugenesia.
Etnografía y etnología, herencia e inmigración”, en Revista Mexicana de
Puericultura, órgano de la Sociedad Mexicana de Puericultura, t. iii, núm. 25,
Sección de Eugenesia, noviembre, pp. 1-14.
Conferencia pronunciada por Francis Galton en mayo de 1904
ante la Sociological Society, en la Escuela de Ciencias Económicas y Políticas
de la Universidad de Londres, en Francis Galton, herencia y eugenesia. Alianza
Editorial, Madrid, 1988.
Correa, A. 1932. “Cómo debe impartirse la educación sexual
en nuestro medio”, en Revista Mexicana de Puericultura, órgano de la Sociedad
Mexicana de Puericultura, t. ii, núm. 17, Sección de Eugenesia, marzo, pp.
237-246.
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