El día de hoy Javier Flores, científico mexicano, ha escrito esta columna en el periódico La Jornada: "La nueva política de ciencia y el fin de la dictadura". El autor deja en claro que en el territorio de las ciencias y de la ciencia se despliega, hoy, también una batalla para hacer frente al despeñadero de un sistema de exclusión. Flores expresa su opción: toma partido por las propuestas de Andrés Manuel López Obrador.
El texto de Javier Flores deja más en claro una de las opciones que el sistema de las familias revolucionarias instalo en el quehacer científico: "hacer como que se hacia ciencia".Hacer como que se hace no es lo mismo que hacer. Esta una de las batallas que pasaran por el día de las elecciones -1/07/2012-pero que más allá de sus resultados no se concluyen allí. Algo está en movimiento, lo imposible se puede realizar solo que tarde un poco más, a veces.
Aquí el texto de Javier
La nueva política de ciencia y el
fin de la dictadura
Javier Flores
Hace algunos meses participé en
un encuentro internacional realizado en Tenerife, España, que se tituló: Ciencia,
entre la democracia y la dictadura, en el que especialistas de diversos
países examinaron el impacto de los regímenes dictatoriales –en particular del
nazismo, el franquismo y algunas dictaduras latinoamericanas– sobre el
desarrollo de la ciencia y la tecnología en naciones de Europa, España y
América Latina. Los datos presentados daban cuenta del daño causado por los
gobiernos impuestos, que se tradujeron en la persecución de científicos,
algunos de los cuales fueron encarcelados o privados de la vida, el cierre de
universidades, la emigración de talentos y el retroceso o estancamiento de los
sistemas científicos, que les ha llevado varias décadas superar.
Me tocó hablar del caso de México.
Debo confesar que el tema me resultó muy difícil, pues, considerando la etapa
posrevolucionaria, en nuestro país no se puede hablar propiamente de dictaduras
de corte semejante a las encabezadas por Adolfo Hitler, Francisco Franco, Juan
Carlos Onganía o Augusto Pinochet. Es más, mis resultados apuntaban a describir
un efecto paradójico de esas dictaduras sobre la ciencia mexicana, pues si bien
en Alemania, España, Argentina y Chile el daño que se produjo a la ciencia fue
tremendo, nuestro país, en cierto modo, resultó beneficiado de las mismas.
Explico por qué:
La emigración de talentos
producida por el nazismo en Alemania y otras naciones europeas bajo su
jurisdicción permitió la llegada a América y, en particular, a México de
investigadores muy talentosos, como los que desarrollaron en nuestro país, en
ese entonces, el núcleo más importante de la investigación para la síntesis de
hormonas esteroides en el mundo.
La expulsión de científicos
producto del franquismo, combinada con una política visionaria del general
Lázaro Cárdenas, permitió la llegada y asimilación a México de especialistas de
primer nivel que contribuyeron al desarrollo de la ciencia en nuestro país,
cuya huella sigue siendo enorme. Las dictaduras militares en Argentina y Chile
se tradujeron también en la incorporación de destacados científicos de esas
naciones a las instituciones educativas y científicas mexicanas.
Entonces surge la pregunta de por
qué, a pesar de que las dictaduras señaladas trajeron a nuestro país esos
beneficios, México hoy tiene un desarrollo científico y tecnológico por debajo
del que actualmente ostentan Alemania, Austria, España, Argentina o Chile, que
las sufrieron en carne propia. ¿Cómo es posible que dentro de un desarrollo
supuestamente democrático podamos estar peor en la ciencia y la tecnología que
quienes padecieron esos regímenes autoritarios?
Para responder a esa pregunta
habría que considerar una imagen que tiene dos componentes. La primera: a) baja
inversión en ciencia y tecnología, tanto pública como privada; b) escaso número
de científicos, producción limitada de nuevos investigadores y carencia de
instituciones y puestos de trabajo para absorberlos, y c) consecuentemente, una
pobre producción científica (aunque de calidad) y una casi inexistente actividad
de innovación y registro de patentes.
El segundo componente es la
asfixiante dependencia científica y tecnológica de México frente al exterior,
que queda ilustrada por la balanza de pagos tecnológica, siempre con valores
negativos y que en 2007 alcanzó mil 389 millones de dólares.
Se trata de una combinación de
elementos que muestra con claridad un modelo de desarrollo científico seguido
por México no por casualidad, sino de forma deliberada, dentro de regímenes
supuestamente democráticos. Pobreza científica y entrega de nuestro país a
intereses extranjeros, especialmente a Estados Unidos, nuestro principal socio
comercial.
No queda más remedio que
coincidir con Mario Vargas Llosa en su célebre declaración en la que definió a
México, más que como una nación democrática, como una dictadura perfecta que ha
resultado objetivamente más nociva para la ciencia y la tecnología que el
nazismo, el franquismo o cualquiera de las dictaduras latinoamericanas a las
que me he referido.
Este modelo, que combina el estancamiento
científico con el incremento de la dependencia, es el que han impulsado los
gobiernos de los partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional. La
única opción que hoy se tiene para acabar con esta dictadura es, en mi opinión,
el programa de ciencia, tecnología e innovación del Movimiento Progesista que
encabeza Andrés Manuel López Obrador, cuyo diagnóstico y puntos programáticos
pueden consultarse en: educacion,
ciencia y desarrollo
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