El pensamiento heterocentrado por Monique Wittig
Durante estos últimos veinte años la cuestión del lenguaje ha dominado los sistemas teóricos, las ciencias llamadas humanas y ha penetrado en las discusiones políticas de los movimientos de lesbianas y de liberación de las mujeres. Se trata de un campo político importante en el que lo que se juega es el poder -o más bien un entrelazamiento de poderes porque hay una multiplicidad de lenguajes que producen constantemente un efecto en la realidad social.
La importancia del lenguaje en cuanto tal como cuestión política sólo ha aparecido recientemente (los griegos clásicos sabían no obstante que sin el dominio de las técnicas oratorias no hay poder político, sobre todo en una democracia). El desarrollo gigantesco de la lingüística, la multiplicación de las escuelas, la aparición de las ciencias de la comunicación, la tecnicidad de los metalenguajes que estas ciencias utilizan, constituyen síntomas de la importancia de esta cuestión política. La ciencia del lenguaje ha invadido otras ciencias como la antropología con Lévi-Strauss, el psicoanálisis con Lacan así como todas las disciplinas que trabajan a partir del estructuralismo. La primera semiología de Roland Barthes casi consigue escapar de la dominación dela lingüística para constituirse en análisis político de los diferentes sistemas de signos, poniendo en relación tal sistema de signos -por ejemplo, los mitos de la clase pequeño burguesa- y la lucha de clases del capitalismo, cuya veladura dicho sistema tiene como efecto. Podíamos creernos salvados porque la semiología política constituye un arma (un método) preciso para luchar contra la ideología. Pero el milagro no duró mucho. Más que introducir en cierto modo en la semiología conceptos que le son extraños -en este caso, conceptos marxistas- Barthes considera ahora que la semiología no es sino una rama de la lingüística y que su objeto es el lenguaje. Así el mundo entero es un gran registro en el que vienen a inscribirse los lenguajes más diversos, como el lenguaje de la moda, el lenguaje del inconsciente, el lenguaje del intercambio de las mujeres en el que los seres humanos son literalmente los signos que sirven para la comunicación. Estos lenguajes o más bien estos discursos se ensamblan unos con otros, se interpenetran, se apoyan, se refuerzan, se autoengendran y engendran otros.
La lingüística engendra la semiología y la lingüística estructural, la lingüística engendra el estructuralismo, el cual engendra el inconsciente estructural. El conjunto de estos discursos levanta una cortina de humo -de ruido y confusión- para los oprimidos, que les hace perder de vista la causa material de su opresión y los sume en una suerte de vacío ahistórico. Porque estos discursos dan de la realidad social una versión científica en la que los humanos son dados como invariantes, no afectados por la historia, no trabajados por conflictos de intereses y de clase, con una psique idéntica para cada uno al estar programada genéticamente.
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