miércoles, 14 de marzo de 2012

Reseña de la Visita de AMLO a la Universidad Iberoamericana en Puebla

Nota: fotos y reseña escrita por los compañeros Momis y Luar Alvarez Moreno, integrantes del Frente en Defensa de la Patria

Para quien ha seguido la trayectoria de Andrés Manuel López Obrador en los últimos 6 años y para quien no, lo expuesto por el candidato de las izquierdas en la Universidad Iberoamericana en Puebla el día de ayer resultó un magistral compendio de los 50 puntos de su proyecto alternativo de nación, y al tratarse de un acto académico, seguramente abundarán las reseñas acerca del contenido de su discurso. Pero ¿qué se hablaba del discurso en la tribuna? ¿Cuáles fueron las reacciones de la gente? Ésta es una narración objetiva a pie de foto de lo acontecido entre el público durante el evento.  
Media hora antes del arribo de AMLO, las gradas laterales y la sección central estaban totalmente llenas. Un grupo de alumnos de la universidad anfitriona, impecablemente trajeados, se quejaban de haber sido retirados de la primera fila a pesar de haber llegado con una hora de anticipación. Se escuchaban comparaciones con la toma de protesta de Vázquez Mota: aquí no había lunches, ni pase de lista a la gente bajando de los camiones. El agua y las galletas se adquirían a $6 en las máquinas expendedoras de los pasillos aledaños al auditorio.
Un tumulto avanza desde la puerta... "¿ya llegó? ¿ya llegó?" es la pregunta que se dispersa por el graderío. La chica con la única pancarta del evento se pone de pie y hace hablar su cartulina: "¡Sufragio efectivo, no reelección del presidente legítimo!". Este celular le toma una foto que se vuelve incomprensible cuando se sienta abruptamente al darse cuenta de que quien llega es Manuel Barttlet escoltado por Ortiz Pinchetti y un séquito de besamanos. El murmullo de decepción es generalizado. "Por ése nos quitaron el lugar" explica uno de los jóvenes de traje a los simpatizantes de Morena alrededor de él, a través de la charla con sus compañeros. "Si eso hacen ahorita, imagínate en el gobierno", insiste con mordacidad. Los Morenos tragan en silencio el amargo sapo mientras Barttlet Díaz revive las viejas glorias que aún puede pagar.
El último en tomar su asiento en primera fila es el propio Manuel Barttlet. Se multiplican los abrazos, la petición de fotos. Algunos, varios, hacen alusión al olor de siempre del PRI y a esta careta que ya no es nueva. "Pero el hijo y el cuñado nos dijeron que si no nos gusta, que muchas gracias por los 5 años de trabajo, pero que la puerta está muy ancha" se lamenta una coordinadora del movimiento en la zona metropolitana. "Ni hablar, todo sea por mi Peje". Recuerda cabizbaja aquellos días en que en los mítines en el zócalo poblano la gente cedía espontánea los asientos delanteros a las personas de la tercera edad, a los discapacitados y a las futuras madres, mientras la propia gente del movimiento prestaba su brazo para escoltarles. Hoy esos brazos se han convertido en vallas humanas para defender los lugares de la gente que ahora resulta más importante.
El auditorio se llena en su totalidad. Gente retrasada, de pie, comienza a llenar los pasillos de ingreso unos segundos antes de alzar las manos y gritar junto con la mayoría del público: "Presidente, Presidente, Presidente". El del traje se molesta: "Esto es lo que no me gusta... ¿por qué presidente? Si ya es presidente pues que no compita de nuevo, ¿no que sufragio efectivo?". La fotógrafa no aguanta, voltea y dice antes de correr hacia AMLO: "Si hubiera habido sufragio efectivo...". Su acompañante la secunda: "A mí esto es lo que no me gusta: jóvenes con estudios, con acceso a toda la información que quieran, que no distinguen entre la legitimidad y la legalidad y se dejan conducir por la opinión implantada por uno de los merolicos de Televisa o de Milenio". El joven titubea, e intenta buscar una tangente para serenar la confusión de ideas: "¿No se escucha nada por los gritos, verdad?", le dice a los compañeros. Escuchó... y pensó.
Dan comienzo las formalidades, se presenta a los invitados. La tremenda ovación para López Obrador contrasta con la rechifla recibida por Barttlet de parte de propios y extraños: "¡Fuera!, ¡No te queremos!", "¡Fiu, fiu, fiu, fiu, fiu!". Los de traje y los de las camisetas de Morena, coinciden. La BUAP se menciona: la mitad de los estudiantes responden con gritos de júbilo. "Trae porra la BUAP" dice el presentador. AMLO toma el micrófono, celebra la pluralidad de la Universidad Iberoamericana, agradece la invitación y se dice doblemente gustoso por exponer sus tesis en el Alma Mater de su compañera, quien se lleva también una calurosa bienvenida por parte de la audiencia. Trajes y camisetas vuelve a coincidir mientras la Sra. Gutiérrez Müller levanta los brazos contenta. Ninguno de los grupos lo había notado: pueden estar viendo a la próxima primera dama del país. "Pues mejor ella que la Gaviota" se escucha decir a alguien en un murmullo. El discurso comienza. Muchos se sientan en el piso para no distraer la atención con el cansancio. Los jóvenes estudiantes escuchan, toman notas. Las camisetas asienten, aplauden. Los trajes disienten murmurando. Se establece un diálogo indirecto entre los comentarios al margen de unos y otros. Se explican contextos, se plantean ideologías, se hacen notar diferencias y coincidencias. Hay puntos que no se pueden rebatir. Hay puntos que se deben aclarar con muchos 'cómos' y no tantos 'porqués'. Las camisetas van pensando en ayudar a un pueblo con hambre. Los trajes buscan ayudarse a ellos mismos, y la propuesta no les convence: no ganan nada. Al menos hay algo del diálogo indirecto que reconocen con respetuoso silencio: no hay apuntadores, ni teleprompters, ni notas en un fólder, sólo la claridad de ideas que da la convicción en lo que se habla.
AMLO concluye. Comienza la sesión de preguntas, que se hacen a través de hojas de papel depositadas en urnas transparentes, y los chicos del "staff" se ven algo desorganizados ante la avalancha de comentarios, perdiendo mucho tiempo. La gente quiere el micrófono. No lo dan. La negativa se presta a suspicacias. La gente comienza a irse. "A ver si no le pasa lo que a Josefina" dice una chica en el grupo de trajes. "Nada más que a aquellos les pagaron para ir", revira otra voz femenina. De las 6 mil personas que abarrotaban el lugar según la estimación más conservadora del calculista, algo más de 4300 se quedaron a escuchar las respuestas media hora después. La mayoría de los que abandonaron eran estudiantes de la propia universidad Iberoamericana. Valió la pena la espera. Las suspicacias se despejan cuando las urnas abiertas se presentan ante el orador en su totalidad después de revolver los papeles. El ejercicio puede ser una buena encuesta entre los asistentes: las preguntas que más inquieten a la audiencia serán las que responda el candidato, quien aclara que no se trata de un acto proselitista sino académico, cuando saca el primer cuestionamiento que le pedía hablar de los otros candidatos. "Yo los respeto mucho", se limita. "¿Qué opina de la inclusión de Barttlet como candidato por el Senado? ¿No son sus prácticas priístas con lo que usted quiere acabar?" La concurrencia aplaude la pregunta leida por el propio Andrés Manuel, que responde un poco tangencialmente: "Bueno, eso lo va a responder la gente en las urnas el 2 de julio. Así es la democracia, y eso lo van a decidir aquí en Puebla". Quienes esperaban un desmarcamiento claro proyectaron su frustración en una nueva silbatina en contra del aludido. Con el paso de las horas, alguien llegó a pensar que existe un mensaje oculto muy inteligentemente en la respuesta: sin decir ni sí ni no, le cedió la decisión a los poblanos.
El evento termina. Los trajes se marchan. Saben en el fondo que el expositor tiene la razón, que su postura económica es la mejor opción para México, pero ellos no votarán por él: no es la mejor opción económica para ellos. Los morenos de las gradas corren hacia el tumulto para despedir a AMLO, y una renovada maldición les escapa de los labios: "¿otra vez tú? ¡ya vete a la chingada!", mientras ven a Barttlet posando una efusiva demostración de afecto al millonario textoservidor local, Jesús Manuel Hernández. Ninguno se inmuta, pues peores cosas han oído de sí mismos en su añeja profesión.
La orientación birlada mediante las viejas tácticas del reflector vuelve a ser recuperada por los morenos, quienes escoltan a López Obrador hasta su camioneta y le despiden entre vítores y el infaltable "¡Presidente, Presidente!". Muchos chicos de la Ibero, curiosos, acompañan a la espontánea comitiva. No les resulta familiar esa demostración de afecto y de apoyo sin ningún pago. Los muchachos de la Benemérita le suplican a voz en cuello: "¡Presidente, te esperamos en la BUAP, Presidente! ¡Visítanos!". Sus profesores asienten con aplausos. Alguna chica anfitriona excusa a la candidata del PAN con su novio, tratando de encontrar la explicación a su fallida toma de protesta: "es que el error de Josefina fue la organización...". Un moreno maloso la ataja al vuelo: "lo que le falló fue que le pasaron lista a sus acarreados a la llegada al estadio y no a la salida". La camioneta se va y se lleva en ella las esperanzas y las dudas de todos esos poblanos que la rodean. Unos se quedan en su universidad y se dispersan en los jardines, continuando con sus vidas resueltas. Los demás, los más, se sumergen en sus propias cavilaciones mientras avanzan a la puerta principal de la Ibero. Algunos deducen en voz alta que "esto del Barttlet es porque deben tener agarrado a alguien de su familia de los waffles; a él no, porque lo han amenazado ya muchas veces, desde antes de ser importante, y no se ha rajado nunca...". Todos, absolutamente todos, votarán por AMLO. Están con él, con los pobres. El destino de Barttlet en el movimiento, como se dijo en la conferencia, se escribirá hasta el próximo 2 de julio, pero se ha decidido hoy. Aquí los camiones no esperan a nadie: hay que lanzar un silbido y correr para alcanzarlos.



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