Seamos honestos. Si Elba Esther Gordillo quisiera de verdad presionar a Enrique Peña Nieto por la reforma educativa, lo haría hablando del fraude del primero de julio.
Material hay de sobra. Desde los acarreados del SNTE para un acto de Peña Nieto hasta la operación Agora para acarrear a las urnas y comprar votos.
Pero Gordillo no ha tocado esos temas. Es más; nisiquiera ha mencionado a Peña Nieto, como sí ha mencionado al PAN, al PRI y al PRD, partidos que aprobaron en el congreso la reforma edicativa.
Las amenazas de Elba Esther Gordillo de hacer "resistencia pacífica" entonces (que se limitan a volantear en fines de semana) en realidad son una advertencia al congreso para que sea ella quien controle al Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación.
Porque finalmente eso es lo que convendría: ser ella quien decida quien se queda y quien se va en el magisterio.
¿Quién se quedaría? Los achichincles de Elba Esther, desde luego. ¿Quién se iría? La disidencia magisterial que se opone a Elba Esther.
Pero eso quedó en entredicho al darle autonomía al INEE y hacer que la elección de los consejeros dependan del Senado, el cual es de mayoría de oposición y lo seguirá siendo hasta 2018.
La advertencia de Elba Esther es bastante light. Busca dejarle claro al PRI que si no hace lo que ella quiere, habrá problemas con el SNTE.
¿Y si el congreso no pela a Elba Esther y aprueba la iniciativa de todos modos? Entonces sí empezaremos a ver caballazos en serio.
Pero aún no ha llegado a ese punto. Elba Esther, despúes de todo, es aliada de Peña Nieto.
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