Hoy se festeja (y creo que aplica perfectamente la palabra) la muerte de Agustín de Iturbide, el megalómano que pretendió ser emperador de México cuando vio que España estaba buscando convertirse en República y, por consiguiente, peligrarían sus intereses.
Iturbide -y esto se puede revisar en documentos en el Archivo General de la Nación- tuvo diversas acusaciones de abuso de autoridad y de malversación de fondos.
Es decir fue el padre de los políticos corruptos en México.
Quien lo acusó fue el cura de Guanajuato, Antonio Labarrieta, quien denunció que Iturbide destruyó y monopolizó el comercio de la localidad, así como y de detener los convoyes acaparando la venta de lana, azúcar, aceite y cigarros, fingiendo expediciones del ejército real. También lo denunciaron comerciantes de Guanajuato de los mismos delitos.
Las acusaciones causaron que el virrey Calleja lo destituyera. Lo absolvieron por el apoyo del auditor Bataller, pero el detalle fue que Iturbide ya no regresó a Guanajuato después de eso, muestra de que realmente había agravio contra la gente de Guanajuato.
Los defensores de Iturbide -panistas, ultraderechistas y fachos en general- alegan que casi casi democráticamente un congreso lo eligió Emperador. Lo que no dicen es que Iturbide disolvió al congreso y nombró a una Junta que actuaba cómo él le dictaba.
Esa fue la razón por la cual Antonio López de Santa Anna se levantó en armas contra Iturbide para proclamar la República, por lo cual Iturbide sale huyendo de México a Europa.
Un año despúes regresa a México y lo detienen y fusilan, ya que había sido sentenciado a muerte por traición a la Patria.
Los panistas y fachos pretenden que Iturbide sea reconocido como el verdadero padre de la Patria y no Hidalgo. ¿Por qué? Porque no les gusta la democracia y prefieren una dictadura de derecha. Así de sencillo.
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