El arresto de Elba Esther Gordillo no le pone un alto a la corrupción en el SNTE ni en ningún otro sindicto afín al PRI ni en el gobierno federal.
Primero porque el propio PRI ya dijo que líderes señalados por corrupción como Carlos Romero Deschamps (demostrado en el caso Pemexgate además) no tienen de qué preocuparse. Lo dijo el coordinador del PRI en el Senado, Emilio Gamboa.
Sí; Romero Deschamps, el del Ferrari; el de los departamentos y empresa en Miami; el de la hija de los vuelos en jet privado con todo y perros; el del préstamo de 500 millones de pesos que se hizo perdidizo; el que dice ganar veintitantosmil pesos al mes; el del Pemexgate. Ese Carlos Romero Deschamps no tiene nada de qué preocuparse.
Y lo mismo va para Joel Ayala y otros líderes sindicales priistas. Ninguno tiene nada de qué preocuparse mientras el PRI esté en el poder.
Y en segundo lugar, la corrupción continúa porque nada ha cambiado en el SNTE. El arresto de Elba Esther no cambió sus estructuras de corrupción. El haber puesto a Juan Díaz de la Torre de presidente del SNTE no cambia nada.
Con la excepción de los tres arrestados junto con Gordillo, todos los que fueron cómplices por participiación directa, por omisión, o por agachones en el SNTE siguen en el mismo lugar. Lo único que cambió fue que ahora quien puede hacer los desvíos a cuentas al extranjero para pagaro por casas, lujos y despilfarros, si así lo decide, es Juan Díaz.
Vamos, resulta ridículo supóner que solo Elba Esther Gordillo participaba en la corrupción del SNTE. ¿No lo sabían los delegados del SNTE que fueron apapachados con cruceros, estancias en Cancún y iPads, y que votaron por unanimidad para que Gordillo fuera líder vitalicia del sindicato?
Pero ahí seguirán. Mientras Enrique Peña Nieto, el PRI o el PAN estén en el poder, nunca los van a tocar.
No le de mucha importancia entonces al arresto de Elba Esther Gordillo. Porque realmente nada ha cambiado. O bueno; ahora la corrupción ha cambiado de manos. Pero la corrupción en sí, sigue intacta.
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