A raíz de las reformas educativas de 1992-1993 y con mayor énfasis desde el triunfo del PAN en las elecciones de 2000, ha estado de moda denostar lo que ha dado en llamarse “historia oficial”. No defenderé yo la antigua versión priísta de nuestro pasado, pero sin duda, los desaforados ataques que ha recibido han hecho cada vez más precaria la enseñanza de la historia, debilitando nuestras consciencias.
A la moda del denuesto siguió inmediatamente después la de los “desmitificadores”, que como adolescentes tardíos y repitiendo frases y argumentos de Francisco Bulnes y José Vasconcelos, se lanzaron a “desmitificar” y “desacralizar” la historia de México, vaciándola de contenido y tratando de construir una nueva versión en lugar de la anterior, como si todo el conocimiento histórico se redujese l de los programas de la SEP y los libros de texto… quizá porque algunos de estos “desmitificadores” no habían leído más libros de historia que esos.
De ese modo, sin ningún respeto por el conocimiento histórico, sin distinguir la diferencia entre el hecho y su interpretación (entre la heurística y la hermenéutica), escaso manejo de fuentes y nula crítica de las mismas (herramientas elementales del quehacer histórico), han escrito pilas de libros y toneladas de artículos periodísticos y guiones de radio y televisión (es fácil escribir historia sin investigar: basta con aferrarse a ideas preconcebidas y bordar sobre ellas), construyendo esta otra historia, casi siempre con intereses políticos explícitos e inmediatos.
Los historiadores profesionales hemos dejado pasar estas falsificaciones, pero creo que ha llegado el momento de enfrentarlas: autores como Armando Fuentes Aguirre “Catón”, José Manuel Villalpando, Luis Pazos, Macario Schettino y otros, son cada vez más leídos y tienen un impacto creciente en la sociedad, y me parece que es tiempo de exhibirlos públicamente como lo que son: falsarios. Hoy toca el turno de Juan Miguel Zunzúnegui.
En efecto. Un artículo de su autoría, que ha circulado profusamente por las redes sociales, es muestra justa y precisa de lo que afirmo: en “Masiosare un extraño enemigo”, Zunzúnegui usa la historia para denostar a los críticos del licenciado Felipe Calderón Hinojosa, con el burdo e insostenible argumento de que los mexicanos somos nuestros peores enemigos, para lo cual, baja a la historia y en dos párrafos ejemplares asient media docena de mentiras y solemnes tonterías. Veámoslos
“Nuestro primer presidente, Guadalupe Victoria, encontró a su peor enemigo en su vicepresidente, Vicente Guerrero, quien al llegar a la presidencia encontró a su peor enemigo en su vicepresidente, Anastasio Bustamante. Otros grandes antagonistas fueron Benito Juárez y Valentín Gómez Farías, siempre que fueron fórmula de gobierno”.
Digamos que el vicepresidente del general Victoria fue el general Nicolás Bravo y no Guerrero, y que en las dos primeras elecciones presidenciales (1824 y 1828) se aplicó una norma constitucional de funestas consecuencias –que hacía vicepresidente a quien hubiera quedado en segundo lugar en las elecciones presidenciales- que ya no se aplicó en las terceras, en las que fue electa la fórmula de Antonio López de Santa Anna para presidente y Valentín Gómez Farías para vicepresidente. En efecto, cuando Gómez Farías ejerció como presidente 8en 1833-1834 y en 1847), lo hizo como vicepresidente en funciones de presidente, habiendo llegado al cargo como compañero de fórmula de Santa Anna, nunca de don Benito Juárez, quien nunca antagonizó con don Valentín, al contrario.
Veamos el segundo párrafo, quizá más torpe –si es posible- que el anterior:
“El proyecto de Guerrero era quitar a Victoria, el proyecto de Bustamante era quitar a Guerrero; el proyecto de Santa Anna era quitar al que estuviera; el de Juárez fue quitar a Santa Anna y el de Díaz quitar a Juárez. Madero tuvo un proyecto: quitar a Díaz; Obregón quitar a Carranza y Calles quitar a Obregón. El proyecto de Fox era quitar al PRI... El proyecto del ciudadano López es quitar a Calderón.”
Reducir el proyecto de Madero a quitar a Díaz es tomar el rábano por las hojas; lo mismo que decir que ese era el proyecto de Juárez (quién, en realidad, llegó a la presidencia tres años después de la caída de Santa Anna, después de Juan Álvarez e Ignacio Comonfort). Guerrero no fue enemigo de Victoria ni compitió contra él. El proyecto de López Obrador no es quitar a Calderón: afortunadamente, ese señor está obligado a entregar la banda presidencial el 1º de diciembre, ocurra lo que ocurra. En ningún lado he escuchado que se vaya a ir antes.
Si un político o un abogado mintiera con este descaro, se le atacaría de inmediato; incluso, se podría recurrir a los tribunales. Los personajes históricos, en cambio, están indefensos... ¿o lo estaban?
http://mexinacote.blogspot.com/2009/03/masiosare-un-extrano-enemigo-ensayo.html
http://www.myspace.com/luisthrash/blog/414850929
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