Derecho al delirio, vídeo de Eduardo Galeano
La verdadera locura quizá no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca. Heinrich Heine
Los locos abren los caminos que más tarde recorren los sabios. Carlo Dossi, escritor.
La demencia paranoide en el individuo es algo raro; en los grupos, en los partidos, en los pueblos, en las épocas, es la regla. Presentamos este vídeo de Eduardo Galeano: Derecho al delirio. El delirio es una forma de vivir la vida, su origen, quizás como otras muchas cosas, proviene de los griegos. De lirar: arte de hacer sonar a un instrumento musical, la lira. Se trataba, se trata, de desplazar las yemas de los dedos sobre las cuerdas y fabricar sonidos. Los griegos forjados gracias a la economía esclava, en sus campos agrícolas empleaban el término delirar: aquel que llevando el arado, se deja llevar por la improvisación y se sale del surco marcado, ordenado, hacer un desorden, por ejemplo, hace surcos curvos o en redondo atravesando otros surcos, aparecían las formas de una inspiración no ordenada de acuerdos a los cánones del amo. Quien delira es aquel que toma en serio la inmanencia –el todo está en el mismo plano- desde allí, se ocupa de lo que hace, de lo que quiere hacer sin preocuparse de si eso está bien o mal o si le gusta al amo, se ocupa con hacer sonar una lira, hacerla de…lirar. Las cuerdas oscilan, con ese movimiento producen música, sonidos… Es un cuerpo sin órganos, como el pájaro que cuando canta no sabe que canta.
Este vídeo de Eduardo Galeano tiene un dejo que fluctúa, oscila, delira, de un romanticismo a un humanismo por fuera de las sociedades en las que no solo vivimos, sino que son las fábricas que nos han construido. Si, los humanos no somos naturales, nos guste o no la condición humana requiere romper con lo dado, con eso que se llama natural, lo que va de suyo. Lo natural no sabe que los humanos lo llamamos “natural”. Entonces, se trata de dejar de lado la posibilidad de cambiar o quizás se trata de hacer con las máquinas deseantes donde vivimos y dejar que ellas despleguemos, fabricando, cosas nuevas al margen de los caminos trillados y ordenados. Aquellos que indican la presencia de la castración como límite a nuestras posibilidades de la fábrica deseante, le dan al deseo un elemento mortífero que ellos introducen, no está por sí mismo en el deseo.
El pánico se despliega en muchas ocasiones ante un hecho trivial producir algo nuevo, por ejemplo, en las relaciones con los otros. El pánico es un afecto y un efecto corporal. El dios Pan surge del hecho de que el viento al recorrer, tocar, oscilar, en los bordes de las cañas producen sonido. El pánico tiene relación con un instrumento: la flauta, cuando suena produce pánico. Conviene recordar que en ocasiones cuando alguien –sea del género que sea- tiene conductas o ideas o acciones no convencionales, o sea no sometidas a lo que le conviene al poder –la iglesia, el líder, el padre, el saber teórico-, en ese momento se le añaden etiquetas, una de ellas dice “Tiene los tornillos zafados” , “Se te zafo la chaveta”; “Esa es una deschavetada”, en esos calificativos no deja de aparecer la máquina, la fábrica de subjetividad.
El derecho a delirar, de…lirar
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