Presento aquí el comentario efectuado por Mariano Kairuz sobre el filme The Ides of March, título que ha sido pasado al castellano como Secretos de Estado. El comentario de Kairuz descansa en una constatación: la decepción que provoca la política como espectáculo –quizás, en varios la única política que hoy se vive como experiencia. Esa decepción es la consecuencia de la frustración que provoca una promesa no cumplida, promesa en la cual se había depositado no sólo la confianza, sino también se había considero que el agente de la misma tenía las condiciones para cumplirlas. Es algo como decir al menos hay uno que puede hacer esas cosas. A la decepción el filme le añade un FIN (The End) de una vida: Molly, una de las protagonistas que muestra y hace el performance de un estilo de vida: Una chica cuya característica principal hasta ahora se ha jugado casi siempre entre el candor, la ingenuidad, cierta frescura juvenil que parece destinada a durar para siempre, y una precocidad rabiosa, la insinuación sexual, el riesgo. Esa vida llega a su fin, Molly se suicida.
El filme dirigido por George Clooney permite observar cómo el espectáculo de la política conserva un fragmento de la antigua política, la paranoización como método: él hace esto para que yo mueva mis piezas de tal manera para luego producir un daño y conducirme hacia un fracaso. El otro quiere su pellejo. A ese ingrediente, se añade el fin de una forma de vivir una vida, un fin que no es ajeno a esa experiencia.
El fin de la vida de una joven a Mariano Kairuz le permite pensar el fin de la infancia. Aquí el “fin” no es solo pasar de la infancia hacia la adolescencia, se trata del fin de la infancia. Veamos cuáles son las consecuencias de otro orden con un horizonte compartido que el psicoanálisis localiza en los decires de quienes asisten y sostienen un análisis (tenga la edad que tengan). Se trata de la infancia generalizada, algo así, como que todos son infantes, no hay quienes no sean infantes. En este sentido conviene recordar un fragmento de André Malraux en Antimemorias, allí un sacerdote testimonia que por su práctica: “He acabado por creer, vea usted, al declinar mi vida, le dice, que los adultos no existen”. Jacques Lacan toma nota de en Discurso de clausura de las jornadas sobre psicosis infantil (los lecto@es disponen en este blog http://www.escucharte.info/de una versión de ese discurso).
Si hay un estado de infancia generalizada –Todos son infantes- y no aparecen algunas excepciones –Existen algunos que no son infantes-, si el tema fuese así expuesto respecto de la infancia y de la vida política queda abierta una expectativa de regresar a un momento en que alguien pone orden en las cosas, sería a la manera de Dios, o de un amo o de un padre que ordena: Estos son infantes, estos son adultos. Se sabe en la vida amorosa, en la vida política y en la historia que esa orden del amo ( del líder, del jefe moral o no, de tal cual movimiento o de tal cual color) ha conducido a lo peor. Llama la atención de un hecho al dirigente político, al líder de un partido o de un movimiento se le tolera “Todo”- él es una excepción-, salvo ante un pequeño detalle: en el mundo anglosajón, en los EEUU, ese todo tiene una restricción, no puede ejercer su vida erótica con una joven que puede ser considerada por la ley como menor o indefensa o inocente, si el amo hace eso y es “descubierto” su vida de amo político está concluída. ¿A qué se debe? ¿Qué anuncia eso para la vida erótica de la política o para una política erótica? (leer el texto integro en http://www.escucharte.info )
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