La crisis dejó de estar en el umbral hace muchos meses, por más declaraciones oficiales y esfuerzos comerciales por disfrazarla, la sociedad hoy ya la padece. Ni siquiera en los peores momentos de las crisis cíclicas durante el priismo el desempleo fue tan profundo, el hambre tan amplia y la inseguridad con tanta violencia. El “panato” supera, con creces, el medallero del malestar en el ánimo electoral de los mexicanos.
Poco importa que en el “operativo buen fin” se haya adelantado el aguinaldo a los burócratas y hoy se inicie un jolgorio adquisitivo de cuatro días con la intención de reactivar el mercado, moverlo un poco hacia arriba. Tal como se presentó la promoción, todo indica que fue a iniciativa de productores y comerciantes, en la idea de ver si el gobierno aprende cuál es la tarea que le corresponde -facilitar la creación de empleos y fortalecer el poder adquisitivo del salario-, más allá de la obsesión de criminalizar a esos malos mexicanos que ponen al país a un tris de caer en manos de la delincuencia organizada, de los barones de los cárteles.
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