Por: Mar Morales
Con cara sonriente, visiblemente nerviosa y a la vez desafiante, Josefina Vázquez Mota se proclamó como virtual candidata del PAN en la contienda por la presidencia de la República.
Muy al estilo panista, Josefina dijo mucho y propuso poco. Alabó las virtudes de la familia, prometió cuidar a nuestros hijos como lo ha hecho con los suyos, se le quebró la voz, la levantó, alzó la mirada, se refirió a Enrique Peña Nieto como su único adversario, agradeció a Calderón y a su esposa, a los panistas y casi olvidó mencionar al que vende los chicles en el puesto de la esquina. Pero no dijo nada que nos importara un comino.
Su propuesta de cuidar a las familias queda descartada de facto al abanderar un partido que ha cobrado la vida de más de sesenta mil personas. Bajo esa tónica nadie le compra un discurso trillado, sentimentaloide, más acorde a un cierre del Teletón que de una arenga política.
Con varias cuentas pendientes, la más reciente el desvío de recursos para apoyar a la Sierra Tarahumara cuando estuvo al frente de la Sedesol, sin dejar de contar el desastre en la SEP, sus ligas con Elba Esther y sus múltiples faltas a las sesiones en la Cámara de Diputados, Vázquez Mota se llena la boca al decir que arrasará en la contienda y dejará atrás al PRI. Se le olvida a la señora de la casa que Andrés Manuel López Obrador también está en busca de la presidencia, y que su credibilidad y muestras de apoyo cada día van en aumento. No lo menciona, quizá, porque adolece del mismo mal que el ranchero Fox, cuya fijación enfermiza por sacar al tricolor de la jugada adormeció a las multitudes y el resultado del desastre nacional que ha dejado el PAN parece no tener fin.
La faramalla de la contienda interna del blanquiazul no podía tener un mejor cierre con el discurso de Josefina, quien reflejaba en su rostro no la sorpresa de quien lucha por algo y al final lo obtiene. Más bien su mirada decía a media luz: “me los chingué y ya verán lo que les toca”. Se burlaba abiertamente del acarreo descarado y la repartidera de despensas, cuya noticia inundó los medios nacionales y fue denunciado abiertamente en redes sociales. A Chepina esto no le importó. Cualquiera, con un mínimo de pudor, se baja del banquito y ofrece una disculpa por “ganar” en medio de ese cochinero.
Pero Josefina nos desafió. Con mirada retadora, burlona amenazó con llevar por tercera vez al PAN a la silla grande. Y entonces sí, sálvese quien pueda.
La mayor carta que tiene Chepina es usar su condición de mujer. Ya la veremos lloriqueando en los mítines, diciendo que “mueve las almas”, que es una madre ejemplar. Y agárrense porque se dice “defensora de la vida”, antiabortista y muy creyente. Lo peor: es la candidata que impuso el asesino mayor que México ha tenido, Felipe Calderón, y a quien prometió continuar con su política antinarco.
Así las cosas, olvídense de tener un avance en cuanto a justicia social en nuestro país. Veremos, si llega a cumplir su amenaza de llegar al poder, más activistas perseguidos y asesinados, a mujeres, ellas sí que luchan, como Norma Andrade, con el alma en vilo por no saber si morirá o sobrevivirá, a padres y madres como los deudos de la Guardería ABC, que ven transcurrir sus días con impotencia y rabia de saber que perdieron a sus criaturas por culpa de la impunidad panista.
Me quedo con la reflexión si esa voz quebrada, ese nerviosismo con el que abrió su discurso no era el típico de una mujer histérica, que en lugar de tirarse al suelo o aventarle los platos al marido prefirió sonreír forzadamente y mirar desafiante a quienes tendrán, desde su óptica, que rendirle tributo por el simple hecho de ser mujer. No creo equivocarme. El tiempo lo dirá.
@Mar_Morales_
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