Cuando comenzó el #YoSoy132 una de las banderas del movimiento fue el de “la democratización de los medios de comunicación”. Hartos de la burda y obvia campaña política a favor de Enrique Peña Nieto, los jóvenes exigieron democratizar los medios de comunicación, para que de esta forma la ciudadanía obtenga información veraz, contextualizada y no manipulada.
Sin embargo, a veces me pregunto si realmente aquellos miles de jóvenes que salieron a las calles a protestar sabían lo que significa “democratizar los medios de comunicación”, yo llegué a dudarlo.
Antes de comenzar bien con el tema, hay que aclarar que en este 2012 no es la primera vez que en México se habla de la democratización de los medios. El candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador viene proponiéndolo al menos desde su primer candidatura a la presidencia, en el 2006.
Ya conocemos la historia del proceso electoral del 2006, recordamos a los “líderes de opinión” como Joaquín López Dóriga, Adela Micha y demás fauna silvestre atacando con todo a Amlo y al candidato de la derecha, Felipe Calderón no lo tocaban pero ni con el pétalo de una rosa, el resultado de eso fue un fraude electoral y mediático… Allí conocimos la importancia que tiene lograr democratizar los medios en este país.
En México, la televisión pertenece en un 90% a empresas que son controladas por unas cuantas manos. No se cumple el mandato constitucional de garantizar el derecho a la información y acceso democrático a los medios de comunicación porque son unos cuantos los que no lo permiten. En este país prácticamente no existe la televisión pública.
Entonces, no se puede hablar de medios democratizados, cuando son unos pocos empresarios los dueños de estos medios, a eso súmenle su alianza con la derecha mexicana, manipulan la información y engañan a la gente para de esta forma evitar perder el poder que han tenido siempre.
¿Qué es democratizar los medios de comunicación?
Vayamos a un caso concreto: Ecuador. En ese país sudamericano, el presidente Rafael Correa, antes de su llegada al poder, la televisión pertenecía casi en su mayoría a banqueros, los cuales le han hecho mucho daño a ese país, en los 90s por ejemplo, provocaron una fuerte crisis financiera, pero como eran los dueños de los medios, nunca eran criticados en televisión.
Rafael Correa, ya en el poder, mandó una iniciativa al Congreso ecuatoriano para reformar la ley de comunicación. El objetivo de esta reforma es repartir el espectro radioeléctrico en tres partes: La primera sería repartida a los particulares, es decir televisión privada; la segunda sería para propiedad pública, es decir que el gobierno federal y los gobiernos locales puedan tener acceso a la televisión; y la última parte sería para televisión comunitaria.
Eso es democratizar los medios, quitarle el enorme poder mediático que siempre han tenido a las grandes cadenas de televisión para ofrecerles espacios a los demás actores de la sociedad y permitir el acceso a la información y el derecho a la libertad de expresión.
Sin embargo, en Ecuador, como en México, los consorcios mediáticos, cuentan con representantes en ese congreso y se han encargado de no permitir que sea aprobada para no afectar los intereses de este grupo. Las famosas “telebancadas” hacen de las suyas en estos dos países.
Pero ese es el camino que debe seguir México, en pleno siglo XXI no puede ser posible que sean unas cuantas personas las dueñas de la información y hagan política para tratar de frenar los cambios en el país y perder el poder que siempre han tenido. Además de esto se deben establecer figuras como “el derecho de réplica”.
Esa es una de las grandes luchas que deben darse en México, la de democratizar los medios de comunicación, debe formarse un fuerte movimiento, amplio, que abarque a los estudiantes, los partidos de izquierda, los movimientos sociales y la sociedad civil en general que promuevan iniciativas como la que hay en Ecuador.
Por supuesto que los dueños de Televisa y TV Azteca no estarán contentos con esto, pero esa lucha debe darse, por el bien de México y la democracia (la poca que hay).
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