Pasando desde la risa, hasta el asombro o la indignación, el aspirante a la presidencia por el PRI, nos ha traído durante días al pendiente de sus declaraciones. No porque tenga las grandes propuestas, sino por su ignorancia, poco manejo de la oratoria, su incapacidad para responder en forma coherente una entrevista realizada por el diario español El País y titubear respecto al monto del salario mínimo de un trabajador mexicano, o el precio de la tortilla, a lo que respondió, en tono orgulloso diciendo que no lo sabía, porque no “era la señora de la casa”.
Lo grave no es lo que el señor diga, lo que nos asusta de sus declaraciones y resbalones parecen tener sin cuidado a todo aquel que le apuesta al acarreo y prácticas sucias de que se ha valido durante años el ahora partido de oposición, empeñado en regresar al poder y darle un tapón de boca a quien supuso que su regreso a Los Pinos era imposible.
Los votos comprometidos de sindicatos simpatizantes, entre ellos el del magisterio, con “doña Perpetua” al frente son sólo un ejemplo de que al “nuevo PRI” le vienen flojos las tonterías que el “niño consentido” de Televisa haga en cuanto lugar se pare. A esto debemos sumarle otros factores: la comparsa mediática de títeres que aplauden, o al menos justifican lo que Peña Nieto dice, el hartazgo de aquellos que le dieron su voto al partido blanquiazul, el intercambio de votos por despensas y las fobias gratuitas e irracionales de los opositores a cualquier propuesta que venga de la izquierda. Todos estos puntos son importantes para que la confianza de los impulsores del regreso del PRI a la silla presidencial crezca y se haga permisible la burla y hasta la ofensa a los posibles votantes mediante el uso de las redes sociales, como sucedió en días pasados cuando la hija del ex gobernador del Estado de México retuiteó un “saludo a los proles y pendejos” en su cuenta de twitter.
Pero lo que no debe pasarse de largo son las declaraciones, esas sí en tono firme y con un dejo de posible venganza, que el señor Peña Nieto dijo respecto a que todos los escándalos o las burlas respecto a sus “resbalones” están orquestados desde la oposición. Decir algo así equivale a subestimar la inteligencia de usuarios de redes sociales, creyéndolos maniquíes o seres irracionales que sólo deben aplaudir la mediocridad de quien aspira a tomar las riendas de un país tan golpeado como el nuestro.
La diferencia entre el acarreado (el término lo digo sin ningún desprecio a quien asiste a los mítines llevados por necesidad o temor a pérdida de su empleo) y la persona crítica , que dice las cosas haciendo uso de su libertad de expresión y utiliza las redes sociales para este fin, es que los primeros se sienten obligados a comprometer su voto, los segundos manifiestan abiertamente que no lo harán e intentan alertar, a su manera, a miles de personas que no se dejen apantallar, ya que un presidente con esas características, pocas cosas buenas dejaría al país.
Sin embargo, Peña Nieto no sólo está dudando de la inteligencia y capacidad de sus críticos, pretende, de modo velado, advertir que las redes sociales representan un peligro para él, pudiendo esperarse algún tipo de medida para controlarlas. Recordemos el caso de Maruchi y Gilberto, tuiteros presos en Veracruz por órdenes del gobernador priista Javier Duarte.
En este orden de ideas, si la apuesta del partido tricolor, con su pintoresco candidato al frente, es la obtención de votos comprometidos o comprados, y serán capaces de utilizar la manipulación mediática para desprestigiar a todo aquel que vaya en contra de sus intereses, nos queda la duda, a siete meses de la elección presidencial, de lo que espera a un país que dijo “librarse” de la represión y opresión priista y se presumió felizmente democrático al llegar la derecha a ocupar la silla presidencial por el voto “las mayorías”, sobre todo, cuando esa “democracia” ha arrojado un saldo de más de cincuenta mil muertos y hundido en la pobreza a la mayoría de la población.
El regreso del PRI a la presidencia, con esos matices, sería un grave retroceso, ya que sería el triunfo de la ignorancia, del acarreo, de la represión. Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Lo malo es que no lo merecemos todos.
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