Pedro Salmerón
@salme_villista
Aunque a los falsificadores de nuestra historia no les
guste, la jornada del 5 de mayo de 1862 fue una victoria. Algunos
aceptan que esa
escaramuzase medio ganó (¿?), pero que la guerra se perdió, como dicen Catón, Zunzunegui o Schettino, quienes quizá viven en un imaginario protectorado francés o son súbditos de un emperador.
Podemos saber quién ganó una guerra revisando los objetivos de los
contendientes. Los de los franceses pueden leerse en las instrucciones
de su emperador al jefe militar de los invasores. Ahí queda claro que
pretendían construir un protectorado para sostener sus colonias en las
Antillas y Sudamérica y conseguir que el posible paso interoceánico del
istmo de Tehuantepec quedara bajo control francés. Se quería extender la
influencia francesa a América para crear
inmensos mercados, donde se procurarían
las materias indispensablespara la economía francesa. Es decir, se trataba de extender a América el imperio francés mediante la imposición de un protectorado, en donde reinaría el príncipe austriaco Maximiliano de Habsburgo.
El presidente Juárez plasmó con igual claridad las razones de la resistencia:
Proclamar como lo hacen nuestros agresores, que no hacen la guerra al país sino a su actual gobierno, es repetir la vana declaración de cuantos emprenden una guerra ofensiva y atentatoria; y por otra parte, bien claro está que se ultraja a un pueblo cuando se ataca a un poder que él mismo se ha elevado y quiere sostener. Se trataba, pues, de la defensa de la soberanía, en un país pobre que había sido amenazado y agredido por cuatro potencias desde el inicio de su vida independiente.
Es decir: los franceses querían imponer un protectorado con un
príncipe austriaco. La República, mantener ese modelo de gobierno y la
soberanía nacional. ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Nos regimos por
instituciones republicanas o nos gobierna una dinastía austriaca? ¿Quién
ganó la guerra, entonces?
El 5 de mayo ganó un año para el país. Un año después, otra vez en
Puebla, se enfrentaron 35 mil franceses contra 29 mil mexicanos en una
batalla que duró 62 días. La heroica defensa de Puebla, que suscitó
admiración de propios y extraños, fue ferozmente criticada con criterios
antihistóricos, medio siglo después, por Francisco Bulnes, y esa
crítica es plagiada por Zunzunegui y Catón, quien en Juárez y Maximiliano afirma que Juárez fue
soberanamente idiota(p. 258) y llama al comandante mexicano, general González Ortega,
cobardey
torpe(pp. 262-263).
A la caída de Puebla siguió la evacuación de la capital (13
meses después del 5 de mayo se ocupó la capital, y harían falta varios
meses más para ocupar Guadalajara y San Luis Potosí: esos son los
pocos díasde la desfachatez de Schettino). El secreto de la resistencia fue contado por Benito Juárez en 1870:
La lucha guerrillera es la única guerra de defensa real, la única efectiva contra un invasor victorioso. Hostigando al enemigo de día y de noche, exterminando a sus hombres, aislando y destruyendo sus convoyes, no dándole ni reposo, ni sueño, ni provisiones, ni municiones; desgastándolo poco a poco. Esa es, como sabe usted, la historia de la liberación de México.
Porque los franceses, tras perder 11 mil hombres y gastar 135
millones, salieron incondicionalmente de nuestro territorio. Sin
embargo, a pesar de ello, los falsificadores aseguran que la guerra se
perdió, para contradecirse luego, pues como no se puede tapar con un
dedo el sol de la victoria, tienen que decir –Catón no dice otra cosa–
que la victoria se debió a la injerencia estadunidense.
Una vez más, falsifican la historia. Aunque en toda guerra moderna
los contendientes buscan aliados externos, Juárez rechazó cualquier
intervención estadunidense. En las cartas intercambiadas entre Napoleón
III y los generales franceses, los temas centrales de la retirada
francesa son la incapacidad de Maximiliano para consolidar su imperio y
la irreductible resistencia republicana. Además, en el bando de
Maximiliano no sólo estuvieron 50 mil franceses: también combatieron la
Legión Belga y la Austriaca y tuvo el respaldo político-ideológico de
Roma y la Iglesia católica.
La victoria obtenida en los campos de batalla, el fusilamiento de
Maximiliano de Habsburgo y los generales Miramón y Mejía, el
restablecimiento de la República, permitió que tras 40 años de guerras,
bancarrota, agresiones extranjeras y mutilaciones territoriales, México
adquiriera por fin el derecho a llamarse una nación. Nunca más se
pondría en tela de juicio la soberanía nacional. Nunca más se discutiría
el lugar de México en el concierto de las naciones.
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