Si visualizáramos una imagen mental, en la que un perro es cruelmente torturado, infringiéndole el más profundo dolor hasta su muerte, ¿Qué sentimiento nos evocaría?. Sin duda indignación y tristeza.
La tauromaquia no es diferente, es una práctica sevicia y retrógrada en la que el toro es sometido a un sinfín de mortificaciones en forma por demás alevosa. El toro entra al ruedo debilitado con diversos fármacos y purgantes, que le causan descoordinación motora y defectos de visión, es torturado con puyas, banderillas y espadas. No es ninguna valentía enfrentar a un toro en esas condiciones, de cada 40,000 toros sacrificados, solo un torero llega a perder la vida.
Los caballos rejoneadores también sufren graves heridas, cuando son embestidos, el peto que les es colocado cubre los destripamientos que les provoca el toro.
¿Qué aporta esta práctica a un país, dónde la violencia es un común denominador? El estudio “Arluke et al., Journal of Interpersonal Violence”, refiere al estrecho vínculo entre el maltrato animal y humano; “sea cual sea la víctima, y quienes recurren a la violencia en el trato con los animales tienen más probabilidades de emplearla también en sus relaciones con los humanos. Independientemente de si la dirigen contra animales o humanos, estos agresores utilizan la fuerza y el poder de la violencia para dominar y controlar a los demás”. “Un aspecto que algunos desconocen es que, además de la relación entre el maltrato a los animales y la violencia hacia las personas, ser testigo directo del maltrato a los animales también puede conducir a futuros comportamientos violentos hacia otros seres humanos”.
Existiendo esta correlación directa, podemos afirmar que las corridas de toros son generadoras de violencia social, familiar y dañinas para la salud mental de los niños que ingresan a este tipo de “espectáculos”. Tal como lo señala el Dr. Randall Lockwood, psicólogo, vicepresidente de Humane Society of the USA "No todo individuo que haya maltratado a animales acabará siendo un asesino en serie, pero casi todos los asesinos en serie cometieron actos de crueldad con animales" .
Actualmente en nuestro país, estados como Aguascalientes, Tlaxcala, Hidalgo, Guanajuato y Querétaro han declarado como Patrimonio Cultural la tauromaquia, blindando esta práctica en una forma totalmente antidemocrática y destinando dinero del erario con cargo directo a los contribuyentes. De someterse a un referendo, la abolición de las corridas de toros, sería apoyada por 6 de cada 10 mexicanos, según reciente encuesta de Parametria, la misma encuesta enfatiza un decremento en la asistencia a la “fiesta brava” en los últimos años y afirma que solo 2 de cada 10 mexicanos la ha presenciado alguna vez. Bajo esa premisa es pertinente preguntarnos ¿Por qué ha sido declarada Patrimonio Cultural? ¿Qué intereses particulares protegen estos gobiernos?
Afortunadamente del otro lado de la moneda, conscientes de lo inadmisible que resulta la violencia, Sonora prohibió las corridas de toros y en los municipios de Teocelo, Fortín de las Flores, Xalapa, y Boca del Rio, no solo se prohibieron todo tipo de eventos taurinos, sino también los circos con animales y peleas de gallos; convirtiéndose en eximios promotores del trato ético a los animales.
Los gobiernos deben aprobar leyes en favor de los derechos de los animales, la violencia sólo engendra violencia, la tauromaquia no es una tradición, es una aberración, ser indiferentes al dolor de cualquier ser vivo nos vuelve indolentes y el silencio nos convierte en cómplices de esta barbarie.
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