Estoy en absoluto desacuerdo con quienes, instalados en la homofobia más decadente y trasnochada, critican a Peña Nieto por la presunta relación homosexual que habría sostenido con un profesor del Estado de México, y que hace apenas unos días comenzó a ventilarse en redes sociales. No me parece que la preferencia sexual de nadie sea un argumento para descalificar no ya a un candidato, sino a cualquier ser humano. En todo caso lo criticable del asunto que ha salido a la luz es la presunta agresión ordenada por EPN para "acallar" al quejoso, crimen que desde luego debería investigarse.
Lo anterior viene a cuento porque así como deploro que se utilicen las preferencias sexuales de otros para atacarlos, también repudio que haya quienes, desde la falsa trinchera de la "diversidad sexual" se comporten de manera aún más radical, excluyente y discriminatoria, y todavía pretendan que los demás acepten sin chistar su comportamiento agresivo. Vamos, actúan de manera similar a los judíos sionistas, quienes cometen toda clase de atropellos y carnicerías contra el pueblo palestino, pero que en cuanto alguien les reclama su proceder delictivo, reaccionan virulentamente, rasgándose las vestiduras y acusando de "antisemitismo" a todos aquellos que los cuestionan. El gustado rol de las eternas víctimas, de quienes les gusta hacer, pero no que les hagan.
En la columna que periódicamente publica en el diario Milenio, el escritor Luis González de Alba arremete contra Andrés Manuel López Obrador, utilizando para ello los mismos argumentos idiotas que la derecha ha venido esgrimiendo desde los tiempos del desafuero (2005), y que lo único que evidencian es el desprecio absoluto por el debate civilizado, y el amor por el madrazo descontonero; el "calumnia, que algo queda", en esta ocasión con el aval y el prestigio de González de Alba, otrora intelectual de izquierda y hoy, eximia momia conservadora.
Los "argumentos" de Luis González de Alba para promover el voto ANTI.-Peje se resumen así:
1. "¡Bejarano!"
2. "¡Ponce!"
3. "¡Segundos pisos!"
4. "¡Ex-priìsta!"
5. "¡Bejarano!"
...y asì hasta la náusea.
Alguna vez, escribiendo para el desaparecido Sendero del Peje, publiqué un artículo cuestionando a González de Alba por su postura hipócrita de exigir respeto y tolerancia, cuando él mismo es el ejemplo más acabado del fundamentalista cínico que no debate, ataca:; que no dialoga, avasalla; que no respeta, insulta; y que no tolera, sino que discrimina. "Fundamentalista arcoiris", lo llamé. Por supuesto, eso bastó para que González de Alba, cual señora rica ofendida, clamara al cielo que lo estaba "atacando" por ser gay, y me llamara "homofóbico", que para los fundamentalistas rosas es un mantra equivalente al "antisemita" que los judíos le endilgan a todos sus enemigos.
No, yo no "ataco" a Luis González de Alba por ser homosexual. A mí personalmente me vale gorro si se la come doblada o erguida. No me interesa si Luis González de Alba votará por Peña Nieto porque siente que se le hace agua el culo cada que lo ve en los miles de espectaculares por todo el país. Me importa poco si González de Alba está ardido con AMLO porque éste nunca lo peló, ni cuando fue jefe de gobierno del DF ni después. Me vale madre, en suma, si el odio y el resentimiento de González de Alba hacia la izquierda pejista es una cuestión de estrógenos y otras hormonas, o de simple bilis.
Lo que sí cuestiono y sí critico de González de Alba es que siga vendiéndose como la "vaca sagrada" del 68, cuando su "importante contribución" al movimiento estudiantil fue ser tan pendejo para dejarse atrapar y pasar unos meses entambado, y posteriormente lucrar el resto de su vida con ese episodio.
Lo que critico de Luis González de Alba es su papel de eterno vividor de glorias e ideales pasados, ideales que por cierto traicionó cuando se vendió a la derecha, sin tener los huevos (nada tiene que ver aquí la homosexualidad) de asumirlo, sino por el contrario, siguiendo disfrazado, travestido, de izquierdista progre.
Lo que repudio de Luis González de Alba no es si le gusta bajarse por los chescos o ponerse en cuatro; sino que insista en seguirse presentando como lo que no es: un intelectual de izquierda, pensante, cuando en realidad es una cotorra gruñona y ardida a quien cada vez menos le creen sus parloteos.
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