Libro póstumo, El camino total, de Salvador
Benesdra, es un curioso manual de autoayuda que ausculta los límites del
género y propone el mejor camino para llegar al resultado deseado: el
dolor, por Pedro Lipcovich
Entre
marzo y octubre de 1995, Salvador Benesdra escribió El camino total.
Técnicas no ingenuas de autoayuda para gente en crisis en tiempos de
cambio. Presentó el libro en varias editoriales, que lo rechazaron. El 2
de enero de 1996, el autor murió; más de 15 años después, Eterna
Cadencia publicó el texto. Benesdra, en la introducción, discierne las
paradojas del género de autoayuda: “Esos libros pueden prestar un
servicio apreciable a quien sabe escoger los aspectos más indicados para
su caso y desechar el resto, pero las personas que están pasando por
una crisis tan profunda como para buscar la ayuda de una palabra ajena
difícilmente puedan ponerse a seleccionar los costados de la tabla de
salvación a la que habrán de aferrarse”. O bien, “no hay frase más usada
en un libro de autoayuda que el famoso ‘no se desanime’, lo que es el
colmo de la paradoja, ya que ninguna persona en condiciones de seguir
ese precepto leería un libro de autoayuda”. Entonces, este libro,
situado en la crítica más lúcida del género al que dice pertenecer, ¿qué
es? Se puede admitir que Benesdra reactivó un antiguo género, el que
practicaron Séneca y Marco Aurelio: aquellos textos prescriptivos en los
que la literatura y la filosofía eran una sola cosa; una interlocución
en la cual el sujeto pudiera obtener criterios para redefinir su
posición ante la vida.
El camino total se inscribe en la filiación del budismo zen y en el uso de la técnica de la meditación: “dejar pasar los pensamientos, imágenes, ideas, deseos, fantasías, sentimientos, buscando el máximo grado de desapego”. Benesdra expone con abundantes citas la particularidad de la meditación zen, centrada en la respiración, y presenta su propio aporte, que es paradójico y genial: concentrarse en el dolor. “Sólo el dolor puede suministrar una fuente de concentración más abundante que la respiración, porque está tan presente en el cuerpo como la respiración y, cuando supera cierto bajísimo umbral, invade indefectiblemente la mente”.
En la invención de Benesdra, el propio dolor del meditador es el mantra sobre el que meditará, no para vencerlo ni para ponerle argumentos, sino para nada: “Usted no existe más. Sus problemas no existen más. Usted no piensa. Usted siente sólo su dolor”. Y “si logra continuar con ese estilo de concentración durante algunos segundos, eventualmente unos minutos, usted habrá tenido la primera experiencia zen de su vida”.
Pero, pocos meses después, Salvador Benesdra se suicidó; se arrojó al vacío desde el pequeño departamento en que vivía, en un sexto piso. ¿Cómo creer en la eficacia del texto si el autor se mató? A diferencia del poeta, el autor de autoayuda está obligado al éxito personal: debe ser el primer testimonio viviente de la validez de su método, brillante en las entrevistas, claro en las fotos, figura de identificación para su público.
Sin embargo, el mejor libro de autoayuda –el que destruya el género para refundarlo– podría consentir y aun requerir el suicidio de su autor: el texto ha de ser tan poderoso que su lector reconozca el camino aun cuando el autor haya caído. Esa muerte voluntaria desbarata la coartada de la identificación: cuando alzamos nuestra vista hacia el maestro sólo encontramos su eclipse y, sostenidos de esa nada, nos entregamos al Camino. Pero no es seguro que el texto de Benesdra logre este propósito. No por causa de su perspectiva que, como hemos dicho, es genial. No por su fundamentación, que es rigurosa, ni por su documentación, que es muy extensa. No lo logra, quizá, por su tono: demasiadas palabras, demasiada conversación para un mensaje que debió haber sido como una piedra filosa.
También póstuma, en 1998, se había publicado El traductor (hoy reeditada por Eterna Cadencia). El camino total brota de una frase de aquella novela: “Sabía que había otra vía. Sabía que existía todo un mundo diferente donde los actos no consultan a cada paso a los pensamientos para atreverse a ocurrir”.
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