Por María Jimena Duzán | Revista Semana (Colombia)
Decir que Uribe negoció con el narcotráfico y que por eso se redujo la violencia durante su primer cuatrienio es una blasfemia en México
(Enrique Peña Nieto) ...le dijo a Silvana Paternostro, una periodista colombiana que le hizo un perfil, que si él llegaba al poder en México, no quería ser como Lula ni como Clinton, sino como Uribe.
Desde que los mexicanos
decidieron montarse en la tesis de que Colombia logró acabar con el
narcotráfico, con la guerrilla y con los paramilitares, y se les dio por
decir que a partir de entonces vivimos en un remanso de paz, rodeados
por el progreso y la concordia, andan buscando un nirvana que no existe.
La percepción de que fue Uribe el que luchó contra el narcotráfico hasta acabarlo está tan arraigada entre los poderosos empresarios y políticos mexicanos que hasta la ha acuñado en su imaginario un político como Enrique Peña Nieto, quien va a ser elegido próximamente candidato presidencial por el PRI y de quien se dice podría ser el próximo presidente de México. Hace poco él le dijo a Silvana Paternostro, una periodista colombiana que le hizo un perfil, que si él llegaba al poder en México, no quería ser como Lula ni como Clinton, sino como Uribe.
Las cosas se le complican a uno cuando se les riposta y se intenta dañar su Shangri-La. "Uribe sí logró reducir los índices de violencia -me atreví a responderle a un amigo mexicano que es priista y admirador furibundo del presidente Uribe-. Pero eso no lo consiguió a través de la fuerza, como ustedes creen en México, sino porque negoció con el narcotráfico en Ralito. En ese momento, los jefes de los narcoparamilites que allí se concentraron significaban el 70 por ciento del negocio del narcotráfico del país", le advertí. Y de paso, le aclaré que de no haber sido por las ONG internacionales, el Congreso colombiano habría aprobado una ley de justicia y paz en la que a los narcotraficantes se les habrían perdonado sus crímenes sin necesidad de que los confesaran, ni entregaran sus bienes, ni reparan a las víctimas.
Decir que Uribe negoció con el narcotráfico y que por eso se redujo la violencia en Colombia durante su primer cuatrienio es una blasfemia en México. Como también lo es decir que la nueva mafia, a pesar de que ya no mata como antes, ha logrado penetrar al Estado colombiano sin mayor resistencia, hasta llegar a legalizarse.
Lo cierto es que después de miles de conversaciones como estas, he tomado la decisión de desistir en el intento por hacerles ver a los mexicanos lo poco que saben de nosotros y lo desatinadas que resultan sus alabanzas. Por respeto a su tragedia, no les voy a seguir cuestionando su insistencia en mantener a Colombia como su Shangri-La. Así de envainados como andan -todos los días los mexicanos se levantan con la noticia de una nueva matanza en Guadalajara o en Monterrey-, es probable que necesiten aferrarse a cualquier salvavidas, así esté medio desinflado.
Es más: si quieren, les mandamos a Uribe y a su trinca una temporadita para que se aireen comiendo enchiladas en vez de arepas. Aquí, en la Colombia real, no se le ve muy a gusto: su gobierno ha quedado reducido a sus justas proporciones y, salpicado por tremendos escándalos de corrupción, ha ido quedando al desnudo ante la opinión pública. Y si quiere volver a recordar sus días de gloria, le toca ir a donde nadie sepa esto.
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