Una sociedad desigual esta condenada a la violencia. En México es tan acentuada la fisura entre los de arriba y los de abajo, que ya no hay un sentido de identidad. Existen dos Méxicos distintos y contrapuestos uno acomodado y otro hambriento, estos dos Méxicos no comparten lo que comen ni lo que visten, no escuchan la misma música, no ven los mismos programas de televisión, no tienen las mismas preocupaciones, por lo que tienen una visión distinta de las soluciones. Como consecuencia de esta perdida de identidad se ha diluido ese noble sentimiento de la solidaridad y ha germinado un resentimiento social que resulta corrosivo para el tejido social y propicio para las conductas antisociales perjudiciales para todos.
Esa contraposición exagerada de la situación que viven unos frente a otros y la falta de empatía por ausencia de identidad dificulta la solución, pues no se concibe el problema como mutuo entre ambos sectores, como un problema común. Unos buscan legítimamente una vida digna a toda costa y otros o no quieren justicia económica, o la quieren sin sacrificio alguno. Tenemos que entender que nuestra situación es tan grave que resulta insostenible para todos, pero unos tienen mucho y otros no tienen nada que perder, situación muy peligrosa para la paz social. La respuesta para achicar la brecha entre unos y otros tendrá que nacer del sentimiento solidario, de una identificación afectiva con la situación precaria de millones, el sacrificio de unos para el bien común.
Dentro de esta dinámica social nos encontramos los jóvenes, que podemos ser los mas afectados o los mas beneficiados de los resultados de las decisiones que se tomen en el presente, por lo que la indiferencia es inaceptable, es nuestro deber y obligación formar parte de las decisiones que forjan nuestro futuro. Jo podemos cerrarle la puerta del estudio y el empleo a millones de jóvenes ni permitir que se paguen salarios de hambre a otros cuantos millones, por que esto es abrirle la puerta a la violencia y al reclamo social por la vía del crimen.
No permitamos que la desigualdad se convierta en una enfermedad fatal para México, entendamos que la solución viene con un mayor sacrificio de unos pero para beneficio de todos, no sentenciemos el futuro a la violencia, pongamos al estado al servicio de la mayoría, tomemos medidas que no permitan la coexistencia insultante de la opulencia y la opresión del hambre y el exceso, propiciemos una regeneración del tejido social fundado en la solidaridad, la empatía y el afecto por el projimo.
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